Capítulo 1

32 3 0
                                    

Recordaba vagamente la pelea, aquel día en un vasto universo pintado de mil estrellas y galaxias. Allá lejos de sus Mundos, para no dañarlos, era un mutuo acuerdo. ¿Por qué estaban peleando? No lograba recordarlo con claridad, su memoria estaba nublada en ciertas partes, como grises escombros de polvo y tierra. Aunque quizá todo era por la maldad que él enviaba a Lux, cientos de seres oscuros y asesinos, incluso difíciles de tratar para ella. Pero este momento... estos sueños bañados de gloria y muerte, era algo que debía evocar con cuidado los sucesos... puede que incluso de despertar de aquella oscuridad.

Veía los gritos de los monstruosos seres del Mundo Oscuro, como era conocido aquel lugar, en sus bocas. Apreciaba también el tiempo ralentizado para evitar el choque de poderes devastadores. Los muertos emergiendo con espadas de la oscuridad sin gravedad. Y como único sonido sus alas batiéndose con lentitud para mantener el equilibrio, ni siquiera era necesario respirar, solo mirar el paisaje en frente. Lux y Skygge nunca estarían juntos, era algo que ella no permitiría. Había alzado su lanza dorada y apuntado a su oponente, aquel rostro que nunca olvidaría. Pero un momento después todo se redujo a polvo, partículas de oro rociadas sobre el universo, y una maldición saliendo de su boca, un último suspiro de vida.

M

Solo unos pequeños rayos de luz entraban por entre las pesadas cortinas beige, dejando la habitación en su mayoría sombría. Sus ojos de abrieron de golpe, como si hubiese tenido una pesadilla, incluso se levantó de una sola vez, cierto dolor la recorrió por todo el cuerpo, calambres causados por no moverse en mucho tiempo.

Frunció el ceño y salió de la enorme cama de dosel, miró alrededor el piso acendrado de mármol, las paredes de una piedra pulida y clara, el techo de igual manera, con un candelabro áureo colgando en el centro. Una gran habitación, toda blanca y dorada, quizá cabrían trescientas personas sin ningún problema allí.

¿Dónde estaba?

El dolor se fue con rapidez, cual una simple ola que bajaba de golpe y se calmaba. Y cuando hubo pasado por completo, ella se encaminó al gran espejo recostado en una pared. Sentía la alfombra alrededor de la cama y luego el frío piso en sus alas de plumas áureas, construidas como hilos de oro puro y cristal cual diamante, estas se arrastraban con pereza por el lugar. Miró su reflejo, el cabello dorado tocando sus pies, sus ojos eran fríos y como el mismo oro fundido, combinando con el pelo a la perfección. Una bata blanca estaba sobre su pequeño cuerpo, y debía resaltar su baja estatura. Tenía la apariencia de una joven de dieciséis, confirmando su teoría sobre que la magia aún seguía funcionando. Su rostro, sin embargo, pese a la juventud pintada en él, poseía algo más, una sabiduría gélida y una memoria de mil vidas, quizá fuese eso.

Entonces ejerció fuerza en su espalda y las alas se enderezaron tomando una distancia de punta a punta de quizás tres metros veinte. Dos pares. El primero de cristal, como diamante trasparente, haciéndolas casi invisibles, pero más fuertes que el acero. El segundo era simplemente áureo, con la pequeña luz que entraba por el lugar iluminándolas y haciéndolas brillar como estrellas.

- ¿Quién soy? –se preguntó a sí misma mientras entrecerraba los ojos. Tenía una especie de bloqueo en su mente, pero sentía que era momentáneo.

Entonces salió del lugar abriendo las puertas blancas con decoraciones en oro. Un guardia que estaba al lado se sorprendió demasiado al verla, dando un respingo y abriendo los ojos como platos, su rostro palideciendo como hubiese visto a un fantasma. Ella entonces lo observó con seriedad y vago interés, esperando a que dijese algo, pero este solo temblaba, con la cara volviéndosele más blanca que la misma pared de mármol y escolecita. Su uniforme era tan inmaculado como el resto del lugar. Todo pareciendo tener los mismos colores.

Alas de Oro y CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora