EMBELESADA

100 6 0
                                    


Desperté y vi su cara sobre la almohada, sus ojos cerrados, dormía plácidamente. Recorrí su rostro con la yema de mis dedos, suavemente para no despertarlo. Cada parte de él era perfecto, su frente, sus cejas, sus ojos, su nariz, su pequeño esbozo de barba que sombreaba su cara, sonreí, rocé sus labios, y muy despacio me levanté para no despertarlo. Entré al baño y tomé mi ducha matutina. El agua recorría mi cuerpo como cada caricia, cada beso de aquella noche. Mis manos recorrían su paso en mi cuerpo, creo que me excité, decidí cerrar el agua caliente y dejar que el agua helada hiciera lo suyo. Salí envuelta en el toallón, Renzo estaba despierto, sonriendo. Observándome, amándome con la mirada. Me acerqué, me senté sobre el borde de la cama, me incline para besarlo, él me abrazó y me volteo sobre la cama acomodándose sobre mí.

— Buen día, Hermosa, estás bañadita, que rico hueles.

Sonreí. Me besó apasionadamente, me estrechó entre sus brazos y con sus labios rozó mis mejillas y el cuello. Abrí mi boca, para que se introdujera en mí. Por un momento se separó para con su mano izquierda despojarme del toallón que me envolvía. Su mano bajó suavemente por mi vientre, sentí un cosquilleo en mi cuerpo hasta llegar a mis piernas. Me estrechó contra él. Mi deseo aumentó mi caldera. Su boca bajó despacio hasta alcanzar mi pecho, con su lengua empezó a trazar círculos en mi pezón y después lo introdujo en su boca. Un gemido salió de la mía, su mano descendió al interior de mi entrepierna y empezó a moverla lentamente, haciéndome jadear. Mordí mis labios para contener los gemidos que querían salir de mi garganta. Volvió a besarme, mientras se posicionaba para dar paso a nuestros deseos, sentí como se apoderaba de mí con cada arremetida. Mi cuerpo temblaba, jadeaba. Cada gemido era producto del placer que me consumía, estaba deseosa de su cuerpo, llegamos extasiados al climax. Permanecimos unidos unos segundos. Se apoyó en mi cuerpo, aun agitado por el ejercicio. Los latidos de su corazón cabalgaban en su pecho. Igual al mío. Se separó lentamente y besó mi rostro.

— Que tal estuve.

— Fantástico, pero tendré que volver a la ducha.

Se rio — Voy con vos y de paso lo hacemos parados.

— Sos un idiota— me río y lo beso.

— Sí, me lo dijiste el primer día que te conocí.

Pasamos a la ducha entre besos y caricias nos dispusimos a darnos el mejor baño de nuestras vidas. Con sus manos tomaba mi cuerpo para posicionarlo a su antojo. Ambos gemíamos jadeábamos mientras nuestros cuerpos se movían en un vaivén de pasión desenfrenada.

Cuando terminamos nos quedamos unidos para dejar este momento grabado en nuestro cuerpo.

Tomé el toallón para secar mi cuerpo y esbocé.

— Estoy hambrienta

Él sonrió

— Entonces te preparo un rico desayuno, con wafles a la Santoro.

— Me encanta — Besé sus labios antes de pasar a la habitación a vestirme.

Renzo pasó en busca de su ropa y luego a la cocina. Cuando llegué estaba todo casi listo.

— ¿Tanto tardé en arreglarme?

Se rio — Sos hermosa — me acerqué para besarlo mientras él tomó mi mano para llevarme a mi asiento.

Me apoyé en la mesada a la espera que me mimara.

— Café.

— Sí, por favor.

Estaba embelesada con ese hombre, había descubierto mi pasión más oculta.

— Mmm que rico.

— ¿Te gustan?

UN AMOR DE NOVELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora