10.- Nuestra promesa.

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Jaemin.

No estaba seguro de que alimento sería menos repugnante para desayunar esa mañana. Me debatía entre el cereal con la leche misteriosa (y vaya que era misteriosa porque a veces era verde, azul o rosa) o un sándwich.

   Aunque viéndolo por el lado objetivo a mí ni siquiera me gustaba desayunar. Me acostumbré a comer tarde porque siempre fui lo suficientemente flojo como para levantarme por las mañanas, aun así el estómago me estuviera suplicando que le diera algo para dejar de consumirse a sí mismo con jugos gástricos.

   Quejarme no sonaba como la cosa más lógica del mundo en mi situación, pero por desgracia ya me había acostumbrado desde que ingresé a la universidad a desayunar algo. Porque bueno, era eso o pasar desapercibida mi hambre mientras mordisqueaba una barra de cereal por los pasillos.

   Al llegar a la cafetería tomé una de las muchas charolas que se apilaban desordenadamente en el estante de los platos, mientras hacía una mueca de disgusto al ver un vaso que todavía tenía restos de líquido, a pesar de ser catalogado como limpio. Seguidamente avancé por la fila de estudiantes ansiosos, que no dejaban de empujarse entre ellos disculpándose por instantes conmigo cuando alguno terminaba golpeándome (¿la gente ya no conocía el respeto?), para así tomar de la barra de alimentos lo que me fuera más "apetecible".

   Finalmente me decidí por un cuenco de cereales y un jugo de naranja que prometía ser natural. Le sonreí a la cocinera cuando me dio un bote de leche misteriosa extra, aun cuando ni siquiera se lo había pedido.

   —Los chicos lindos como tú necesitan alimentarse bien —se justificó mientras me guiñaba un ojo. Luego se dispuso a regañar a los imbéciles que seguían detrás de mí, por golpearse como salvajes.

   Susurré un gracias y me la llevé a mi mesa que se encontraba hasta el fondo de la cafetería. Una vez en mi lugar me dispuse a tomar con calma mi desayuno, como siempre lo hacía, sin interrupciones y sobre todo, sin compañía.Escogía de las mesas más alejadas del bullicio de estudiantes que hacían de todo, menos comer, precisamente por eso. Porque me gustaba masticar en paz. Además de que no tenía amigos. Lo cual era realmente un elemento extra.

   Pero, como todo lo que me pasaba cuando finalmente lograba acomodarse, las cosas se salieron de control.

   Un sujeto que desde hacía tiempo se estaba volviendo demasiado insistente para mi gusto, tomó lugar en mi mesa, dejando caer su charola de alimentos mientras me miraba con una estúpida sonrisa que no entendía de nada. Prácticamente fruncí el ceño cuando lo vi, ¿Y aun así le daba gusto verme? ¿Qué clase de masoquismo era ese?

   — ¿Te gusta la leche misteriosa? —Jaehyun soltó una carcajada al ver mi cartón extra de leche en la mesa—. Creí que no era tu tipo de comida ideal —frunció el ceño—. Y yo pensando que podría traerte una malteada.

   —La cocinera me ha puesto un bote extra —puse los ojos en blanco, separando nuestros cuerpos, porque repentinamente estábamos demasiado cerca—. No sé tú, pero yo no estoy cómodo con la idea de tener que desayunar acompañado, ¿Tus amigos te abandonaron o qué?

   Jaehyun pareció no entender mi molestia. Y si lo hizo pues entonces la ignoró olímpicamente. En lugar de parecer ofendido, se limitó a volver a sonreír mientras destapaba su propio cartón de leche. Como si nada.

   ¿Y qué seguía después? ¿Compartir secretos entre nosotros? ¿Volvernos mejores amigos para toda la vida? ¡Puaj!

   —Esperaba que me corrieras de una manera más agresiva —reconoció, aun sonriendo—. Puede que hasta me sienta algo halagado de que fueras sutil.

Odio |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora