¡El intrépido japonés que se enamoró!

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Un hombre, un joven adulto, su cuerpo herido descansaba en posición fetal mientras la lluvia limpiaba la sangre que caía de su frente, mojando sus sensibles y gatunas orejas en el proceso, por alguna razón que se hablará más tarde, había olvidado que no le gustaba el agua a menos que sea para asearse, se quedó en ese lugar, sollozando de miedo y dolor.

Sus lágrimas no paraban de salir, nunca en su vida lo habían echo sentir tan miserable, tampoco había llorado jamás siempre recordó tener un semblante frío e indiferente con otros y con el mismo, su cuerpo temblaba un poco por estar descargando toda su tristeza, por el frío del suelo y la brisa.

----D-disculpa...----aquella voz, sonaba tan dulce y fina, que sentía al menos un poco de calidez proveniente de esta. En efecto, la lluvia ya no caía en su rostro, ahora solo las gotas sobrantes resbalaban por su cuerpo, una sombra se posó arriba de él, un paraguas. ----...¿Te encuentras bien?

Levantando la mirada, quitó su mojado flequillo de uno de sus ojos para poder con acertividad quién era esa hermosa figura que le había mostrado esa piedad. Parpadeó un par de veces para verlo, como una luz enfrente suyo, extendiendo el objeto que evitaba que la lluvia siguiera empapandolo.

Su bandera era tricolor, en medio de la franja blanca se encontraba un escudo muy curioso, su rostro era tan perfecto, tenía una expresión preocupada, ¿Era un ángel acaso? Un ángel que había venido a salvarlo.

Y eso era, todo lo que recordaba de ese tiempo, se despertó una habitación en el hospital de Tokio, vendado y unido a una máquina para medir su pulso, los doctores dijeron que se había desmayado y que un joven lo había llevado hasta allí.

En su estancia en el hospital se preguntaba una y otra vez quién había sido aquel “joven” que lo había salvado, sin duda una muy buena persona. Al parecer el Imperio japonés se había enamorado a primera vista.

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Setenta y cinco años más tarde....