Capítulo 2. REALIDAD CONSCIENTE

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Takato abrió los ojos y, sintiendo el malestar volver a atacarle, dejó que sus lágrimas corrieran. Era confuso, recordaba haber pensado que sería lindo poder embarazarse, pero ahora que se era realidad estaba tan aterrado que casi se arrepentía de aquel deseo inconsciente que algún cruel Dios había hecho realidad.

—¿Sigues sintiéndote mal? —preguntó Azumaya Junta preocupado por el estado de su amado—. Puedo llamar al médico, o llevarte al hospital, si quieres.

Takato no respondió, ni siquiera le miró, cerró los ojos y se tragó con asco y dificultad eso que le llenaba el tracto digestivo de estómago a boca.

» Lo lamento —dijo Junta poniendo la cabeza sobre la mano del azabache que descansaba sobre la cama, a un lado del cuerpo del hombre—, de haber sabido que esto sería tan difícil para ti no lo hubiera deseado con tantas ganas. Yo solo quería que ambos fuéramos mucho más felices de lo que ya éramos, perdón por ser tan egoísta.

Takato sacó la mano de debajo del rostro de Junta, dejándole sin aire y en estado de shock; y sus enormes ojos abiertos comenzaron a acumular líquido que se derramó cuando el que amaba puso esa mano sobre su cabeza.

—Siempre has sido egoísta —dijo en un lastimoso tono de voz el azabache—, pero es una de las cosas que más amo de ti. Yo lamento mostrarte esta patética faceta de mí, pero no puedes arrepentirte de lo que hiciste, porque es algo que también deseé. Aunque no esperé que viniera con tantos problemas, sé que voy a poder con esto porque los tengo a ti y a él a mi lado.

Eso era cierto, aunque le costaba asimilar su realidad, aunque de pronto casi se arrepentía, cuando recordaba el éxtasis en el rostro de su Chunta al saber que su imposible deseo se hacía realidad, se le antojaba volverse más fuerte para poder salir adelante con eso que amaba y eso que temía amar.

—Vamos a estar bien —prometió el rubio levantando la cara—, vamos a salir adelante y vamos a ser felices para siempre los tres juntos, como la amorosa y bella familia que somos, te lo prometo, Takato san.

Takato asintió, aunque no le creyó. Él tenía más experiencia en ese mundo en que ellos intentaban vivir, y sabía que no había piedad ni clemencia. Ya habían sido descubiertos, habían sido expuestos y señalados. Salir del hoyo donde los medios les habían tirado no sería algo fácil de hacer, y él no tenía más fuerzas de nada, ni de dejar la cama para vomitar, por eso lo hacía en un bote de basura que estaba al lado de su cama.

Junta se levantó del suelo para ayudar a su amado a limpiar su boca y mano, y cambiar su camisa, entonces se llevó el bote a enjuagar para traerlo de vuelta al lado de la cama.

—¿Puedes encender la tele? —preguntó el azabache y el rubio sintió que su estómago se hacía un nudo.

No quería negarle nada a Takato san, pero quería mucho menos que el otro escuchara todo lo que se estaba diciendo de ellos por ese medio.

—Si lo que quieres es ruido, puedo poner un poco de música clásica —ofreció el rubio—. Leí que Mozart es bueno para los bebés, así que me compré un montón de discos con su música.

—No quiero ruido —dijo el hombre en la cama—, quiero saber qué tan mal está todo.

—Takato san —habló Junta con seriedad—, ambos fuimos dados de baja de nuestros proyectos actuales, y nuestros managers nos dieron un descanso indefinido. ¿Eso no te da una idea de qué tan mal está todo?

—Prende la tele, Junta —ordenó el furioso azabache levantando la cabeza y fulminando con la mirada al que le miraba con sorpresa. Por los pocos segundos que habló no se vio nada enfermo el embarazado.

MILAGROS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora