DEVASTADA

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Los insultos quedaron ocultos baja un manto de silencio y las sonrisas corrieron despavoridas luego de los primeros golpes. Los días se confundieron con la noche, el miedo me hacía continuar en una prisión de amor apasionado, de celos, posesión, violencia y terror. A veces es mejor pensar en sus infidelidades como la causa de nuestro rompimiento y tratar de olvidar el continuo maltrato físico y psicológico que recibí por intentar mantener una familia feliz.

Porque para los demás no hay violencia si los golpes no son visibles. Algo que tenía Joaquín era que muy pocas veces había lastimado mi cuerpo no así mi alma.

Lo que más me atormentaba era que siempre lo hacía delante de mis hijos quien sin darse cuenta lo justificaba.

Ahora era el momento de cambiar, de demostrar que podía levantarme y buscar algo mejor. Sabía que no era fácil pero ya había comenzado por el principio.

Los días habían pasado rápido, entre el trabajo y los niños, mi tiempo se había consumido. Renzo era cada vez más tierno conmigo. Nunca me habían tratado así. Estaba tan confundida que a veces yo era la agresiva con él.

Sabía que Joaquín me lo haría pagar. Durante estos 15 días no había aparecido por mi casa pero cuando volviera seria para agredirme y estaba preparada para defenderme.

Tenía que pasar por los niños. Lo esperé hasta que llegó. Cuando divisé por la ventana su camioneta Ranger último modelo todo mi cuerpo tembló. Debía estar fuerte para resistir su embestida, iba a tratar de humillarme como siempre delante de los niños.

Golpeó la puerta y fui a abrir tomando con el brazo izquierdo la tabla de la puerta para cerrarla si las situación se complicaba.

Cuando lo vi estaba esplendido. Hermoso como siempre. Tan seductor y varonil.

— Hola Emma, vengo por los niños — su forma de actuar era muy tranquila. Como relajada.

— Hola, los llamo, ya están listos— cerré por un minuto la puerta — chicos su papá está aquí.

Corrieron a la puerta con sus mochilas felices.

Abrí nuevamente.

— Hola mis monstruos — dijo Joaquín abriendo los brazos mientras mis niños se arrojaban a su encuentro.

Le pasé sus mochilas y él le indico que se metieran a la camioneta.

— ¿Cuando me los traés?— pregunté

Me miró de forma desafiante antes de responder

— El domingo creo. Tenés todo el fin de semana para coger con tu nene— se rio

— No seas grosero, te espero el domingo — dije y cerré la puerta con fuerza.

Vi cuando se iban en la camioneta.

Pasó una hora. Tenía que ordenar la casa que por cierto estaba muy despelotada. Subí a la habitación de los niños para ordenar sus juguetes, como siempre dejan todo tirado, no pueden sacar lo que quieren y ordenar, siempre tiran todo antes.

Estaba agachada intentando sacar un juguete que se había escondido debajo de la cama cuando sentí que me tomaban del pelo y me levantaban. Sentí dos o tres golpes en mi espalda baja que me sacó la respiración. Alguien me estrangulaba con su brazo. Yo intenté rasguñar su rostro pero no lo alcancé. Como no pude, mordí mi sujeción igual que un perro. Dio un grito de dolor, creo que escuche una voz conocida que me decía "maldita puta, esto me lo vas a pagar". Eso lo enfureció más. Me giró muy rápidamente y golpeó mi rostro con un puñetazo, creo que me desmayé. Todo fue tan rápido que no pude distinguir el rostro de mi atacante.

Cuando me desperté estaba semidesnuda con dolor en todo mi cuerpo. Comencé a indagar con las yemas de mis dedos buscando la evidencia del terror vivido. Pasé primero por mis muslos que me dolían hasta llegar a mi entrepierna, noté un rastro de surcos seco como si hubiera pasado un rio por mis piernas, subí aún más hasta notar que todavía seguía sangrado.

Llevé mis manos a la espalda donde tenía mucho dolor, hasta me costaba respirar. Por fin llegué a mi cara donde encontré una montaña en mi pómulo. No podía ver bien con mi ojo izquierdo una manta rosada tapaba la visión.

Como pude me levanté para ir hasta el baño. El dolor de mi cuerpo era insoportable mi entrepierna me dolía. Caminaba con piernas abiertas para disminuir ese sufrimiento. Llegué al espejo y noté mi rostro totalmente desfigurado. Las lágrimas brotaron tibias, amargas, imparables.

Estuve unos minutos observando mi desdicha antes de reaccionar y llamar a la policía. Cuando llegaron no notaron ningún faltante, ni siquiera rastros de haber sido forzada la puerta solo a mí, destruida, devastada física y emocionalmente.

Volví a desmayarme. Cuando desperté, Joaquín estaba a mi lado. Tomando mi mano, se notaba preocupado.

— Emma — dijo y tomó mi rostro llevando su frente a la mía— ¡qué susto!, estas bien.

Yo lo miré y comencé a llorar de forma desesperada.

No podía parar de hacerlo, sabía que me había pasado. No había visto al agresor pero solo entró para hacerme daño y romperme en pedazos.

— Tranquila Emma yo estoy acá. No te voy a dejar sola.

— Mis nenes — solo pude preguntar por ellos. Por suerte se habían ido. Que les hubiera hecho si estaban en el momento que ingresó el agresor.

— Están bien. Los llevé con tu madre.

De golpe, mi hermana ingresó desesperada a mi encuentro.

— Emma nena— lloraba de forma desconsolada— ¿por qué paso esto?

— Hola Claudia, Emma necesita descansar, no que le hagas comentarios idiotas— dijo Joaquín

— Siempre tan simpático vos, ¿qué haces acá? Mi hermana termino con vos— refutó.

— Sí, tu hermana se separó de mí pero yo la amo y voy a estar con ella. Más en este momento. Además ves acá a su nuevo novio. Ni se dignó a venir.

— Basta Joaquín, me dejas con Claudia un rato.

— Sí, yo estoy afuera. No te voy a dejar sola.

Cuando se retiró la abracé con fuerza. Necesitaba llorar en sus brazos. No podía dejar de hacerlo. No era el dolor físico que por cierto tenía bastante, más el del alma. Estaba destruida.

— Emma, tranquila, todo va a salir bien.

— ¿Hablaste con Renzo?

— No, pensé que ya estaba enterado.

— Podes decirle por favor.

— Sí, le digo. Vos recupérate.

Los médicos ingresaron a la habitación para evaluar mi estado y por fin explicarme lo que había pasado. Yo lo sospechaba.

— Emma, soy el Dra Escudero y ella es la Licenciada Ardiles.— hizo una pausa —Fuiste agredida sexualmente.

Mi llanto interrumpió su relato.

—Emma, sé que es muy doloroso pero podrás salir de esto— comentó la licenciada.

Me quede con ella para que me ayudara a recordar y reparar mis heridas. Faltaba lo peor dar detalles de mi agresión a la policía. Cuanto más detalles podrían descubrir a mi agresor.

Estuve una semana internada.

Durante todo ese tiempo Renzo no me visitó. Estaba muy confundida. Lo amaba pero él, tal vez, a mí no. Sin embargo Joaquín estuvo día y noche. Hasta dormía en una silla para no despegarse de mi lado.

Cuando volví a mi casa mi ex también volvió conmigo. Sin querer había logrado lo que quería. Tal vez era lo mejor, estar con alguien que a pesar de todo se interesaba por mí.

UN AMOR DE NOVELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora