CAPITULO 1️⃣0️⃣

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–¿Crees que el nuevo patrocinador querrá que el nombre de su empresa aparezca en el programa?—Ana, que estaba trabajando en el ordenador, se dio la vuelta para mirar a Mía.

–¿Qué?

–Estoy dándole los últimos toques al programa y no sé si deberíamos incluir el nombre de la empresa del duque.

–Sí, supongo que sí –respondió Ana, sin mirarla–. Me parece buena idea – añadió, con un entusiasmo que no sentía.

Había vuelto de Florencia dos semanas antes y no podía hablar de Christian sin que se le rompiera el corazón. No quería pensar en él, pero no podía evitarlo. Y, aparte de que la dejaba agotada, no iba a cambiar nada. Una semana antes casi creía haberlo conseguido, cuando llegó a la conclusión de que no estaba tan loca como para haberse enamorado de Christian en tres días; sencillamente nunca había dejado de quererlo. En todos esos años, su amor por Christian había estado en un rinconcito de su corazón, esperando volver a verlo. Pero sabía que no serviría de nada. ¿No debería ser capaz de olvidarlo y seguir adelante? Christian lo habría hecho en cuanto se marchó de su oficina, estaba segura. Y por mucho que eso la entristeciera, debería estar agradecida porque esa indiferencia era la razón por la que no había retirado el patrocinio para el teatro. Había estado tan pendiente de Christian esos días que se había olvidado del teatro por completo y eso hacía que se sintiera culpable. Pero mantener una actitud profesional era fundamental y, si tenía que lidiar con Christian en el futuro, lo haría mostrándose absolutamente fría. El teatro Crown and Feathers era su única prioridad.

–¿Por qué no llamas a la oficina de Florencia para ver qué dicen, Mía?

–¿Por qué no llamas tú? –replicó su ayudante–. Puede que te pasen con el duque.

–No, estoy ocupada revisando el currículo de Jake—Anastasia se volvió hacia el ordenador. No le había contado a Mía lo que había ocurrido en Florencia y no pensaba hacerlo. Hablar de ello sólo haría que fuese más difícil olvidarlo. De modo que siguió tecleando, alegrándose de que el ruido de las teclas le impidiera escuchar la conversación. Pero cuando terminó, la oyó colgar el teléfono. –¿Todo bien? –le preguntó.

–Mejor que bien –respondió su ayudante–. Menos mal que se me ha ocurrido llamar, el email ha debido perderse.

–¿Qué email? –preguntó Anastasia.

–El email en el que nos informaban de su visita—Mía miró el reloj–. Según su ayudante, el avión ha debido aterrizar hace treinta minutos, así que podría estar aquí en menos de una hora –añadió, levantándose–. Deberíamos arreglar esto un poco. Imagino que querrá ver la oficina.

Anastasia tuvo que llevarse una mano al estómago.

–¿Qué estas diciendo?

–El duque –respondió Mía–. El duque está punto de llegar.

–¿Cuándo dices que volverá? –Christian se llevó la cerveza a los labios mientras miraba alrededor, pero el tibio líquido no logró aliviar su garganta seca. Anastasia le había hablado de aquel sitio en Florencia, pero en realidad nunca la había escuchado ni se había molestado en preguntar nada. Mientras su ayudante le enseñaba el café teatro Crown and Feathers y le presentaba a los actores y a la gente que trabajaba allí, se dio cuenta del trabajo que Anastasia había hecho allí y cuánto significaba para ella. Había sido un egoísta además de otras muchas cosas. ¿Cómo podía compensarla? La ayudante de Anastasia lo miró con una expresión rara, probablemente porque había hecho la misma pregunta cinco veces desde que llegó.

–No estoy segura. ¿Quiere que la llame al móvil otra vez? –respondió Mía. Christian dejo la cerveza sobre el mostrador. ¿Cómo se habría enterado Ana de su llegada? Sólo le había contado a su ayudante que tenía intención de ir a Londres porque intuía que, de saberlo, Ana saldría corriendo.

LOS ASUNTOS DEL DUQUE (HISTORIA CORTA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora