Capítulo 38 (parte 3).

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Una vez que el General Taisho había tenido acceso a un mensajero, le había encomendado la tarea de ir a su territorio y llegar a su mansión. Con una orden que solo su tesorero reconocería, ordenó que viniera en su búsqueda con más dinero y el título de propiedad del caído ducado Setsuna. El hombre de su entera confianza debía salvaguardar esos documentos durante el viaje y entregárselos a la brevedad. Porque le haría un regalo a Inuyasha pero dudaba que llegaría a sus manos y eso era lo que esperaba. Si Inuyasha decidía declinar de su propuesta y quedarse atrás, el General debía asegurarse, muy a su pesar, de que estaría a salvo en casa de Fujimori y a su cuidado.

Y como lo había ordenado, su orden fue cumplida luego de unos días de espera. El General simplemente envió la documentación a la mansión Fujimori y esperó pacientemente. Si Inuyasha iba a buscarlo a ese lugar, podría saber si había recibido o no aquellos documentos de suma importancia. Incluso mandó a un par de hombres que contrato a vigilar los alrededores en busca de cualquier anomalía en los movimientos de esa casa. El General no se fiaba de los Fujimori, de Miroku Fujimori para especificar. Algo en él le hacía desconfiar.

Cuando Sesshomaru Taisho recibió la noticia de un reconocido Notario había estado yendo a la mansión Fujimori frecuentemente, supo que Miroku Fujimori probablemente había caído en su trampa. Inuyasha solo debía firmar y el territorio que perteneció a su familia paterna, sería suyo. No hacía falta más porque ya lo había arreglado, justo como lo especificó en la ofrenda de paz que le había enviado a la familia. Tan solo le quedaba esperar a que no engañaran a Inuyasha para quitarle lo que le había enviado, pero si eso llegaba a pasar, ya tendría un motivo sólido para sacarlo de ese nido de embaucadores. Solo debía esperar pacientemente los resultados.

Durante los días siguientes, el General se la había pasado divagando

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Durante los días siguientes, el General se la había pasado divagando. Ya sea imaginando escenarios si Inuyasha deseaba quedarse atrás o si decidía seguirlo, recordando todo lo que tuvo que pasar para cambiar sus pensamientos y asimilar que el otro general solo era una patética excusa suya para tocar a otro hombre sin asumir que en verdad deseaba y necesitaba hacerlo. Imaginar escenarios indecentes, ya fueran terribles o agradables, era lo que se la pasaba haciendo, no era como si pudiera hacer otra cosa estando encerrado entre cuatro paredes. Si salía, podía alertar a Fujimori y no deseaba encontrarse con él todavía. Primero debía saber si su plan resultaba y algo le decía que lo haría.

Luego de unos días en ese encierro y que recibiera noticias acerca de todos los movimientos en la mansión Fujimori, el General Taisho se encontraba dentro de la habitación alquilada puliendo la espada que su padre no quiso recibir. Mientras pasaba el paño por la brillante hoja y seguía admirando su mar de pensamientos, escuchó sonidos en la puerta. Alguien estaba tratando de entrar al lugar. Por esa razón, se mantuvo alerta y empuñó su espada, caminó cauteloso hasta llegar a la puerta y una vez se abrió, sin siquiera pensarlo tomó al intruso y lo golpeó contra la pared, la espada estuvo en la garganta del recién llegado en cuestión de segundos.

En cuanto vio el rostro del hombre que ingresó, el General soltó su arma cuidando de no herirlo. Solo Inuyasha sería capaz de entrar así y no reflejar más que devoción en su mirar. La única persona a la cual no le causaba miedo y que no temía ser lastimada por el filo de su espada.

―Entrar de manera inesperada donde un militar, podría acarrearte muchos problemas. ―Murmuró al alzarle el mentón. Le dio un beso cargado de necesidad. ―Tardaste mucho. 

Se había vuelto dependiente del hombre que alguna vez fue su sirviente, de sus besos y toques furtivos, de su mirada amielada que lo miraba con una inmensa fascinación. Aunque ambos compartían ese gesto. No pudo dejar de besar sus labios en cuanto los tocó nuevamente, recordando cuan suaves y dulces eran, tan adictivos que no podía separarse de ellos. 

Cuando la puerta se cerró y ambos entraron completamente, Inuyasha le contó como había sido prácticamente encerrado en ese lugar. El odio que el General le profesaba a Fujimori solo aumentó tras enterarse de eso, esa disque protección no se la creía ni la difunta duquesa Fujimori. Había algo raro pasando e Inuyasha estaba involucrado, aparentemente sin darse cuenta de ello. Pero el General sabía que Inuyasha era demasiado incauto como para saberlo, después de todo, no había sospechado de sus primeras intenciones. Tal parecía que Inuyasha no había heredado esos genes ambiciosos que corroían a esa familia, su mente se lo decía.

Después de escuchar como Inuyasha había tratado de ir a él varias veces y el como había sido detenido cual criminal, terminando por ser encerrado en sus habitaciones, llegó la pregunta que deseaba hacer. Solo así podría llegar la definitiva y que definiría su siguiente proceder.

―¿Recibiste mi presente?.

La confusión mostrada por Inuyasha, inevitablemente le había formado una sonrisa. Tal parecía que Miroku Fujimori había caído en su trampa y le había arrebatado a Inuyasha lo que por derecho le pertenecía. Ciertamente la satisfacción se había pintado en su rostro, el General pudo ver las verdaderas intenciones de Fujimori gracias a esa vil acción. Seguramente Inuyasha no vería ni un céntimo de la fortuna de su familia materna, quizá hasta ya haya caído en alguna treta de ese hombre ambicioso para arrebatarle el derecho de su herencia. Eso era lo que esperaba, en verdad deseaba que Inuyasha se diera cuenta que no todas las personas eran lo que aparentaban y que la falsa amabilidad era algo usual en la nobleza. Su antiguo sirviente aún era ignorante de ese oscuro mundo y él le abriría los ojos, le enseñaría a ver las intenciones de su alrededor y que ni la familia podía resistirse a la codicia y ambición. 

Pero, eso sería en otro momento, todo eso se quedaría fuera de su pequeña reunión. Ya habría tiempo para desenmascarar a las personas con malas intenciones, en ese momento solo quería besar a ese chiquillo hasta saciar esas ansias que lo habían molestado desde la última vez que se vieron y en realidad eran muchas. Y no solo eso, quería demostrarle lo que sus palabras no podían decir con sus acciones. Si las palabras no podrían expresar lo que sentía, sus acciones lo harían. 

El General interrumpió la habladuría del que fue su sirviente y lo llevó a su habitación, ya podrían hablar una vez que su necesidad fuera cumplida. Todo y todos podrían irse al demonio en ese momento, solo ellos dos y sus palabras silenciosas era lo que importaba. Ya podría preguntarle a Inuyasha sobre la gran pregunta y desear en silencio una respuesta afirmativa, ahora solo le quedaba demostrarle un poco de lo que tendría si aceptaba su propuesta.

Continuará...


En serio, en serio, lamento la tardanza. Espero tratar de encontrar la inspiración para continuar con esta historia (aunque prácticamente son 2 en 1). No había sabido como continuar, ya la estaré releyendo para saber como continuará, gracias por el apoyo que le han estado dando pese al hiatus!:

Pd: Lamento que fuera una actualización corta, trataré de ponerle más empeño.

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⏰ Última actualización: Feb 13, 2021 ⏰

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