6.- Aferrarme a ti.

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Jaehyun.

Le tendí una botella con agua fría y un par de pastillas para el dolor de cabeza a Jeno, que yacía literalmente muerto sobre su cama de la habitación que compartíamos juntos desde hacía más de un año. Jamás tuve quejas, o al menos no serias sobre su comportamiento. No había cómo tenerlas. Aunque quisiera, no podía. Se transformó con el paso del tiempo en un chico tranquilo y desganado que no mostraba ni un ápice de rebeldía. No era ni la sombra de lo que solía ser. Sin embargo, levantarlo por las mañanas sí que era algo que no terminaba de dominar, por mucho que intentara. Nunca me hacía caso cuando le pedía que se levantara para ir a clases, porque aunque tuviera un promedio muy bueno, no era correcto que mandara todo al traste por sus faltas.

   Por el contrario, si rara vez decidía obedecerme (al menos con asistir a clases) me llenaba de maldiciones y reclamos que aunque fuera mi mejor amigo, no dejaban de convertirlo en un idiota.

   Pensándolo bien, su situación antes que enfurecerme, me entristecía; Jeno ya no bailaba, ya no estudiaba, ya no se reía, ya no sonreía, sencillamente ya no era él. Se había convertido en un adulto "responsable" que aprendía lo necesario en clases, hablaba lo útil en las conversaciones y fumaba cigarrillos de menta en el patio durante sus ratos libres.

   Eventualmente me de su actitud, de sus pocas ganas de vivir y de su eterna miseria; así que le pedí finalmente que si pensaba darse por vencido, al menos no lo hiciera de una manera tan baja como volviéndose adicto al cigarro. Poco tiempo después de que habláramos lo dejó y el problema pareció importar un poco menos.

   Aunque algo dentro de mí, me reprochara con creces lo contrario.

   Volví a moverlo ligeramente con el dedo, soltando otro suspiro al no obtener respuesta. Casi todo su cuerpo permanecía oculto debajo de unas sábanas azules con dibujos de "Ryan" que tan infantilmente se había empeñado en comprar en la tienda departamental en donde habíamos adquirido nuestros muebles para la habitación. No sabía a ciencia cierta si mi amigo era masoquista o si simplemente disfrutaba de los recuerdos rotos. Pero esa era precisamente una de las razones por las cuales no dejaba de caer por el hoyo de su propio infortunio; la poca capacidad que tenía para dejar ir el pasado.

   Verlo abatido, hecho un bulto inerte sobre su propia cama, era un gran ejemplo de ello.

   Por poco un bulto inerte, rectifiqué en mi mente. No lo era gracias a uno de sus brazos que colgaba en el aire y que daba signos de vida junto a algunos de sus mechones rubios que resaltaban sobre la almohada anaranjada. Su respiración era tranquila, lo cual me daba a entender que no estaba del todo dormido. Era capaz de escucharme perfectamente pero me estaba ignorando como siempre lo hacía en ese tipo de situaciones.

   Ya se había perdido las dos primeras horas de clase gracias a su depresión masiva y ni de chiste dejaría que lo hiciera con las siguientes, así que, con todo el pesar del mundo generado por molestarlo, lo sacudí del brazo sin cuidado. Tratando de despertarlo de una buena vez.

   —Jeno, tenemos que ir a clase, levántate.

   Volví a removerlo, pero seguía obteniendo la misma respuesta: ninguna.

   —Jeno —insistí, rodando el par de pastillas blancas que sostenía entre mis dedos mientras una mueca de desesperación se dibujaba en mi rostro—, es en serio, tienes que levantarte ahora. Yo también estoy perdiendo clases por tu culpa.

   Error, las estaba perdiendo por mi culpa. Por estar siempre metiendo las narices en donde no debía.

   Me oprimía el corazón forzarlo a tener un día de mierda en la escuela. La noche anterior había llegado directamente a la cama; abatido, triste y desconcertado, que de no haberlo visto hablando con Jaemin en el pasillo, me habría cuestionado la razón.

Odio |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora