Capítulo 12

22 2 1
                                    

El espacio en negro se desvaneció, pintando el cielo blanco y los árboles de hojas verde oscuro que se balanceaban con el viento de otoño, el que parecía no afectarles, puesto que ellos eran especialmente invernales. Pudo ver el Núcleo que lentamente se ocultaba tras las montañas, dejando el paisaje volverse en tonos anaranjados y rosados.

Lyanne se miró a su misma persona de niña correr por entre los arbustos y árboles de la montaña, en la parte que era bosque, intentando ocultarse entre el musgo y la tierra. Su ropa marrón como la de cualquier cazador, completamente diferente al fino vestido de lino blanco con hilos de oro con el que había aparecido en Lux hacía un año.

Alzó una de sus manos, mirando las Marcas cubrirle a lo largo del dorso y la parte externa de su antebrazo, lo mismo en el lado derecho. Ahí estaban las líneas curvas y afiladas en un tono áureo oscuro sobre su blanca e inmaculada piel. Pasó su mano diestra por el cuello, sintiendo partes ligeramente más lisas en este y en el inicio de su clavícula. Entonces recapacitó que era como la última vez que había soñado, comenzaba viendo las cosas a través de los ojos de la niña, pero ahora era solo una tercera persona en la escena, invisible para los demás.

Al poco tiempo de que la pequeña Lyanne se escondió contra un pequeño paredón de tierra, pasaron unos hombres armados tras ella, con espadas, cuchillos y lanzas. Cualquiera diría que estaban dispuestos a acabar con su vida, pero sus órdenes habían sido todo lo contrario.

Ya se sabía la historia, y aunque esperaba que fuera más aburrido cada vez que lo experimentaba, sus sentimientos le mostraban lo opuesto, sobre todo porque, pese a estar presente como una tercera persona, experimentaba lo mismo que la niña, sus miedos, agitaciones y dolor, así que he ahí el verdadero sufrimiento de su sueño.

Su pecho se agitó al ver pasar a los hombres cada vez más cerca de la niña, con un paso cuidadoso para mantenerse sigilosos en el bosque llenos de hojas secas y ramitas. La esperanza especial de los Enkeli haciéndole esperar lo contrario a lo que su mente sabía que ocurriría.

– ¡Eh, aquí! –gritó uno con voz joven. Los demás de inmediato se voltearon a verlo, notando a sus espaldas a la niña escondida tras el paredón. Ella los miró con pánico e intentó huir, pero estos más veloces la tomaron por el cabello y la arrojaron al suelo, haciendo que se ensuciase el rostro con la tierra.

– ¡Déjenme, déjenme! –exclamó la pequeña intentando desasirse, sus piernas agitándose en patadas inútiles, ya que sus brazos estaban sujetados con tal fuerza que le dejarían moretones, unos que por el color de su sangre se verían amarillentos.

Lyanne se acercó para verlos de cerca, no pudiendo notar los rostros tras las máscaras que llevaban para protegerse del frío, o bien por mandato del rey, había sido algo que nunca logró conocer. Entonces bajó la mirada a la niña que tenían sujeta, observando con seriedad álgida el pánico en su rostro, el mismo que ahora sentía en su pecho por la unión que poseían.

–Ven, tráela –dijo uno con voz más mayor, los demás le siguieron hasta llegar a los caballos que, en una zona más plana de la montaña, esperaban.

Le ataron las manos a la niña, de tal manera que si decidiera ahorcarlos por sorpresa no pudiera, pero estaban equivocados, ella en ese momento no era una asesina. Entonces la subieron al corcel y anduvieron montaña abajo, de camino al palacio de piedra.

La escena cambió, ahora estaban frente al rey, quien se alzaba sentado en su solio de oro y terciopelo rojo. Con una corona llena de joyas de diferentes colores, y formas afiladas como de triángulos, la cual en realidad nunca le llegó a gustar a Lyanne. También llevaba un grueso abrigo-capa de color bermejo, con los bordes en piel blanca de conejo. Y así como en sus manos había muchos anillos, en su cuello llevaba un grueso collar de oro. Tenía en ese momento cuarenta años si el cálculo de Lyanne no fallaba, y su cabello era marrón oscuro, igual que su gruesa barba, con unos ojos en el mismo color, aunque quizá un par de tonos más claros.

Alas de Oro y CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora