Capítulo 30

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Puede que en su momento lo hubiese logrado a medias, pero ahora... ¿Cómo se supone que lo viera a la cara? Lyanne no dejaba de preguntarse sobre ello mientras suspiraba sentada en la salita de la habitación.

Sidus Igne le había comentado mentalmente que no debía preocuparse, la vez que Ulrik ligeramente volteó el rostro no bastó para verla por completo, además de que ella estaba de espaldas, si de algo servía aquel hecho. Y bueno, justo ahora Lyanne realmente le agradecía por ello, aunque se sentía mal por hacerle pasar tan mal rato, el pobre parecía sumamente incómodo y nervioso, pero finalmente acabó por ser todo un caballero.

–Ah... –suspiró relajándose un mínimo. Cualquier hombre común se hubiese aprovechado de lo que tenía enfrente, pero él... eso era un hombre de verdad sin duda alguna– Tan caballeroso y perfecto...

–Si hablas de Risto... espero que no suspires así por él –comentó la voz de Ekaterina tras Lyanne. Esta última se volteó a ver a la primera sentada en la cama con una mirada confusa.

– ¡Despertaste! –exclamó Lyanne, realmente le resultaba sorprendente que fuese capaz de reaccionar tan rápido luego de que la propia Enkeli de Tiempo la hubiese dejado inconsciente. Sara y Ulrik tardaron cerca de media noche de Zerleg, en otras palabras, casi tres horas.

–Pues sí, parece. ¿Qué me pasó? –preguntó Ekaterina levantando la cabeza. Lyanne entre tanto alcanzó a sentarse en la orilla de la cama al lado de la Enkeli de Secretos.

–Realmente no tengo idea, sabes que no puedo usar mis poderes en ti como para rebuscar en el pasado de tu mente. Solo sé que abriste la puerta y seguido de ello te desmayaste –respondió Lyanne, mintiendo tal fácilmente como siempre.

–Qué... raro –analizó Ekaterina–. Nada debería causarme eso... No me golpee ni mucho menos, y... hablando de eso –miró a Lyanne en los ojos–, no me duele el cuerpo, ¿acaso no caí al suelo cuando me desmayé?

–No, yo te atrapé antes –contestó. No había razones para dudar de ello, puesto que Lyanne tenía una rápida velocidad de reacción, o bueno, así era normalmente.

–Entiendo... Bueno, asumiré que pasó por razones desconocidas, quizá alguien de la fiesta que intentó afectarme a la larga con sus poderes –suspiró dándose por vencida en pensar mucho al respecto, totalmente convencida de la historia de Lyanne, puesto que, para empezar, no sabía que ella era capaz de afectar con sus poderes a otros Enkeli. Al parecer su estadía en Zerleg con Ptitsa Tayn fue muy corta como para notar tal hecho–. Continuando con lo anterior, dime, por favor, que no hablabas de Risto –miró con algo de asco a Lyanne, bueno la relación entre el Enkeli de Elementos y ella era como de madre e hijo, por lo que tenía sus razones.

–No, para nada –respondió de inmediato Lyanne–. ¿Por qué asumiste que se trataría de él?

–Bueno, dijiste: "Tan caballeroso y perfecto", el único hombre con esas descripciones es Risto –aseguró con naturalidad Ekaterina.

–Claro... –rio suavemente Lyanne– Cambiaré el tema antes de que empieces a alardear. ¿Para qué me viniste a buscar?

– ¡Cierto! ¡¿Cuánto llevo inconsciente?! –exclamó de la nada, haciendo a Lyanne parpadear en sorpresa.

–Tres minutos, y ahora una pequeña charla –respondió.

–Ah... –suspiró Ekaterina con alivio– Pensé que me lo había perdido... Verás, ¿recuerdas a Yakov? –inquirió la Enkeli de Secretos. Lyanne parpadeó con la boca entreabierta mientras fruncía el ceño–. Entiendo, no tienes ni idea de quién es. Bueno, hablamos del Primer Ministro de Tayna.

Alas de Oro y CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora