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Sé que es un capítulo demasiado corto... Créanme, lo sé. Pero no se cuantas hojas son ya que lo escribí en mi celular...

Como sea... Espero sea de su agrado :3!

El resto del fin de semana pasó… Con extrema lentitud. 

En cuanto llegó a su casa, lo primero que hizo fue ir a su cuarto a cambiarse de ropa. Quería estar cómoda y tratar de relajarse después de lo sucedido. 

Pero sin importar que estuviera haciendo, o en qué tratará de distraerse, su traicionera mente la llevaba de regreso al cuarto de Anna. 

Recordando cómo rozaba su trasero, cómo buscaba desesperadamente entrada en ella pero por la maldita ropa nunca pudo hacerlo. 

Esos dos días tuvo que bañarse más de una vez con agua fría para calmar a su cuerpo, y cuando eso no fue suficiente, debía de recurrir a métodos más… drásticos. 

El lunes por fin llegó, y en cuanto sus pies pisaron la escuela, tuvo una guerra de emociones. Por una parte, estaba ansiosa por ver a Anna y disfrutar de su presencia; pero por otro lado, estaba absolutamente aterrada de lo que pudiera decirle acerca del sábado.

Las horas pasaban con rapidez; alumnos entraban y salían del salón conforme eran sus horarios. Hasta que la última hora llegó. Podía sentir su corazón latir a mil por hora y sus manos un poco sudadas, pero su rostro se mantenía sereno. 

Cómo lo había estado haciendo en las últimas semanas, esperó unos minutos para que Anna llegará al salón. Pero cuando transcurrieron 10 minutos y no había signos de su pelirroja por ningún lado, no le quedó de otra que comenzar con lo programado.

Dio su clase como siempre, pero su mente se encontraba en otro lado. Preguntándose cuál sería el motivo de la ausencia de Anna, si le había pasado algo o si se encontraba bien. 

La idea le estuvo dando vuelta hasta que escuchó la campana, indicando que las clases habían finalizado. Despidió a sus alumnos y levantó sus cosas para dirigirse a su carro. 

Una vez dentro, estuvo considerando sus opciones. No sabía nada de Anna aún, y tampoco había alguien que la conociera y pudiera preguntar. Y tampoco podía ir a su casa por algo tan simple como no asistir un día.

¡Maldición! ¿Por qué no le había pedido su número de celular para comunicarse con ella? Después de todo lo que habían pasado, ya no sería raro pedir algo tan trivial como su número. 

Suspiró. Quizás estaba pensando demasiado las cosas y simplemente faltó porque no quiso ir. Era la primera vez que algo así pasaba, y era muy normal que los alumnos no fueran a algunas clases de vez en cuando. 

Con eso en mente, arrancó el motor y se dirigió a su casa. Al día siguiente, cuando entró a la escuela el director le pidió hablar con ella durante el receso. Suprimió un gruñido frustrante al escuchar eso.

Al terminar de hablar con él, salió echando humo de su oficina hacía su salón; solamente le había hablado para invitarla a una estúpida conferencia de la cual ella no tenía el más mínimo interés y, gracias a eso, perdió valiosos minutos para poder desayunar.

No veía quienes pasaban a su lado. Las personas se apartaban de su camino al ver su mirada llena de molestia, su único objetivo era; ir a su salón, ver a Anna y preguntarle si todo estaba bien.

Estaba a unos metros de llegar a su destino, cuando una voz femenina la detuvo de golpe. No fue precisamente la voz la que causó eso, sino las palabras que traían consigo. 

- ¿Cómo fue tu cena con Anna?

ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora