Capítulo 19.

1.9K 238 106
                                    

Posesividad.

...

...

Inuyasha decidió entrar nuevamente al gran salón, debía hacerlo antes de que el general notara su ausencia. Al entrar, notó que ya quedaban pocas personas, ya era algo tarde y se habían marchado a descansar. Buscó con la mirada a su señor, este se encontraba bebiendo con el teniente y según la mirada del ojicarmín, no era algo bueno. Se acercó a ellos de inmediato.

—¿Dónde estabas?. —Preguntó el general apenas se acercó, se calmó un poco y decidió responder con claridad. Ese hombre parecía ver las mentiras a kilómetros de distancia. Pero, la voz ronca y el ligero tono rosado en los pómulos masculinos, era que nunca antes pensó ver. Al ver con detenimiento, era claro indicio de que se le habían pasado las copas.

—Me sentí abrumado en este ambiente y salí a tomar aire fresco.

—Mi general, será mejor que vayamos a su habitación antes de que haga algo de lo cual se arrepienta después. —Agregó el teniente tomando del brazo al hombre.

—Bien pero quédate, Inuyasha va a llevarme.

Inuyasha no tuvo tiempo de sorprenderse al ser llamado por su nombre por primera vez pues el general lo tomó del hombro y lo guió lejos del gran salón. Afortunadamente, ese hombre logró salir sin manchar su reputación, se excusó con los demás oficiales y salió con su distintiva elegancia. Lo acompañó hasta la puerta de su habitación y antes de dar media vuelta, ya estaba dentro de aquella lujosa habitación. Entró en pánico.

—Excelencia, yo debo volver a mi habitación. Vaya a descansar y volveré a servirle por la mañana.

El hombre ignoró cada una de sus palabras y lo llevó a rastras hacia su gran cama. Poco después, Inuyasha yacía acostado en esa cómoda cama con su señor encima, ese hombre lo besaba y estaba acostado entre sus piernas. Cabía mencionar que estaba completamente seguro que lo que sentía rozar su abdomen no era precisamente la espada de su señor.

Empezó a patalear y tratar de apartarlo pero era imposible. Siguió luchando hasta que ese hombre encima suyo tomó sus manos y las mantuvo cautivas sobre su cabeza. El general lo miraba fijamente, a pesar de que las luces estaban apagadas, pudo ver ese brillo peligroso en esos ojos.

—Te dije que me perteneces y aun así opones resistencia, ¿es porque soy yo y no Fujimori?.

—¿De que habla?.

—¡Los vi! ¡A mí no vas a engañarme, te dije que eras de mi propiedad y te revuelcas con ese imbécil!.

Era la primera vez que veía tan furioso a su señor, tal vez producto del alcohol. Sabía que había mentido y que ese hombre odiaba las mentiras pero al final, su vida estaba hecha a base de mentiras.

—¡No es lo que cree! ¡Se lo juro!. —Empezó a forcejear con más ímpetu, estaba asustado. No quería morir ahí mismo y estaba más que consciente de que era su culpa.

—¡No vas a volver a engañarme, esclavo!. —El general besó con fiereza a su sirviente y sin importar los forcejeos, fue capaz de descubrir aquel bronceado torso. A ver las silenciosas lágrimas, supo que estaba haciendo mal pero su rabia le impidió pensar con claridad. —¡Me has traicionado y vas a pagarlo con tu cuerpo!.

Sin llegar a tener cuidado, el general Taisho despojó de sus prendas al alterado sirviente que tenía debajo. Su furia hacía que dejara de pensar en claridad, que no le importara lo mal que estaba obrando. Cuando su sirviente quedó simplemente cubierto con sus ligeros paños menores, se dio tiempo para admirar ese tembloroso cuerpo. Una piel bronceada por el sol y ligeramente perlada gracias al sudor. Un físico fuerte sin llegar a exagerar, todo por el trabajo que llevaba. Unas manos pequeñas pero ligeramente ásperas por sostener herramientas manuales. Y finalmente, un rostro perfectamente colorado, húmedo por el sudor y un camino de lágrimas que se deslizaban por esas tersas mejillas.

El Sirviente del General.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora