capítulo 15

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¿Una mala palabra en la boca de su pequeña gatita? Absolutamente decadente,
y podría haber besado esos sucios, sucios labios, si sólo la situación fuera un poco más
prometedora.
Los gatos odiaban el agua, especialmente el agua del frío-ártico, que era la razón por la que Dmitri no quería pensar en lo que sucedería si el avión caía a través
del hielo. Podía ver que Teena entendía el dilema, pero su valiente gatita, aparte de su
insulto vulgar, manejaba bien la presión.
—Creo que tal vez deberíamos abandonar el avión, — dijo él.
A pesar de la grieta, el olor a humo no había disminuido, y donde había humo,
todo el mundo sabía que había fuego. El calor de un incendio no ayudaría a su situación.
El hielo derretido era sólo uno de sus posibles problemas. A pesar de su optimismo habitual, Dmitri estaba preocupado de lo que sucedería si las llamas
lograban alcanzar parte del combustible.
Dmitri disfrutaba viendo los fuegos artificiales, pero no formando parte de ellos.
—¿Salir del avión? Geeh, ¿por qué no se me había ocurrido eso? — se quejó ella mientras se desenganchaba su cinturón. Se puso de pie y luego se congeló cuando un gemido hizo temblar el avión. —¿Es esta una manera no tan sutil de tu país que me
dice que necesito para bajar de peso? —
—Nunca. Eres perfecta tal como eres. Sin embargo, debes pescar cumplidos más tarde, pequeña gatita. Creo que es necesaria la prisa. —
—¿Que pasa contigo? ¿Por qué no te has desabrochado? —
—No temas, esposa, voy a seguirte. Pero creo que es mejor si no aplicamos
más peso del necesario de una sola vez, ya que no sabemos qué parte del avión está
en mayor riesgo de romper el hielo.

Por un momento, ella vaciló, mirando a la puerta, al parabrisas, entonces a él.
Ella dio un paso hacia la puerta, se detuvo y se dio la vuelta, inclinándose para
presionar un beso rápido en los labios.
Luego se escapó, el calor persistente del abrazo que le dio haciéndolo sonreír
tontamente.
Como para burlarse de él, el avión se estremeció.
—Behave, — Compórtate le dijo en ruso. —No es mi hora de morir. — No cuando todavía tenía que probar las delicias núbiles de su esposa.
Mi mujer. Una mujer que había estado a punto de morir varias veces en la última hora. Nada como decir bienvenido a mi tierra siendo secuestrado a punta de pistola, casi caerse de un avión, chocando, y luego deslizarse sobre hielo delgado. Sin embargo, en una nota más positiva, aún vivían. También estaban lejos de estar a salvo.
El frío se filtraba, el insidioso depredador invisible que buscaba cavar su camino
en sus huesos, y si él, un nativo de esta tierra, lo sintió, entonces ¿cuánto más su delicada pequeña gatita?
La oyó gritar sobre el zumbido moribundo del motor.
—Estoy fuera y me dirijo a la orilla. —
Tiempo para él de ejecutar su fuga. Él necesitaba sobrevivir si quería mantener viva a Teena.
Él necesitaba salir de aquí si iba a buscar su venganza. Rodarían cabezas.
Tiempo de jugar, retumbó su tigre.
Más tarde, respondió Dmitri, si había un después. Dando pasos ligeros, alivio su peso a través del marco de la puerta inclinada y luego contuvo la respiración mientras el suelo se movía bajo sus pies.
La luz del día que entraba por la abertura del lado le hacía señas. Sin embargo,
allí estaba la perra frígida con sus dedos helados, que le gustaba arrastrar a los incautos y mal preparados abajo en su abrazo mortal.
Necesitamos más ropa. Lo que significaba que necesitaba llegar a su equipaje.
Excepto que el área de carga trasera ya no existía. En la parte trasera del avión se encontraba el cielo azul. No habría abrigos adicionales para ellos.
Maldita sea.
Dmitri escaneo el interior y vio su teléfono en una silla, atascado entre el asiento y el cojín trasero. Se lo metió en un bolsillo antes de levantar el relleno para
revelar un compartimiento de almacenamiento y un par de mantas cuidadosamente
dobladas. Él las agarró y dejo caer la tapa de golpe para ocultar el hueco.
Crujido. Gemido. Estremecimiento.
Se había quedado sin tiempo. Mantas en mano, se precipitó hacia la parte
trasera del avión, sobre todo porque el extremo delantero parecía decidido a inclinarse
hacia adelante. Luchando contra la creciente inclinación, corrió el último tramo hacia
la abertura rasgada y saltó.
Sus piernas corrieron, bombeando en el aire, empujándolo hacia adelante.
Mírame. Estoy volando…
Oomph. Él golpeó el hielo e inmediatamente se encogió y rodó, una cosa buena
también, cuando el pedazo en el que había consiguió aterrizar se levanto y rompió. En
realidad el lago entero parecía decidido a astillarse en pedazos. Él podía oír la pequeña
explosión siniestra cuando las finas grietas en la extensión congelada de la superficie,
zumbaban con la velocidad del relámpago, el agua fría que buscaba tragar la superficie
cubriéndola y capturar algo más.
No me va a atrapar.
Dmitri corrió tan rápido como pudo, la adrenalina bombeando recorriéndolo, y
corriendo a todo lo que daban sus piernas. En este punto el había probado su suerte,
las ligeras estrías en el hielo y su excelente equilibrio impidiéndole resbalar. Pero en
cuanto él pensó esto, finalmente su pie golpeo un punto liso y desigual lateralmente.
Esto hizo que perdiera todo su equilibrio.
Suerte, él no se había estrellado. Un cierto gatito lo agarró en su agitación y le
dio suficiente contrapeso para que él evitara estrellarse de cabeza.
Llegó a la orilla, o al menos al grueso banco de nieve. Respirando con dificultad,
se tomó un momento para estudiar el lago justo a tiempo para ver el final de la cola
dentada del avión hundirse bajo de la superficie.
—Creo que necesito comprar un nuevo avión. —
—¿Estamos atrapados en el medio de la nada, sin ropa, sin suministros, nada, y
te estás preocupando por la compra de un nuevo juguete? — Abrazándose a sí misma,
su gatita temblaba, sus labios de un tono de color malva que no se ajustaba a ella.
—Ponte esto. — Tiró las mantas sobre los hombros de ella, pero no fueron
suficientes para combatir el frío. Necesitaba encontrar refugio y rápido.
Tomando su mano, él la llevo lejos de la orilla del agua. A la intemperie,
estaban sujetos a ráfagas de viento. Debían dirigirse al abrigo de los árboles. Al menos
allí, tal vez él podría encender un fuego.
¿Pero qué hay del humo? Nuestros enemigos nos cazan.
Excelente punto. Él haría un gran fuego para señalar el camino. Él realmente quería hablar con quien le disparó a su avión. Los Cessna no eran baratos.
Con el castañeteo de dientes, el cuerpo moviéndose con lentitud, la pobre Teena hizo todo lo posible por mantenerse al paso con su zancada más larga.
Dmitri sentía el frío, tal vez no tan agudamente como ella, pero lo suficiente para que él supiera lo que había que hacer. Él se detuvo, incluso mientras ella
continuaba en unos pocos pasos, sólo unos pocos por el hecho de que su mano sostenía la suya.
—¿Qu-qu-ue es-es-tas ha-ci-en-en-do? — ella hablaba prácticamente de forma
incoherente.
—Dándote un vistazo de la mercancía, — respondió mientras se quitaba la
chaqueta del traje. Aflojo la corbata y la sacó de su cuello. A continuación, se quitó la
camisa, dejando al descubierto su pecho.
—Ton-ton-to. —
—Realmente no. Verás. — Él tiró de la manta de sus hombros y luego puso la
camisa sobre ella.
Ella trató de protestar.
—No. —
Él la ignoró y la abrigo en capas y puso las mantas sobre ella de nuevo. Él envolvió la corbata alrededor de las orejas, protegiendo los delicados lóbulos. A
continuación, procedió a quitarse los pantalones. Le divertía observar a su esposa
volviendo la cara hacia un lado y no mirando. Una lástima que ella estuviera tan fría. Le
hubiera gustado ver el calor de su sonrojo.
Con su ayuda, ellos subieron sus pantalones sobre los de ella y a continuación,
los calcetines, pero ella mantuvo los zapatos de deporte que llevaba.
—Cuando haya terminado de cambiar, quiero que te subas a mi espalda y te
sujetes bien. — La besó en los fríos labios cuando ella parecía como si fuera a discutir.
Desnudo, Dmitri no mantuvo su piel humana por mucho tiempo. Se movió, su yo peludo saltando hacia delante, propagando el cambio. El pelaje broto, los huesos se quebraron y reformaron.
Algunos afirmaban que dolía. Maricas. Dmitri se deleitaba con la fuerza de su bestia interior.
Su tigre siberiano con su lujoso pelaje, la esponjosa melena blanca alrededor de
su cabeza, y la impresionante explosión de rayas se liberó con un rugido.
Frío, esto no es frío. Su gato se burló de la temperatura, y con mucha razón
cuando él estaba hecho para los inviernos rusos.
Él era también un felino jodidamente grande, bastante grande para jugar al
poni con su helada esposa. Ella no necesito demasiado impulso para subirse. Ella se
envolvió sobre la espalda, los brazos alrededor de su cuello, los muslos abrazando sus
lados. Con ella sujeta, él se movió.
Y ella se cayó.
Vaya.
Ella soltó una risita mientras se sentaba en la nieve.
—Supongo que montar un tigre no es como montar un caballo. — Se las arregló para decirlo sin tanto tartamudeo, sus capas adicionales parecían ayudar un
poco.
Él estaba la mar de contento.
Ella se subió de vuelta, esta vez sosteniéndose apretadamente mientras que él se puso en marcha a un ritmo más lento. Funciono. Ella se las arregló para permanecer a bordo. Ella acarició su rostro en el pelaje alrededor de la cabeza.
Si bien amortiguado, él se las arregló para entenderla.
—Tienes una mini melena. Pensé que sólo la tenían los leones. —
Las melenas de león no eran tan suaves y esponjosas como la suya.
—¿No hay un poema burlón sobre una chica que montaba un tigre en la selva,
y el tigre volvía sin ella con una sonrisa? —
Sí. Lo había. Pero él le explicaría que el poema era picante más tarde. En realidad, tal vez se lo mostrara.
El bosque no proporcionó calidez instantánea una vez que llegaron a el. Sin embargo, sí ayudó a disminuir algunos de los vientos fríos que intentaban arrebatarles su calor corporal.
La nieve conspiró para succionar sus patas, por lo que cada paso era irritantemente difícil. Si estuviera solo, podría haber saltado y rodeado para evitar las
capas más gruesas, pero con Teena en la espalda, sólo podía avanzar laboriosamente.
Necesitaba encontrar un lugar, uno abrigado en el que ellos pudieron encender un fuego, defenderse, y con esperanza atraer a alguien que los llevara a la civilización.
También podríamos comer un jugoso conejo.
Su tigre, siempre práctico y pensando en su panza retumbante.
El bosque se reducía con un montículo rocoso empujando desde el suelo. Su áspera superficie de piedra burlaba el intento de la nieve de aferrarse, pero aún mejor,
alrededor de las tres cuartas partes del camino, Dmitri vio una cornisa y una grieta
oscura. Una cueva, si tenía suerte.
Pero no podía subir con ella en su espalda. Como si se diera cuenta de su
dilema, ella se bajó y se levantó.
—¿Los dos empezamos a escalar, o quieres comprobarlo tu primero?
Dimitri estaba realmente empezando a pensar que amaba a esta mujer. ¡Y ni
siquiera se había ido a la cama con ella!
Ella poseía una mente y un nivel de ingenio que le atraían. Ella no necesitaba mil explicaciones –su maldita hermana cuya palabra favorita era por qué– ella no
lloraba y gemía –como su madre, que lamentaba el hecho de que nunca había subido a un escenario– y ella no amenazaba con matarlo –al igual que su abuela que nunca conoció un problema que la violencia no resolviera.
Con una rápida aspiración para asegurarse que nada peligroso acechaba, Dmitri procedió a subir a la rocosa colina.
El equilibrio –o era agarre, nunca podía estar seguro cuando se trataba de otro idioma– demostró ser precario. En algunos puntos, él sintió resbalarse, pero consiguió agarrarse.
Sin hacer el ridículo frente a su nueva esposa.
Al llegar a la cornisa que había visto desde el suelo, él ladeó las orejas y escuchó. Nada. Dio un resoplido y observó nada nuevo. La oscuridad que había notado
era de hecho una abertura. Sobre patas tranquilas, se arrastró, en modo sigilo total en el caso de que la cueva ya tuviera dueño.
Los osos generalmente podían dormir esta época del año, pero eso no quería decir que no se despertaran con el incentivo adecuado.
La cueva resultó ser más grande de lo que podía haber esperado, se extendía
por varias yardas y lo suficientemente alta que incluso podría ser capaz de ponerse de
pie. Mientras el realmente noto algunos restos en la parte posterior, una mezcolanza
de hojas, ramas y huesos de pequeños animales, no había nada reciente, lo que
significaba que debían ser capaces de descansar y calentarse de forma segura.
Se dio la vuelta, y si él no hubiera estado en forma de tigre, podría haber aullado.
Así las cosas, el tigre dejó escapar un afeminado “¡Meowr!” de sorpresa.
—Cucú, te he seguido, — reclamo su esposa, que lo había acechado con éxito.

La Novia Del Tigre •||Saga El Orgullo Del Leon 4||•( Terminanda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora