DIECISIETE AÑOS

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Pride can stand
A thousand trials
The strong will never fall
But watching stars without you
My soul cried

Kissing you - Des'ree Weekes

CAPÍTULO 6: DIECISIETE AÑOS.

Cuando Atsumu regresó del campamento juvenil, lo hizo con la más grande y autosuficiente sonrisa en el rostro. Comió feliz la cena de bienvenida de su madre, explicando con lujo de detalles todo lo que había visto esos cinco días fuera de casa. Tarde y en confidencia de su habitación, le dijo a su hermano que conoció a un tipo muy interesante. Un «santurrón» al que creía un sujeto horrible por referencias, y que enfrentarían en el torneo en febrero.

Sus compañeros estuvieron interesados en cada una de sus palabras, hasta que comenzó a alardear de las colocaciones que había hecho y pronto se dispersaron para seguir con el entrenamiento. Era como un escudo anti imbecilidades que los protegía de lo que pudiera lastimarlos psicológicamente.

El llavero de Totoro que le obsequió a Yoru estaba ahora colgando de su bolso mientras caminaban de regreso a casa, con el atardecer a sus espaldas y el frío de diciembre obligándolos a llevar bufandas sin chistar.

—Entonces, recapitulando. ¿Llegaste al campamento y lo primero que hiciste fue acosar a un pobre chico de Miyagi?

Yoru reía totalmente no sorprendida por sus acciones. Desde luego que Atsumu se iba a comportar como un idiota condescendiente con alguien que demostrara menos personalidad.

—¡No hice eso! —se defendió frunciendo el entrecejo y mirándola caminar entre medio de ambos, como siempre desde niños—. Había escuchado que lo tratan como un genio, y que tiene un carácter horrible...

—¿Cómo ?

—Cállate, Samu... —y manoteó su cuello desde donde estaba gracias a su largo brazo—. Como te decía, el tipo resultó ser un nene bueno que le da a todos los pases que ellos quieren.

—¿No es eso ser un buen colocador? —preguntó Yoru sonriendo de costado. Por supuesto que quería hacerlo cabrear.

—¡No! Un buen colocador hace que sus rematadores salten más alto. ¡Saca lo mejor de ellos!

—Un buen colocador no trata a los rematadores como sus monos, idiota—. Y ahora fue Osamu quien levantó el brazo opuesto para estrellarlo con violencia contra la nuca descubierta de su hermano.

Yoru se encogió de hombros, caminando unos pasos adelante para evitar ser víctima de una mano perdida. Extrañaba estas vueltas a casa los tres juntos. Pese a todo lo bueno que pasó esa semana, no cambiaría la sensación de caminar en trío por la calle por nada del mundo. Por realmente nada.

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La tercera semana de diciembre llegó tan pronto como pestañearon tres veces. Pronto, las calles de la ciudad estaban decoradas con guirnaldas y adornos brillantes. Los colores rojos y verdes y blancos adornaban cada escaparate, los puestos de pollo frito promocionaban al máximo para tener más ventas. Las ofertas de pasteles navideños hacían querer comprar uno aunque faltara una semana aún para el gran día.

Incluso la preparatoria Inarizaki se había unido al espíritu de las fiestas con carteles de colores en los pasillos y maestros con rostros más sonrientes. Cualquiera que odiara la ocasión pasaría un real infierno durante los próximos días si tenía que obligatoriamente asistir a clases.

Lo que pasó donde solíamos vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora