CRECIMIENTO

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CAPÍTULO 5: CRECIMIENTO.


Luego de los Intercolegiales de Verano, la preparatoria Inarizaki quedó seleccionada como los representantes de la Prefectura de Hyogo en el Torneo de Primavera que se llevaría a cabo en Tokio durante enero.

Los letreros gigantes colgados desde la azotea de la escuela no se hicieron esperar, aunque no podían asegurar que fuera una total sorpresa. Fueron seleccionados repetidas veces durante treinta y un años. Tres consecutivos. Y el segundo año que los gemelos Miya serían estrellas en la cancha.

Riseki, Akagi, Ginjima y Omimi saludaban tímidamente a las chicas que gritaban alegres cuando los veían pasar. Suna y el capitán Kita mantenían su expresión estoica mientras Aran estaba imposibilitado a no sonrojarse.

Fue entonces cuando los gemelos entraron en el ojo del huracán: gritos y exclamaciones que harían sobresaltar al más tranquilo. Todos estaban felices. No había manera de no estarlo.

Sobre todo por el esfuerzo como equipo, aunque Atsumu negara en lo absoluto la dificultad de llegar al primer lugar. A partir de ahora, las cosas se pondrían difíciles, y nunca debían confiarse en años anteriores. Después de todo, ese era el lema del equipo. Eso rezaba la bandera negra como la noche en brillantes letras blancas.


«NO NECESITAMOS RECUERDOS»


No necesitaban un pasado, porque siempre mirarían a un futuro. Esa era la forma en la que hacían las cosas. Y así, entraron al entrenamiento matutino. Con la frente en alta y el pecho lleno de promesas que cumplirían sin dudarlo.

Esa mañana de diciembre, el entrenador Kurosu entró al gimnasio con una nota y una sonrisa en su rostro. Una sonrisa verdadera, no la pedante que siempre tenía impresa en las facciones duras y que daban tanto terror como la que podía aparecer en la cara de Kita. El silencio reinó lo suficiente como para que un escalofrío recorriera el cuerpo de los presentes, reuniéndose a su alrededor casi a la hora de terminar la práctica. El sol helado entrando por las ventanas superiores del enorme edificio. Los alientos suspendidos en el pecho al oírlo hablar.

—Atsumu-kun, felicidades —dijo levantando la pequeña nota en su enorme mano—. Fuiste seleccionado para formar parte del campamento juvenil de Japón.

Y el silencio se hizo suspiro.

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—¿¡Campamento Juvenil!? ¡Rayos! ¡Felicidades, Tsumu!

El muchacho de cabello rubio recibió el cuerpo de su amiga al estrellarse contra el suyo con una enorme sonrisa. Se meció sobre sus propios pies llevándola con él como siguiendo una melodía invisible, sin notar que evitaba tocar el pie con los suyos por la diferencia de altura entre ambos.

—¡Gracias, Yoru! ¿Me invitas el almuerzo para celebrar?

—Eres un desgraciado oportunista. ¡Pero bueno!

Había algo en la forma en que Atsumu sonreía cuando pedía algo y se lo concedían: era como se vería un niño con su dulce predilecto. Como si el zoquete dejara de ser un imbécil egocéntrico y regresara a su estadío puro y tierno. El que solo duró unos pocos años de su vida antes de ser corrompido por él mismo.

—Aran-san y Kita-sempai están orgullosos. Ni ellos lograron esto.

—Que no se te suba a la cabeza, bobo.

—¡Fué lo mismo que me dijeron!

Mientras caminaban los tres hacia la cafetería, no pudo no girar el cuello para focalizar sus ojos en la igualmente figura de Osamu caminando unos pasos tras ellos. ¿Acaso a él no lo habían llamado? ¡Pero si estaban a la par uno con otro! Era imposible ver a un gemelo sin pen... Oh. No era cierto. Ella sabía perfectamente que el que más habilidad tenía siempre fue Osamu, desde niños. Incluso Aran se lo comentó una vez, sentados en las gradas en un descanso del club cuando se quedó a verlos. Fue como si alguien con un conocimiento superior le confirmara cada una de las cosas que supuso desde que los conocía. Se sentía bien sabiendo que no estaba tan loca después de todo.

Lo que pasó donde solíamos vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora