Capítulo 5

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¡NO! Eso no puede ser posible ¿Como puedo estar enamorada de mi secuestrador? ¡Él solo me quiere por dinero! Además él no debe de corresponder ¿Quién lo haría? Nadie, Daniela tiene razón, nunca tendré novio y menos alguien tan guapo y perfecto como Julio.
Me dieron ganas de ir a el baño, no creo que Julio me diga algo si voy a el baño.

Me levanté y me fui directo a el baño.
Cuando salí vi a Julio sin camisa y una licra bastante tallada ¡Este hombre me va a matar! Me volvió a ver y yo baje la mirada tímidamente

—No se si podía, pero ocupaba el baño —le digo mirando el piso—

—Tranquila, ya te iba a llevar el desayuno —sonríe— ¿Comes aquí o abajo?

—Gracias —le sonrió— Si no te molesta ¿Puedo comer aquí?

—No, no me molesta, tranquila —me sonríe—

Le sonrió

—Siéntate aquí —me señala un silla en la isla de la cocina—

—Bueno —le digo y me senté—

Él se volvió.

—¿Quieres café o juguito? —me pregunta. Me mato que dijera "juguito" lo dijo muy tierno—

—¿Ambas? —le respondo—

—Puedo hacerte un Capuchino, frío, se que te gustan, aunque no tanto como el mocachino, no conseguí —me propone—

—No, no quiero molestar —le digo—

Quería un Capuchino, pero me daba cosita decirle que sí

—Yo me haré uno, entonces no molestas —me dice sin volverse a mí—

—Entonces sí, quiero uno —le digo—

—Sabía que no te ibas a resistir, te encantan y tienes una obsesión con el café, más con él frío —ríe un poco— Aunque yo también

—¿Eso es bueno? —le pregunto riendo leve—

—Si, porque sé que te da vergüenza decir que sí quieres uno y dices que no aunque lo estés deseando —me responde volviéndose un poco a mí—

Estaba sonriendo
Activó la licuadora

—¡La tapa! —me levanté casi que corriendo, pero no llegué y nos mojamos los dos—

—Ups —dice riéndose—

Nos reímos
Esa risa, su risa me mato, fue como si fuéramos amigos de toda la vida. Como si no fuera mi secuestrador, como si no quisiera mi dinero.

—Creo que debo limpiar —dice sin parar de reírse—

Se me salió el cerdito que llevo dentro y hice un sonido de cerdito. Julio se rió más y su risa hizo que me riera más.

Me dolía el estómago de tanto reír, no podía parar y él tampoco podía.
No se en que momento pasó, pero estábamos en el sillón, acostados sin parar de reírnos. Él paro de repente y se me quedó viendo con una mirada traviesa. Pare de reírme de pronto y lo miré. Estaba serio.
Me empezó a hacer cosquillas.

—No...Julio...no..no —digo riéndome—

—No —dice y me hace más cosquillas—

—Pará Julio —digo entre risas y apuntó de quedarme sin aire—

—No —se puso casi que encima mío. Me puse nerviosa, pero no podía parar de reírme—

Paro de hacerme cosquillas y me levanto bruscamente del sillón. Me llevo como un saco de papas afuera.

Secuestrada por Julio Peña Donde viven las historias. Descúbrelo ahora