Capítulo 1

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Confieso que la nueva escuela no era uno de mis lugares favoritos. Todo lucía tan... distinto. Y era tan grande que podía apostar a que me perdería. Suspiré, solo una vez, decidida a resignarme y continuar por el nuevo camino que - a partir de hoy - recorrería por el resto de los días hasta mi graduación.

Encontrar el salón de mi primera clase fue menos complicado de lo que mi mente se había imaginado. En realidad ya me había recreado toda una telenovela para lograr hallar el camino que me llevaría a mi primera materia impuesta, en donde aparecían calabozos y dragones, aunque no sucedió como temía.

Llegué sana y salva al último piso, por desgracia, debería añadir. De pronto, todos los nervios que había estado reprimiendo cayeron sobre mí a tropel. Sentí que las piernas me temblaron ligeramente cuando llamé a la puerta y todos los rostros se volvieron hacía mí. Pude leerlos como si fueran libros abiertos con dibujos y letras grandes: esa es la chica nueva

– ¿Me permite pasar? – me aclaré la garganta para disimular mi temblor

– Adelante – permitió el profesor, quién fue el primero en recuperarse y dejar de mirarme. Volvió a girarse de frente al pizarrón para terminar de escribir lo que sea que estuviese escribiendo.

No es que yo fuera tímida, pero en ese momento no me sentía la más valiente. Entré sin más demora al salón, aparté un mechón de cabello que se había escapado de mi coleta y me lo coloqué detrás de la oreja. De acuerdo, tal vez si era tímida.

Busqué con la mirada un lugar desocupado, era extraño ver a los alumnos sentados en pareja, aunque ya me habían explicado que aquí era así.

– ¿Algún problema? – la grave voz del profesor me sobresaltó y algunas personas sofocaron sus risitas

– Eh – me limite a contestar

– Tome asiento, alumna... – pasó el dedo índice por su lista hasta encontrar mi nombre completo – ¿Lake?

Asentí una vez, acto seguido el hombre levantó su índice y me señaló el lugar desocupado más cercano, me senté enseguida

– Bien – continuó el profesor, por encima de su hombro leí rápidamente lo que había estado escribiendo. Eran nombres de varios autores conocidos, después de todo era clase de Literatura.

Giré mi rostro para ver por primera vez a mi compañero de mesa, era un chico. Su cabello rubio oscuro tenía aspecto de estar cuidadosamente desordenado - como si así se lo peinara apropósito - y terminaba enroscándosele a la altura de la nuca. Combinaba a la perfección con su tez crema y sus ojos verde grisáceo... que se clavaron en mí como dagas al descubrir que lo estaba observando. ¿Qué si fui discreta? Esa era mi respuesta

– Hola – lo saludé en voz baja

Él me recorrió con la mirada y se detuvo unos tensos segundos en mi rostro. Intenté sonreírle, pero sentí como si solo hiciera una mueca. Él se limitó a alzar las cejas y volver la vista al frente, golpeó la mesa con la pluma azul que tenía en su mano derecha, como señal de aburrimiento. Sorprendida por su actitud, también volví la vista hacía el profesor... estas serían las dos horas más largas de mi vida.

Sentí un ramalazo de alivio cuando el timbre de nuestro descanso llegó a mis oídos. Guardé mis cosas en la mochila sin siquiera fijarme si quedaban en orden y salí casi corriendo del salón.

Encontrar la cafetería fue más fácil, era grande y todos los alumnos se dirigían hacia ella. Me desvié en el último momento al ver todas las mesas ocupadas por gente que no conocía y sobretodo cuando descubrí... que no tenía hambre.

SummerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora