Me levanté del pequeño e incómodo pupitre en cuanto logré escuchar el timbre indicando el final de las clases del día. Se hizo notar con los rechinidos de las sillas que mis compañeros hicieron lo mismo, soltando suspiros cansados como de costumbre. A pesar de llevar ya algunas semanas de clases, no nos habíamos terminado de adaptar a la rutina y no sería difícil compararnos con seres desalmados vagando por los pasillos.
Luego, incluso, de guardar lo que no necesitaría en mi casillero, me conseguí camino a la entrada con mis amigos, Seungcheol y Miyeon, la hermosa pareja. Eran la dupla perfecta, ella con un perpetuo aspecto adorable y puro, siempre usando vestidos de colores pasteles que la hacían lucir como una señorita de los sesentas. Él llevaba sencillas camisetas blancas de unas cuantas tallas más grande de lo que deberían, por cuestión de estilo. En cambio no destacaba mucho, si me preguntan a mí, pero quizás el chiste es complementar y hacer que Miyeon resalte, pues su encanto radica más bien en su aura de padre protector y tranquilo.
—¿Dónde está Seungyeon? —mi otra amiga. Solo faltaba ella, y en realidad era necesaria. Estar como única acompañante de la tan acaramelada pareja no era ningún chiste, tampoco un campo de rosas. Debía sufrir con las consecuencias de acompañarlos, envuelta en discusiones tan tontas como pasajeras por el simple hecho de estar—. Pensé que estaba con ustedes.
—No la he visto en un rato —respondió simple el más alto de los tres, así como encogiéndose de hombros y pasando una mano despreocupada por su cabellera.
—Creo que salió con Sorn —una amiga de Seungyeon, lo cual sonaba bastante creíble. Asentí a la respuesta de Miyeon y finalmente llegamos a la salida del edificio. Nos despedimos entonces, pues la pareja vivía del lado opuesto de la ciudad, y Seungyeon y yo caminábamos juntas de regreso diariamente—. ¿Segura que la esperarás aquí? Quizás se fue ya —no ignoré el tono maternal que aplicó Miyeon al final de su despedida, como preocupada por mí. Negué con la cabeza enternecida y le regalé una sonrisa que buscaba ser tranquilizante.
—Estaré bien, puede que haya tardado aclarando una duda —ya había pasado anteriormente. No quisiera dejarla atrás por no esperar unos cuantos minutos.
Logrando al fin el convencer al dúo de quedarme por Seungyeon, me senté en uno de los bancos que adornaban la entrada de la institución, quitándome el bolso y poniéndolo a mi lado. Comencé entonces a jugar con mi teléfono, como chequeando cualquier aplicación en busca de un inexistente mensaje que podría responder, a la par de fijarme en como con una rapidez inigualable el área se vaciaba casi por completo. Era normal, la verdad, porque la única persona que voluntariamente pasaría más tiempo del necesario aquí, al parecer, era yo.
Pasados unos minutos, conseguí escuchar por sobre el bajo murmullo del alumnado que aún no se retiraba, la voz de mi mejor amiga, Seungyeon, contestarle a un tercero:— Oh, por favor, ¡déjame! —no se me pasó por nada del mundo su risilla nerviosa, como alerta e incómoda, al terminar la oración. Eso, indudablemente, me había puesto la adrenalina a millón, provocando que saliera disparada de mi asiento –sin olvidar mi bolso– al rescate de la damisela que tenía ahora en frente de mí.
El panorama era el siguiente: un tipo en el primer escalón de la entrada, a espaldas de mí, tocando el brazo de la pobre víctima, que lo veía desde el tercer y más alto escalón; esto me brindaba una clara visión de su cara, que por lo contrario estaría totalmente oculta detrás del alto chico. Los músculos de su espalda se marcaban en su negra camiseta –no es que fuera tremendamente fuerte, pero estaba lo suficientemente entallada como para que así sucediera–, que era la corona sobre un atuendo inmensamente oscuro.
Ni la sonrisa pícara que distinguí de sus labios, ni su altura que pareció incrementar conforme me acercaba a la escena, lograron evitar que tomara la mano que tenía sobre mi amiga y la retirara con una velocidad que ni yo misma sabía era capaz de tener. Coloqué entonces, a ese mismo ritmo, a Seungyeon detrás de mí, encarando al –guapo, aunque eso no era relevante– abusador.
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Flirt || Jung Jaehyun
Fanfiction¿Cómo evitar los sentimientos? Es imposible. Para una chica tan inocente -o despistada- como Yoojin, el escuchar a su mejor amiga decirle a un chico que la deje en paz la pone alerta al instante, corriendo a su rescate sin dudarlo o siquiera confirm...