TRAIDOR

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CAPÍTULO 7: TRAIDOR.

Cuando Atsumu llegó a la cocina donde Omimi estaba rezando por su vida, lo hizo con una sonrisa en su aterciopelado rostro. Esa de costado, la que usaba cuando algo le causaba real gracia y necesitaba señalarlo. La misma con la que se ganaba el real mote de desgraciado entre los zorros de Inarizaki.

Por eso nadie se sorprendió realmente cuando entró con su celular listo para grabar una desgracia ajena con su cara de buen tipo. Era una persona horrible. Lo sabía. Lo capitalizaba.

Pasó casi una hora entre chistes, charlas y vasos de gaseosa hasta que el muchacho tomó en cuenta de que ni su hermano ni Yoru le habían seguido los pasos. ¡Qué desfachatez!, lo habían dejado solo. Probablemente estuvieran en un rincón con cara de aburrimiento, ya que su hermano no era gran partidario de reuniones concurridas, y la chica de ojos azules estaría ahí para animarlo. Siempre estaba ahí para animarlo.

Sacudió la cabeza varias veces, saliendo de la cocina con un jugo entre sus largos dedos. Los buscó con la vista varias veces, escaneando entre los invitados (y colados) en la sala. No podía ver la enorme figura de su hermano por ningún rincón. Tampoco la de Yoru. ¿Arriba? Y como un rayo subió. Su sorpresa fue enorme cuando encontró a Oujiro Aran y Shinsuke Kita haciendo guardia cuales caballeros en la puerta de una habitación abierta, donde una chica de largo cabello castaño estaba durmiendo. ¿Tan aburrido estaba todo que se había recostado por una siesta? Sonrió al hablarles, preguntando por su hermano perdido.

—Yoru no se sentía bien —le dijo Aran. No pudo evitar abrir los ojos como platos antes de que continuara —. Osamu se la llevó a tu casa.

—¿E-eh? ¿Qué le pasó?

¿Preocupado? Claro que sí. Era su amiga. Era la chica que amaba y había desaparecido. ¿Cómo no iba a sentir que el corazón latir a mil kilómetros por hora?

—Parece que descubrió que el alcohol hace daño. Al que beba solo una gota, lo pongo a correr dos días seguidos.

Por primera vez, una amenaza de Kita le sonó vacía. Porque su mente estaba prendada de algo más. Y cuando quiso correr escaleras abajo y hacia la puerta de salida, Suna, Akagi y Omimi lo detuvieron. Las cosas se salieron de control, y todos ayudarían a limpiar cuando todo terminara. No más escapes.

Y Atsumu no estaba riendo.

.

.

¡Oigan! el cabello negro peinado ligeramente hacia la izquierda se agitó cuando Atsumu infló de aire las mejillas ruborizadas—. ¿¡Quieren dejar de hacer causa común como los tramposos que son?

Siempre que pierdes nos llamas tramposos, Tsumu respondió la chica de cabello por los hombros. Hacía tiempo que decidió dejarse el cabello largo como todas las chicas del salón. Osamu estaba sentado a su lado, con el rostro parco y los párpados caídos observando de reojo a su hermano gemelo.

Llorón.

¡¡Cállate, Samu!!

Y todo comenzó nuevamente. Patadas, manotazos, hasta algunos intentos de mordiscos. Yoru atrapó en el aire los vasos de vidrio transparentes que volaron cerca de su cuerpo, corriéndose para evitar recibir algo por entrometida. Porque siempre terminaban así, hasta que la Señora Miya gritaba muy agudo y los dos se calmaban. «Si algo pasa, tú quítate del medio y protege mi vajilla», le había dicho. Ella, como firme soldado de infantería a sus ocho años, estaba cumpliendo.

Yoru parpadeó varias veces, ajustándose a la luminosidad de la habitación de los gemelos. La enorme ventana sin cortinas dejaba pasar el sol de la mañana con facilidad, aún con los cristales de agua de rocío formando figuras de arcoiris en las paredes de tintes azules.

Lo que pasó donde solíamos vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora