CAPITULO 0️⃣6️⃣

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–¿Por qué te da tanto miedo el compromiso?

Christian , que estaba tomando un sorbo de vino, se atragantó, sorprendido por la pregunta de Anastasia. Dejó la copa sobre la mesa, al lado de los restos de un filete de mamut y la miró a los ojos.

–Acabo de comer un kilo de carne. ¿Qué intentas, provocarme una indigestión?

¿De dónde había salido esa pregunta? Todo había ido sorprendentemente bien hasta ese momento. El paseo por Florencia había sido menos aburrido de lo que esperaba porque Anastasia se emocionaba a cada paso, pero casi había olvidado lo directa que era. Tal vez porque seguía nerviosa. No había dejado de hablar desde que salieron de la villa, pero en lugar de irritarlo como solía ocurrirle con otras mujeres, su interminable charla le había traído recuerdos de la infancia. Para un chico a quien habían enseñado desde niño que lo mejor era mantener la boca cerrada, Ana era refrescante y divertida. La única vez que se quedó callada fue mientras atravesaban Florencia en la Vespa. Pero eso había despertado otro recuerdo de su primer paseo en moto por Grey's Cross.

Después de esa distracción, sentir los cálidos pechos femeninos apretados contra su espalda no había hecho mucho por su autocontrol. De modo que tuvo la idea de hacer un tour privado por la Galería de los Oficios mientras intentaba calmarse. Pero mientras paseaban de la mano por la galería Vasari y ella le hacía preguntas, ocurrió algo extraño. Christian vio cómo el rostro de Anastasia se iluminaba frente al esplendor renacentista de La primavera de Boticelli o cómo contenía el aliento ante la etérea belleza de la Venus de Tiziano y de verdad empezó a pasarlo bien. Había llevado a algunas chicas allí pero ninguna de ellas se había quedado tan transfigurada por la belleza de Florencia como Anastasia. Y durante la cena en Latini, devoró la especialidad de la casa con el mismo fervor. Pero mientras la veía pasarse la lengua por los labios, la diversión y la nostalgia se habían convertido en anticipación. No quería seguir hablando sobre un tema que no le interesaba nada. Lo que quería era volver a la villa para hacerla suya. Pero antes de que pudiera pensar en una salida, ella siguió:

–Siempre dices que no quieres nada permanente –le dijo, mirándolo a los ojos.—¿No te parece un poco raro? Especialmente en un hombre de tu edad.

–Sólo tengo treinta y un años –dijo él, irritado. No estaba a punto de cobrar la pensión de jubilación.

–Lo sé, pero es a partir de los treinta años cuando la mayoría de los hombres empiezan a sentar la cabeza. ¿No quieres tener hijos?

–¿Por qué te importa? A menos que quieras hacerme una proposición... —En lugar de parecer molesta u ofendida, Anastasia soltó una carcajada.

–Por favor, no seas tan engreído. Un hombre con tu fobia al compromiso no es precisamente un gran partido.

–Ah, me alegra saberlo –dijo él, no tan complacido como debería.

Apoyando los codos en la mesa, Ana lo miró a los ojos.

–Siento curiosidad. ¿Qué te ha pasado para que estés tan decidido a no tener una relación seria con nadie?

–Tengo relaciones normales –dijo él–. ¿Cómo llamas a esto nuestro?

Ella rió de nuevo, con los ojos brillantes.

–La nuestra no es una relación normal. Al contrario, yo diría que es bastante inusual.

–Muy graciosa –Christian le hizo un gesto al camarero para que les llevase la cuenta.

–¿Nos vamos?

–Tomaremos el postre en la villa –respondió Christian. Era hora de dejar de hablar de esas tonterías y empezar a debatir qué parte de ella quería devorar primero–. Allí hablaremos de lo inusual que es.

LOS ASUNTOS DEL DUQUE (HISTORIA CORTA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora