Capitulo 25.

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Tras terminar de escribir la carta que definiría su destino, Inuyasha se dispuso a buscar un lugar lo suficientemente discreto como para ocultarla. Sabía que era peligroso mantenerla pues nadie debía saber de su existencia pero tampoco quería destruir sus más íntimos sentimientos y culpas. Todo lo que sentía estaba plasmado en esa hoja de papel, no podía simplemente destruirlo y ya.

Tras merodear por la habitación en la que dormía, encontró un lugar en donde ocultarla.

Inuyasha se arrodilló junto a su cama y metió su mano debajo, palpó los barrotes de madera que sostenían el colchón y logró zafar el extremo de uno que se encontraba algo flojo. Volvió a subirlo pero esta vez, con la carta sobre él. Lo acomodó y se irguió nuevamente.

Levantó el colchón, una delgada lámina de madera impedía ver lo que había debajo. Con eso, su carta no sería visible para nadie que imitara esa acción. Tras haber cumplido su tarea, Inuyasha se marchó para continuar con sus obligaciones.

Inuyasha a pesar del peligro y la inquietud que sentía, decidió simplemente conservar la carta, una carta que si llegaba a ser vista, podría brindar dos destinos completamente diferentes que dependían del tiempo en el que fuera encontrada y también, de quien fuera el que la encontrara.

En el primer escenario, esa carta prometía traer desprecio y un final trágico a su autor. En el segundo, podría llegar a traer aprecio y un nuevo comienzo. E independientemente de que era lo que podría traer ese escrito, esa carta seguiría estando oculta de todo ojo y seguramente así estaría por algún tiempo. Inuyasha se aseguró de ello.

...

...

Pasaron algunos meses desde que el general se marchó, Inuyasha prefería mantenerse ocupado en sus deberes para evitar pensar en la soledad interminable que lo aprisionaba. Porque a pesar que el mensajero le daba mensajes concisos acerca de la situación, no le eran suficientes. Necesitaba ver con sus propios ojos que aquel hombre que en su momento solo le daba temor, estuviera bien y de regreso prontamente.

Algunas veces, Inuyasha se mostraba de mal humor solo porque Koga tenía razón, en verdad parecía una doncella enamorada. Eso provocaba que le dirigiera malas miradas que el sirviente de la eterna coleta alta no sabía interpretar. Pero lo más importante, Inuyasha jamás admitiría que Koga estaba en lo correcto con sus suposiciones.

Después de un rato, Inuyasha se encontraba matando el tiempo cepillando a uno de los caballos, era relajante hacerlo y despejaba su mente. El fuerte sonido de una multitud enardecida, lo sacó de su ensimismamiento. Si no fuera por el vitoreo y las expresiones de alegría, pensaría que la mansión Taisho estaba bajo ataque. Decidió ir a ver de qué se trataba para salir de dudas. Salió y lo que vio lo dejó pasmado, una gran multitud de soldados que se mostraban cansados y aliviados, estaban tras un imponente hombre a caballo.

El general Taisho y su tropa estaban de regreso.

Un gran alivio fue lo que Inuyasha sintió en ese momento, aumentó en el momento en el que el general se acercaba a su señor padre y se postraba en una de sus rodillas ante él con una sonrisa leve pero tranquila. Todo había terminado y al parecer, de manera óptima.

Después de la primera impresión, el joven sirviente se marchó mascullando malas palabras. Después mataría a Koga por tener razón, en verdad parecía una doncella enamorada esperando a su caballero de brillante armadura.

...

...

La noticia del regreso del general se expandió como pólvora encendida. Todos celebraban por su victoria y los soldados descansaban después de tanto tiempo fuera. El general había sido recluido para su completa recuperación por orden del duque. Presentaba varias heridas aunque ya habían sanado, algunas habían sido mortales pero en su terquedad no lo había visto y no reparó en que tan graves eran. Porque la mayoría del tiempo se la pasaba mostrándose renuente a obedecer a los médicos, solo él sabía que era lo que quería y su avidez por terminar rápido ese asunto.

Antes de que la noche cayera, Inuyasha recibió la visita del teniente general Naraku Ayakashi. Traía un mensaje importante para él de parte del general Taisho. Algo extraño considerando que el general prefería mantener sus asuntos para con Inuyasha en privado. O al menos eso fue lo que Inuyasha pensó en ese momento. Simplemente el teniente había llegado y había pedido una reunión en privado que Inuyasha aceptó de inmediato.

—Sé que mi visita debe de ser confusa. —Inuyasha asintió casi de inmediato. —Como ambos hemos tratado de cerca con el general Taisho, debes de entender que a veces suele ser algo impulsivo o extraño con sus órdenes. —Inuyasha volvió a asentir. —Iré al punto, el general quiere que lo encuentres en un punto en específico. Especificó que tú ya sabes en dónde encontrarlo, dijo que fueras al lugar de ''reencuentros y despedidas''. Dijo que te estará esperando ahí.

—Entiendo.

—Advirtió que debes ir solo y que nadie más debe saberlo, de lo contrario te irá muy mal.

—De acuerdo, gracias por decirme.

—Yo solo cumplo órdenes de mi superior. —Avanzó un par de pasos retirándose. —Por más extrañas que sean. —Finalizó para sí mismo y dejó a Inuyasha solo.

Después de que el teniente se marchara, Inuyasha se quedó solo con sus pensamientos. Nunca pensó que el general usaría su poder para usar al teniente general como si fuera un simple mensajero y peor aun, usarlo para un tema tan íntimo y delicado. El lugar de ''reencuentros y despedidas'' era bastante simple, el lago. Solo ahí se habían despedido, aunque no entendía eso de los reencuentros puesto que ahí no fue la primera vez que lo vio después del asedio. La primera vez que había ido al lago solo, había tomado un baño y nada más. Tiempo después había meditado en voz alta en ese lugar pero no había sido considerado un reencuentro. Solo el general sabía lo que significaba eso.

Inuyasha atribuyó ese mensaje a la orden que le había dado el general antes de marcharse, algo se lo decía. Y aún así, no tenía idea de que era ese ''algo'' que el general quería. No deseaba llegar con las manos vacías a ese encuentro, no después de haber pasado tantos meses en la incertidumbre de solo recibir breves noticias de su señor, algunas eran demasiado preocupantes y había que resaltarlo. El general era alguien descuidado en cuanto a su persona se refería. Pero ese no era el punto, aún debía pensar más. Aunque tampoco tenía tiempo de hacerlo, simplemente esperó a que Koga se marchara a dormir para poder escabullirse sin ser visto. 

Cuando llegó al punto de encuentro, el general ya estaba ahí esperándolo. Al ver que el general portaba una delgada camisa blanca y abierta, Inuyasha no pudo evitar desviar la mirada. Era demasiado pudoroso todavía, aun si ya hayan hecho cosas subidas de tono. Esa espina de vergüenza seguía ahí, algo que divertía en gran manera al general. Cuando llegó al lado del general, fue abrazado sorpresivamente y eso si que lo desconcertó. Esperaba que después de ver hasta lo impensable, el general no haya vuelto a su personalidad dócil. El mundo no estaba preparado para eso todavía, mucho menos él.

—¿Ocurre algo, mi señor?. —Alcanzó a decir Inuyasha.

—Quiero averiguar algo, mantente en silencio hasta que diga lo contrario. —Sentenció.

Inuyasha obedeció, dejó que el hombre lo abrazara todo lo que quisiera. Seguía considerándose su posesión, un objeto que tal vez pronto dejaría de ser interesante. De ser así, prefería aprovechar y sentirse amado en esos fuertes brazos. Porque algo le inquietaba, algo lo mantenía tenso y no era ese abrazo furtivo. Algo grande estaba por venir y no quería que pasara.

Continuará...


El Sirviente del General.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora