capitulo 21

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Con muchos bostezos y estiramientos, Dmitri despertó de su sueño inducido
por fármacos. Al menos su tigre lo hizo, y parecía decidido a hacer que se despertara el hombre también.
¿Alguna vez has experimentado la versión de una bofetada mental de un gato con patas grandes, peludas? Demostró ser brusco, pero dio resultado.
Él parecía moverse, solamente que no usaba sus propios dos pies. Un par de
hombres grandes lo llevaban, en realidad más bien arrastraban, uno de cada brazo. Sus ojos se negaban a permanecer abiertos, los efectos de las drogas persistentes. Entre parpadeos vio piedra, más piedra, ah, y pensó que olía a ratas. La especie humana, no la chillona.
De repente, el movimiento se detuvo. Los compañeros que le agarraban lo
tiraron hacia delante. El duro suelo casi le rompió la nariz, pero el instinto lo hizo
extender las manos y golpear la superficie con las palmas de las manos en lugar de con
su rostro.
Grosero. ¿Los que lo hicieron no sabían quién era él?
Yo debería decirles. Tan pronto como él lograra controlar este sueño. No era de
extrañar que Teena pareciera un poco molesta por su uso repetido de drogas. La sensación de no tener el control bien verdaderamente apestaba.
No drogare más a mi esposa. A menos que fuese a base de besos.
Arrastrando los pesados párpados para abrirlos, Dmitri oyó el sonido metálico
de una puerta de montura metálica siendo cerrada de golpe. En ese momento, el sonido alto resultó ser un rechinar de uñas en una pizarra. Todavía se estremecía ante
la idea de su hermana, con una sonrisa satisfecha en su cara, arrastrando los dedos por la superficie mate, haciendo todo lo posible por irritarlo. Funciono. Entonces el tomo represalias. Sus gritos de indignación compensaron totalmente las semanas que había
pasado puliendo los cubiertos hasta que pudo verse reflejado en ellos.

El golpeteo en la cabeza, los ojos arenosos, y la boca en la necesidad de una bebida fuerte, alcohólica –todos adorables efectos secundarios– no le impidieron ponerse de pie. E inclinarse. El maldito suelo se inclinó.
Un breve papeado le permitió echar una ojeada para examinar su ubicación.
Triste, y aún clásico. Mira esto, ellos encerraron al cambiaformas salvaje en un calabozo. Idiotas.
¿Acaso no hicieron su tarea?
Conocer a tu enemigo. Una lección que aprendió en las rodillas de cada adulto
sobre los que alguna vez se sentó.
Conocer cada minucioso detalle de un enemigo debía prevenir que ellos lo
echaran a perder. Como ahora, por ejemplo. Si su captor hubiese hecho su debida diligencia, habría sabido que la zona de juegos favorita de cuando Dimitri era un niño era el calabozo –a pesar de que fuera donde varias veces su madre lo arrojo en una
celda y dijo, “Ven a buscarme para un premio”,– antes de que él apreciara el valor del entretenimiento.
Tales tiempos de diversión familiar.
Él hizo un balance de su entorno. Si bien este calabozo no le pertenecía, el
diseño arcaico, con sus defectos y virtudes, era familiar.
Hola, celda, mi vieja amiga. Su actual habitación no tenía ventana. Una pena,
esos tipos de celdas eran las más fáciles de escapar. Hacer estallar las barras y tal vez perforar unos bloques sueltos para ensanchar el agujero, y momentos después, un cierto boyar2
(  Un miembro de una vieja orden de la nobleza rusa, que estaba inmediatamente)   estaría estrangulando a la gente antes de que pudieran decir pío.
Olvídate de escapar a través de una ventana. ¿Qué más tenia él para trabajar?
Por lo menos no le habían metido en un mazmorra, una lujosa palabra francesa
para definir agujero en el suelo. Los que resultaría ser más difícil de escapar.
El suelo, mientras polvoriento, demostraba estar limpio claro. Ninguna rejilla que cubriera un desagüe para que así ellos pudieran lavar la sangre y otros fluidos. El pensamiento pobre si tú le preguntaras. La plataforma de cemento, estaba libre de escombros. No había huesos de los ocupantes anteriores –que no eran para comer, o

como su madre decía cuando les pegaba en las manos a una edad joven. “No comas las sobras”, le decía ella. “La carne y los huesos de nuestro enemigo saben mejor frescos.”
Ah, las dulces clases de la juventud. Él no podía esperar para transmitir esas
perlas de sabiduría a sus propios cachorros, cachorros que él planeaba tener con Teena, y con la esperanza de heredaran de ella su perfecto comportamiento y paciencia. Niños de cabellos dorados con su dulce sonrisa y con aquellos ojos brillantes.
Chillido. Pon el freno y reduce la velocidad, tigre.
Los medicamentos todavía lo debían de tener en su poder. Elogios poéticos
sobre una mujer. Baste decir que le gustaba, le gustaba lo suficiente como para que él se imaginase un futuro con ella. Con caderas o sin caderas. Era curioso cómo a él no le importaba un comino la anchura de ellas. Estaba obsesionado con su mujer, y sus
genes no tenían nada que ver con ello.
En Teena, había encontrado a alguien con quien poder conversar. Alguien que
lo escuchaba y no le menospreciaba, al menos no de una manera cruel. Ella podía dominarlo con su rápido ingenio y derretirlo con una sonrisa. Era amable, mucho más amable que él, pero al mismo tiempo, ella no se abatía ante la brusquedad que la vida
podía repartirle.
En cuanto a su hábito de inspirar pequeñas desgracias -y las no tan pequeñas- le encantaba. La vida con su gatita nunca sería aburrida.
Un tigre necesitaba algo de emoción en su vida.
Una vida que alguien parecía decidido a acortar.
No me permitiré morir. No me importa lo que piensan los humanos. No importa.
Sólo una cosa lo hacía. Salir de aquí y volver de nuevo con su esposa virgen. Así podría corromperla adecuadamente, con cama o sin ella. Esto había ido demasiado lejos.
Siguió estudiando su espacio. Ningún catre que desgarrar para así él poder
robar los muelles. Olvídate de un marco que podría utilizar como si fuera un cincel en la roca o hacer palanca en la puerta.
La puerta no tenia bisagras que él pudiera quitar. Tampoco una cerradura que él pudiera forzar. La puerta de metal de su prisión resultó impermeable a su puño, y la
estructura de acero gruesa, incrustada en la roca, sólo tenía una pequeña ventana, un cuadrado pequeñito con barras solo lo suficientemente amplias como para mover los dedos a través de ellas.
Completamente inútil para escapar, pero era una ventana al exterior.
Después de una aspiración rápida para asegurarse de que nadie se ocultaba en
la puerta –había aprendido esa lección cuando su familia visitó el calabozo de su tío en el norte y su hermana le mordió– presionó cerca de la abertura, en busca de pistas.
Nada saltó inicialmente, pero lo hizo encontrarse a sí mismo admirando el
ambiente.
Ambiente total de calabozo.
Cómo disfrutaba los clásicos. En este caso, un antiguo calabozo que retenía la mayor parte de las características divertidas que lo hacían espeluznante, tales como las telarañas en las esquinas –las arañas gordas eran una ventaja increíble, especialmente las más peludas, las que odiaba su hermana, sobre todo cuando se metían en su cama.
Valió la pena limpiar los establos por una semana castigo que su madre le
impuso después.
La prisión mantenía su atractivo medieval con paredes de roca, aire frío,
humedad, el leve ruido de cadenas. Pero también incorporaba las comodidades modernas inteligentes como luces de hierro forjado esculpidas para parecer antorchas,
el corte de vidrio de color amarillo en forma de llama. Las antorchas reales eran realmente horribles, llenas de humo y constantemente en la necesidad de reemplazarlas. Podría resultar peligroso para el cabello, si se caminaba demasiado
cerca y se estaba en una fase elegante, largo y lanudo.
El olor a pelo quemado lo perseguía hasta el día de hoy, especialmente cuando su hermana ponía los clips de audio de sus gritos de hombre sorprendido en su buzón de voz.
No había fuego aquí. Sin embargo, este calabozo tenía una maldita puerta
sólida que no se movía, no importaba lo mucho que le diera patadas. Ni siquiera una abolladura.
Esto fue suficiente para hacer que su tigre se tumbara en un montón de
vergüenza por su fracaso.
—Para. No somos un superhéroe con gran fuerza inconsistente. Este es uno de esos momentos en los que tenemos que utilizar nuestro ingenio. —
Por supuesto su ingenio funcionaría mejor si se le daba algún tipo de
herramienta. Dado que la única herramienta que tenía era su cerebro, hizo lo mejor que pudo por el. Tomó una siesta.
A pesar de su letargo, cuando detecto un ruido exterior –un peludo golpe a su
mente dormida junto con una versión de tigre enfurecido, “Despierta, idiota”– saltó a la vigilia.
Alguien se acerca. Varios alguien a juzgar por el ritmo irregular de los pies que golpeaban pesadamente.
Finalmente un poco de acción.
Dmitri preparó el escenario para la confrontación. Se sentó y se apoyó contra la pared del fondo, pose indolente con una pierna estirada y la otra doblada ligeramente,
lo suficiente que pudiera apoyarse en ella y adoptar una expresión de aburrimiento.
También conocida como su mirada principesca. O, como la llamaba Sasha, su cara de gilipollas arrogante.
Y no, no quería decir sexy. Ella se había reído cuando él había preguntado.
Cabe señalar que los felinos son notados sobre todo por sus poses indolentes, casuales. Pero nunca duden de que están listos para actuar en un abrir y cerrar de ojos.
Los pasos se acercaban, y su tigre prácticamente rodaba en su mente con
entusiasmo.
Cálmate. Necesito averiguar la situación en primer lugar.
¿Luego jugamos?
Vamos a jugar duro, aseguro él.
Los pasos escalonados pararon, y cerca también. Podía ver el afeitado apurado
en la cabeza del hombre de pie justo antes de su pequeña ventana. Sin embargo, mientras que su enemigo flotaba cerca, la abertura de la puerta era demasiado pequeña y estaba demasiado lejos de él actualmente para que pudiera captar cualquier olor.
El raspado de metal y luego el chasquido de un resorte girado. Un bloqueo se desenganchaba, y el chirrido de una puerta con necesidad de aceite significaba que
una puerta se abría.
Simplemente no era su puerta.
—Entra. —
Aha, la voz familiar del piloto que había saltado.
Veo que estoy en el lugar correcto para buscar respuestas.
Y después de las respuestas, ¡Tiempo de juego! Su tigre prácticamente rugió.
—Antes de hacerlo, um, ¿me puede decir si usted tiene otro prisionero? —
—Tal vez. Cogemos un montón de cosas aquí. —
—Él es bastante notable. Es un tipo alto y ancho. Musculoso y ruso. ¿Mencioné
muy guapo? Él tiene una sonrisa atractiva y los ojos azules más adictivos. — Esta voz. No. No puede ser. Olvidado la despreocupación. Dmitri se puso en pie y se acercó a los barrotes de la puerta.
No le hacía falta la esencia del dulce aroma para saber que Teena estaba en el pasillo fuera de su celda.
Tienen a mi mujer. Mi pequeña gatita.
Ella había sido atrapada, y ahora ellos tirarían a su delicada esposa en una
celda. Inaceptable, e iba a hacer algo para rectificarlo en un momento. Parecía que a ella no le molestaba hablar con su acompañante.
—¿Quién es él para ti? —
—Mi esposo. Estamos recién casados. —
—¿Tu marido? — La mueca despectiva se escuchó fuerte y claro. —Los
animales no se casan. Ellos entran en celo. Y follan. En tu caso, tu especie hace más monstruos para infectar nuestro mundo.
—¿Cómo que mi especie? ¿No somos todos humanos aquí? —
—No todos nosotros. No trates de ocultar lo que eres. Lo sé. He estado viendo. Protección contra tu propagación infecciosa. —
—¿Infecciosa? No somos una enfermedad. —
—No. Eres peor. Eres una abominación. Creo que tú y otros de tu especie sucia
han estado viviendo bajo nuestras narices todo este tiempo. —
—¿Sucia? Sabrá que nosotros nos duchamos. Con jabón, debo añadir. —
Dmitri podría haberse reído de su indignada respuesta, y sin embargo, al mismo tiempo, podría haberla sacudido. Cabrear al varón humano con evidente prejuicios
podría conseguir dañarla.
Él pone un dedo sobre ella y va a morir gritando.
Mátalo de todos modos.
Su tigre daba las sugerencias más brillantes.
—Una boca muy inteligente. No va a ser tan inteligente después de que
termine contigo. ¿Sabías que hay un mercado para las mujeres de tu clase? Incluso las de gran tamaño, como tú. —
¿De gran tamaño? ¿El hombre verdaderamente había insultado a su mujer?
La rabia se construía, cociendo a fuego lento por debajo de su piel.
—Usted no va a salirse con la suya. —
—Ya creo que sí. Nadie sabe dónde te encuentras. O incluso quien te tiene. Y
en unos pocos días, semanas, a lo sumo, no habrá evidencias dejadas atrás. Tu amante el tigre va a ser objeto de caza y embolsado, su pelaje mantenido como un trofeo. En cuanto a ti, tal vez dures más tiempo que las otras mujeres. Eres, después de todo, de complexión robusta. Pero los lugares en los que vendo a las de tu clase satisfacen a
una multitud muy áspera. Como pronto lo descubrirás. —
—Mi marido te va a matar por eso. —

La Novia Del Tigre •||Saga El Orgullo Del Leon 4||•( Terminanda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora