¿Debo retirarme?

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Casino Hilton.

Y ahí estaba una castaña, al lado de una mujer poderosa jugando a algo que Daniela ni siquiera sabía cómo jugar.

María José miraba a la mujer que tenía a lado con disimulo, su perfil definido, sus labios finos pero carnosos, el corto cabello castaño que llegaba un poco más abajo de sus hombros, luciendo suave, cómo un algodón.

Salió de su trance al ver cómo tiraban dos cartas cerca de sus manos.

— Ponga las fichas aquí. — explicó María José, señaló un círculo en el centro de la mesa.

Daniela la vio unos segundos y tragó grueso asintiendo, iba a llevar diez monedas a dicho lugar, pero la pequeña torre de monedas cayeron estrepitosamente en la mesa.

María José rió suavemente al ver el nerviosismo de la castaña, causando estragos en ella.

— Lo siento. — mencionó Daniela apenada.

La empresaria llevó su mano a las monedas regadas en la mesa, sus dedos se rozaron y conectaron miradas un poco tiempo, María José le dio una sonrisa torcida haciéndo tragar grueso a la castaña.

«¿Qué es lo qué me pasa?» se reprochaba mentalmente al actuar así.

Una vez la apuesta estaba lista, un hombre asiático que jugaba con María José le dio dos cartas.

— Bien, lo que quiero y necesito...— murmuró alzando un poco las cartas. — Es un ocho.

Hizo un sonido de desaprobación con su boca.

— No me llegó.

María José tiró las cartas en medio, Daniela solo vio cómo se llevaban las fichas perdiendo la mano, alzó sus cejas sorprendida.

— ¿Así por así pierde el dinero?— preguntó Daniela.

La morena recargo su mejilla en su puño viéndo a Daniela, quedó unos segundos apreciando su rostro.

— Otra mano. — ordenó María José, sin dejar de verla, dejando la pregunta de lado.

El hombre asiático volvió a repartir las cartas, María José vio con atención las cartas, pero no tenía el número que necesitaba otra vez, otros cien mil dólares perdidos, la gente a su alrededor hizo un sonido de abucheo.

— Después de todo no le di suerte. — comentó la castaña viéndo a María José a los ojos, ella sonrió ampliamente.

— ¿Le gusta el póker?— cuestionó, la castaña negó. — ¿Y qué le gusta?

Daniela bajó su vista a la sonrisa de la mujer para subir su vista rápidamente a sus ojos.

— Creo que los dados. — murmuró sin poder dejar de ver aquellos ojos aceitunados, la morena sonrió y asintió.

— Debí imaginarlo, permítame.

Se dirigió al hombre que tenía a su lado, el encargado del casino.

— Dame uno. — pidió María José seria.

—¿Uno?— vaciló el hombre sorprendido, él asintió y llamó con un teléfono.

Daniela empezó a buscar con la mirada a Juan Pablo, a lo lejos y metido entre el montón de la gente lo vio. Las personas se habían acercado para ver que era lo qué provocaba tanto alboroto, pero no todos los días un cliente apuesta un millón de dólares.

Eso solo lo hacía María José Garzón, ciertos fotógrafos habían llegado al lugar a tomar unas cuántas fotos de dichosa apuesta.

Un hombre llegó con las fichas en una pequeña caja de cristal con seguro, se las entregó al encargado del casino.

Propuesta Indecorosa || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora