11. Diferencias.

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Qué calor.

Solté un gruñido, intentando moverme para cambiar de postura y destaparme, pero al momento sentí algo que me lo impedía.

Abrí con dificultad uno de mis ojos, hasta que este se adaptó a la luz del día, dejándome ver un brazo que me rodeaba con fuerza, provocando que abriera los dos ojos de golpe, asustada, hasta que me fijé en mi alrededor y me di cuenta de dónde estaba.

Poco a poco, los recuerdos de la noche anterior fueron llegando a mi memoria, provocándome una sonrisa totalmente involuntaria, y un sentimiento de felicidad, pero a la vez de nerviosismo por todo lo que eso suponía.

Acaricié su brazo con suavidad, provocando que la chica me apretara con más fuerza, haciéndome aumentar la inmensidad de mi sonrisa, igual que las caricias sobre su piel. Pocos segundos después la escuché murmurar algo ininteligible, todavía dormida, y se separó de mi, dándose la vuelta en la cama, dándome via libre para deshacerme de la manta e incorporarme un poco para poder contemplarla.

Podía sonar un poco perturbador, pero adoraba ver dormir a Alba. Desde siempre.

A ver tampoco es que entrara a su habitación por las noches a observarla, pero cuando se quedaba dormida cerca de mi, me gustaba deleitarme admirando su inconsciente perfección. Aún con la boca abierta y abrazada a la almohada como en ese momento.

Esta diosa está enamorada de mí.

Repetía esas palabras una y otra vez en mi cabeza, todavía sin creerme que eso estuviera pasando de verdad.

Eran tantas las emociones que sentía en mi, que el dolor de cabeza pasó a un segundo plano.

Me dejé caer sobre la almohada de nuevo, soltando un suspiro mientras cerraba los ojos y me mordía el labio incrédula.

-Tengo frío.- Murmuró la otra, con la voz ronca, estirando su brazo para agarrar la manta y cubrirnos de nuevo, haciéndose un ovillo bajo esta.

Yo suspiré de nuevo, resignándome a pasar calor. Aunque eso, lejos de borrar la sonrisa tonta que tenía en la cara, la hizo aumentar todavía más.

Al oírme, la chica volvió a moverse, y al sentir mi peso tras ella, giró levemente la cabeza para mirarme con un ojo medio abierto.

-Buenos días.- Solté una suave risa al ver su cara de resacosa recién levantada.

-Nat...- Soltó en un quejido grave, antes de cerrar de nuevo los ojos, y dibujar también una pequeña sonrisa de tranquilidad, dejándose caer otra vez sobre el colchón. -Tengo frío, ¿me abrazas?- Me pidió, antes de soltar una especie de ronroneo.

-Eres como un gatito.- Reí, antes de rodearla bajo las sábanas, y adoré como la calidez de su cuerpo me llenó el alma al instante, aunque por fuera me estuviera muriendo de calor.

Ella agarró mi brazo, tirando más de él para pegarme del todo a su cuerpo, entrelazando nuestras manos con fuerza.

-Estás calentita.- Murmuró, apretando más su cuerpo contra el mío, sin dejar de hacer soniditos graciosos. -¿Qué hora es?

-No tengo ni idea. Ayer me dejé el móvil en mi habitación cuando fui a ponerme el pijama.

-Ya te dije que no era buena idea. Si no te hubieras puesto pijama ahora sabríamos qué hora es y yo estaría mucho más calentita. ¿Ves? Son todo ventajas.

-Eres una listilla.- Intenté bromear, aunque sus palabras me hubieran puesto bastante nerviosa. -¿Por qué no lo miras tú en él tuyo?

-Porque está sobre la mesa del escritorio y eso implicaría tener que levantarme y despegarme de ti. Así que prefiero seguir sin saber la hora.

AuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora