Sin manual de instrucciones

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Era delicioso sentir la suavidad del vino escurrirse por su boca como el terciopelo en la piel, ahora entendía porque a Maura le gustaba tanto, sin embargo los nervios que sentía a centímetros de la pelirroja le impedían disfrutar a pleno aquel momento. Hubiese dado hasta lo que no tenía por un manual de instrucciones, algo que le dijese exactamente cuando, cómo y donde debía rozar, tocar, besar. Afortunadamente, la mujer frente a ella notaba a la perfección sus nervios y se esforzaba por hacerla sentir cómoda. Sin embargo, tras casi media botella de vino, Jane solo le había propinado un par de miradas y una leve caricia.

J- ¿A dónde vas?- pregunto la morena al ver que Maura se ponía de pie.

M- Shhh, aguarda aquí- la forense se paro y caminó a la habitación, permaneció un0s minutos allí en silencio mientras Jane moría de la intriga. Para cuando estaba a punto de ir a buscarla, Maura grito que cerrara los ojos y se acercó despacio por el pasillo. Ansiosa como no lo había estado en su vida obedeció sin protestas, sentía que el corazón le galopaba con fuerza en su pecho pidiendo espacio para latir con más fuerza. –Puedes abrirlos.

Jane titubeo un momento para luego levantar sus párpados mientras buscaba a la mujer que estaba parada junto a la puerta, había apagado la luz y tenía entre sus manos un pequeño recipiente con una única vela dentro. Su cuerpo escultural se dibujaba en la penumbra, con su ropa interior de encaje rojo que le quedaba pintado al cuerpo. Su cabello delicadamente ondulado caía a ambos lados de sus hombros, y sus ojos verde pardo brillaban como mil estrellas; era su Venus de Milo, Afrodita en persona encarnada en su belleza.

J- ¿De donde has sacado la vela?- solo atinó a decir eso, Maura la había dejado sin palabra alguna.

M- Las he visto en un cajón mientras te duchabas- le sonrió sin moverse del lugar- ¿eso es todo?, ¿no tienes nada que decirme?

Jane se puso de pie tras vaciar su copa y se acercó hasta la pelirroja, le quito la vela de su mano y la colocó sobre la mesa, se volvió nuevamente y no pudo contener las ganas de tomarla por la cintura.

J- Creo que decir algo ahora esta demás.

M- Esta vez estoy de acuerdo contigo- le sonrió una vez más y se abalanzo sobre los brazos de la morena al tiempo que apresaba sus labios en los suyos.

Jane la sujeto fuerte por las caderas mientras se dejaba llevar por la locura que esa mujer le hacía sentir. Caminaron hasta el dormitorio deshaciéndose de su ropa para quedar en igualdad de condiciones. Una vez allí, calló sobre el cuerpo de Maura en una marejada de besos y caricias tan incontrolables como el clima.

J- ¿Estas bien?- pegunto con timidez mientras lograba al fin quitarle el sujetador para admirar su cuerpo desnudo por primera vez.

M- Tranquila Jane, solo déjate llevar, lo estas haciendo bien- las palabras siempre justas y precisas de la forense acabaron por darle el ápice de confianza que tanto necesitaba.

Esa noche se permitió danzar al compás de sus latidos sobre el cuerpo de Maura, se dejó embriagar por su aroma y el sonido de sus gemidos cada vez que entraba despacio en su sexo. Arrancó de su boca suspiro tras suspiro al tiempo que sus cuerpos sudados se fundían en la noche tormentosa. Cuando al fin se hubo esfumado hasta su última gota de aliento, cuando las piernas, los brazos y cada centímetro de su cuerpo no estuviesen agotados, sólo entonces se dejó caer a su lado para abrazarla.

M- Mírame- pidió la forense tomando su rostro al tiempo que jalaba de las sábanas para que pudiesen cubrirse. Los ojos de Jane buscaron los suyos en la oscuridad esforzándose por distinguir su silueta- ha sido la mejor noche de mi vida.

J- No te creo- dijo sonriendo levemente sabiendo que era imposible que fuese así por más especial que se hubiera sentido.

M- Créelo, sabes que no te mentiría- Maura volvió a besarla y se acurruco a su lado para disfrutar de ese perfecto silencio. Esa noche Jane al fin comprendió que no hacía falta un manual de instrucciones para amar a la mujer a su lado, sólo debía permitirse ser libre y es justo lo que haría a partir de ese momento.

La mañana siguiente despertaron cerca del medio día, la habitación era un desastre, la cama era un desastre, lo único perfecto era la compañía de la mujer que la abrazaba bajo las sábanas.

M- ¿Cómo has dormido?

J- No tan bien como en tus sabanas de algodón egipcio, pero no puedo quejarme de la compañía- bromeó mientras la acercaba más contra su cuerpo para poder besar su cuello- ¿Quieres desayunar?

M- Es más bien hora de almorzar Jane- le dijo dulcemente mientras le regala una sonrisa.

J- Bueno, déjame ver que hay en el refri y me inventaré algo que se le parezca.

La cocina nunca había sido su fuerte, sin embargo esa mañana se sentía con el humor suficiente como para intentar algo que pudiese medio sorprender a la forense. Media hora después, Maura simplemente no pudo resistirse a ir a observar porque la habitación de junto parecía un campamento militar.

M- ¿Necesitas ayuda?- soltó una carcajada al ver a la morena cubierta de harina mientras preparaba unos panqueques.

J- ¿Qué haces levantada Maura?, quería sorprenderte.

M- Ya me ha sorprendido lo suficiente detective, déjame que yo acabe aquí, tengo que compensarte por este fin de semanas, has estado simplemente increíble hasta en el más mínimo detalle.

J- ¿Aunque haya convertido la cocina en un tiradero?

M- Si, incluso a pesar de eso.

Almorzaron al cabo de una hora, y tras dejar la cabaña en perfecto orden, salieron a dar un último paseo por el lugar. Afortunadamente la tormenta primaveral había desaparecido y el sol calentaba con la misma intensidad que el día anterior. Se abrieron paso en el sendero aún lodoso y se quedaron a orillas del lago hasta ver una nueva puesta de sol.

Durante todo el viaje de regreso a Boston, Jane no pudo ocultar su dicha y una sonrisa se dibujaba en su cara cada vez que volteaba hacia el asiento del pasajero para contemplar a la pelirroja. Era grato regresar a casa después de pasar dos días a solas sin tener que esconderse de nadie ni dar explicaciones, sin embargo, Jane sabía muy bien que en algún momento su madre la atacaría con preguntas y tendría que contarlo todo. Si por ella fuese bien podía mentir, sin embargo la mentira debía de ser sustentada por la mujer a su lado, que de mentir entendía muy poco.

M- Pon la ropa en el cesto Jane, pediré la cena, me apetece irme a la cama temprano- exclamo con un gesto insinuante al tiempo que se quitaba los tacones.

J- Tengo la sensación de que te gusta mucho provocarme.

M- Me fascina hacerlo- se mordió el labio provocadoramente y se acercó para besarla, pero mientras se perdía en los labios de la morena alguien golpeó la puerta.

J- Por favor no me digas que es mi madre- refunfuño Jane dándose la vuelta para dirigirse al cuarto de lavandería. Maura camino hacia la puerta resignada tras ser interrumpida, y se quedo helada mientras miraba por el vidrio que estaba junto al portal.

M- ¿Ian?- dijo abriendo la puerta

I- Hola Maura 

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