Capítulo 2

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¡Lo que soy en realidad!

-"Pipipiií, pii, piiiií......"-

El despertador sonó en la habitación haciendo que la persona dormida se despertara, era un hombre de 14 años con el pelo increíblemente amarillo, ojos azules eléctricos y tres marcas de bigotes en cada mejilla. Estiró su mano y la apago mientras suspiraba, era otro día para Naruto Uzumaki.

Naruto se enderezó sobre la cama quedando sentado reposando su espalda contra el cabecero de la cama. Estaba sudando y su mirada estaba perdida.

-"Solo fue un sueño"- susurro tristemente para sí mismo.

Su padre seguía muerto y él estaba solo, no podía dejar de pensar en la frase de aquella mujer, "no estás solo hijo mio", su palabras, su abrazo, se sentían tan cálidos, tan reales pero solo era un sueño, una mera ilusión que su cerebro había creado.

Levantó un poco su vista y miró su habitación desordenada, no tenía gran cosa, libros, un armario y un espejo. Mirando a los libros Naruto sonrió con tristeza, cada uno de ellos su padre se los había comprado y ayudado a leer. Mitología, filosofía y artes marciales, eran los temas que más le gustaban e interesaban.

Desvió su mirada hacia una espada de madera que estaba apoyada sobre la puerta, su padre era un maestro del Kendo y de las artes marciales mixtas haciendo que a Naruto se interesara desde muy joven por ellas y quisiera seguir sus pasos.

Naruto se limpió una lágrima que había salido de su ojo y se levantó despacio de su cama dirigiéndose directamente al baño para secarse el sudor. Se lavó la cara y se miro al espejo, tenía grandes ojeras de no poder descansa bien y sus ojos se veían rojos de llorar al igual que su piel algo pálida, ya habían pasado cinco días desde la muerte de su padre y solo había salido de casa para visitar su tumba.

Suspirando con melancolía abandonó el baño de su habitación, salió de su habitación quedando en el pasillo corto y poco iluminado que daba a varias puertas, una daba hacia las escaleras y bajar al primer piso, otra era la de su habitación y por último la del fondo la de su padre. Había permanecido cerrada desde su muerte, Naruto se quedo mirandola, casi deseando que de ella saliera su padre y le deseara los buenos días como hacía siempre pero eso ya no sucedería.

Naruto desvió su mirada no queriendo que más lágrimas salieran de sus ojos y bajó hacia el primer piso, paso por los pasillos llenos de fotos de el y su padre no atreviéndose a mirarlas, llegó a la cocina y se sirvió un vaso de agua junto una pastilla para el dolor de cabeza.

Después de tomarlo, fue al salón y se tumbó sobre el sofá pero un destello que le daba en la cara le llamó la atención, giró hacia el origen, un destello de luz procedente de la ventana estaba reflejando en un kunai de tres puntas hacia su rostro.

Reconoció el kunai, era de su padre, las últimas semanas quería aprender a usarlos y los modifico el mismo para hacerlos únicos. Su padre era único, ninguna copia, ninguna monotonía solo improvisaba y destacaba. Se acercó al kunai y lo cogió, se le hacía raro, su padre nunca dejaba estas cosas sueltas.

Se le quedó mirando al kunai y no pudo evitar soltar un par de lágrimas, en él había grabado el kanji de remolino junto a un zorro que era su animal favorito. Su padre debió haberlo estado haciendo para su cumpleaños. Naruto no pude evitar llorar un poco y secarse sus lagrimas. Agarró el kunai y se dirigió hacia la habitación de su padre ha guardarlo.

NARUTO HIJO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora