TRIUNVIRATO

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¡Hola a todos! Wow. Que raro publicar esta idea tan pronto, pero es muy tarde y mi estómago lo pide xD

Es mi primera primera historia de Haikyuu, y planeo que sea corta. Todos, TODOS los comentarios son bien recibidos, sobre todo si tienen buena onda y respeto. 

Gracias, querida @Stacy_Adler por siempre estar ahí cuando alguien tiene que meterme una patada en el hígado. Te adoro mucho, amiga <3


Crédito de estas maravillosas imágenes en cada capítulo a @y_kabara <3

pixiv.net/en/users/148605


¡Nos vemos pronto!



CAPÍTULO 1: TRIUNVIRATO.

Dicen que lo gracioso de nacer junto a otra persona, es que nunca más en tu vida vuelves a estar solo. Que dar el primer aliento en compañía de alguien más te une de por vida, más allá del obvio lazo sanguíneo compartido por razones muy evidentes.

El 5 de octubre de 1995, Akemi Miya dio a luz a sus gemelos idénticos. Osamu nació pocos minutos antes Atsumu, y este se encargaría de refregárselo en cara hasta cumplir ocho décadas cada vez que su hermano se pusiera particularmente pesado.

Había antecedentes de partos múltiples en su familia paterna, por lo que Akemi y Takao sabían perfectamente que la lotería de gemelos podía ser suya de un momento a otro, y felizmente recibieron a esas dos bolas de sonrisas y luz. Hasta que claro, comenzaron a mostrar sus diferentes caracteres desde los pocos meses de vida.

Osamu era calmo. Solo lloraba cuando tenía hambre, se quejaba cuando necesitaba un cambio de pañal urgente, y el resto del tiempo se la pasaba durmiendo (luego de haber comido el doble que su hermano). Atsumu era distinto. Era un divo. Una «prima ballerina» versión mejillas regordetas y distintivos ojos caídos. El alma de la fiesta, y el que sacaba de quicio a su gemelo.

Así, pese a ser dos gotas de agua, sus padres los distinguían sin siquiera acercarse demasiado o ponerles camisetas distintas. Y sabían que así sería de ahora en más.

Todo en la vida tiene un comienzo. Un inicio. Un capítulo cero. Una historia de origen. Y la amistad de los gemelos Miya con Yoru Asekawa comenzó el invierno de 1996, en algún lugar entre las góndolas de cereales y arroz.

Mina Asekawa pasaba la mayor parte del tiempo sola con su pequeña Yoru. Shinichi viajaba constantemente por su trabajo como fotógrafo paisajista de montaña, y desde muy temprano tuvo que hacerse a la idea de que debería formar un vínculo muy fuerte con su hija para soportar las largas esperas por él. Su madre ayudaba mucho, pero no quería recargarla de trabajo.

Yoru no solía llorar demasiado. Los ojos azules, claros como el cielo despejado siempre encontraban algo más en lo que distraerse apenas parecía que las lágrimas comenzaban a salir. «Tienes el nivel de atención de una ardilla», pensaba Mina riendo, depositando un beso en sus cabellos oscuros, antes de dejarla en su cuna. Esa tarde de invierno, Akemi y Mina tuvieron la misma idea para la cena. Quizá por eso el destino guió a las dos mujeres al mismo lugar.

Atsumu juraba que recordaba ese momento. Osamu le decía que eso era biológicamente imposible y que dejara de mentir. Cuando la pelea terminaba, alguna de las dos madres terminaba de explicar lo que en verdad ocurrió: cómo el carrito doble donde los gemelos iban juntos, vestidos con camisetas de colores idénticos emulando sus rostros, se estacionó justo donde Osamu no podía alcanzar los tamizadores de arroz; cómo Atsumu se revolvía inquieto para estar lejos del brazo de su hermano, cómo las abuelas pasaban por su lado y decían en voz alta lo hermosamente adorables que eran ambos, aunque el de la derecha fuera tan serio... Todo aquello los llevó al momento en que ambos centraron la mirada en la primera cosa que, por única vez, pareció llamarlos a ambos al mismo tiempo.

Lo que pasó donde solíamos vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora