Alex abordó a mi lado y encendió el coche sin decir una palabra más, yo me recargué en la ventanilla y me quedé tan muda como él. Salió del estacionamiento y comenzó a maniobrar por las calles, yo no prestaba atención a nada, mi cabeza daba demasiadas vueltas.
– ¿Tienes hambre? – preguntó al cabo de un rato
– No – respondí sinceramente, miré la hora en el reloj de su tablero, eran las cinco de la tarde
– Bueno, yo sí
Giró de improviso y me di cuenta de que entraba en el servicio para comida rápida de un Mc Donald. Se detuvo en la primera ventanilla y me miró.
– ¿Quieres algo?
– No – repetí aburrida
– ¿Qué desea llevar? – preguntó una voz femenina desde el pequeño altavoz
– Dos hamburguesas grandes con queso, por favor
– ¿Dos? – pregunte alzando una sola ceja
– Tengo mucha hambre – me sonrió inocente
– ¿Algo más?
– Si, un refresco grande de cola con dos popotes. Es todo.
– Dos – repetí
– Por si te da sed
Torcí los ojos ante su necedad. La voz le dijo el total de su pedido y le pidió que pasara a la segunda ventanilla. En esa le entregaron su pedido en una bolsa de papel mientras pagaba.
– Listo – anunció saliendo del auto-mac con una enorme sonrisa en su rostro. Lo ignoré por completo.
– Creí que me llevabas a casa – mencioné cuando se estacionó frente a un parque repleto de gente.
– El hambre me ganó – bromeó – vamos
Tomó la comida y salió del auto, no me quedó más que seguirlo. Encontramos dos columpios vacíos y nos sentamos en ellos, no me sorprendí cuando él puso una de las hamburguesas sobre mis piernas.
– ¿Me ayudas? – preguntó con timidez
– Te dije que no tenía hambre – reproché
– Me sentiré mejor cuando hayas comido algo
Di un largo suspiro y torcí un poco la boca. Él abrió su hamburguesa y me miró.
– Se come así – la tomó entre sus dedos y la llevó a su boca para darle una gran mordida, después se pasó el bocado – ¿recuerdas?
Lo miré algo ofendida, por supuesto que recordaba cómo se comía una hamburguesa, no tenía por qué burlarse de mí. Él se desesperó al ver que yo me tomaba mi tiempo para fulminarlo con la mirada, así que tomo la mía, la abrió y me la puso en las manos, dejándola frente a mi rostro.
– Ahora muérdela – ordenó – no es tan difícil
Obediente, me llevé la comida a mi boca y le di una pequeña mordida.
– ¿Feliz?
– Aún no
Torcí los ojos una vez más pero esta vez algo divertida, Alex me miraba con esos ojos suplicantes que lograban en mí que hiciera lo que él quería.
– De acuerdo – acepté y le di otra mordida, esta vez más grande
Satisfecho de sí mismo, volvió a concentrarse en su comida y me dejó degustar la mía. Para cuando terminé me di cuenta de que esta me había caído bien, me sentía con más energía y menos cansada.
Arrugué la envoltura blanca en mi mano y comencé a mecerme lentamente en el columpio, disfrutando de la tibia brisa que echaba hacía atrás mis cabellos. El sol perdía intensidad conforme atardecía pero dejé de prestarles atención cuando el discurso que Alex había dado junto a Joe volvió a interpretarse por sí solo en mi mente. Después de repetirlo dos veces un dolor de cabeza comenzó a acecharme, aquello, comprendí, era algo de lo cual yo nunca debí enterarme y era algo en lo que tampoco quería seguir pensando. Una melodía me distrajo por completo, la melodía del celular de Joe, el cual estaba en mi bolsillo. Lo saqué y miré la pantalla.
– Es mamá – hice una mueca
Había intentando regresar el celular de Joe a las manos de Elena, pero al final ella terminó ganando, insistiendo con que me lo quedara ya que había perdido el mío.
– Responde – aconsejó Alex
– No creo que pueda – admití
Él me quitó el aparato de las manos y se lo llevó al oído
– ¿Hola? – hizo una pausa – sí, señora Erica, estoy con ella... no se preocupe, está bien. Hicimos una breve parada para comer algo pero enseguida la dejo en su casa. Descuide, no hay ningún problema.
Terminó la llamada y me devolvió el celular.
– Tengo que llevarte a casa ahora
En respuesta me puse de pie y alisé un poco mi ropa, que se había arrugado por estar tanto tiempo sentada. Él se paró después de mí y caminamos juntos hacia el vehículo.
Quince minutos después ya estaba estacionado frente a mi casa.
– Te veo mañana – me despedí. Era jueves, así que mañana había que ir a la escuela de nuevo. Abrí mi puerta pero antes de salir voltee a verlo, sus ojos se clavaron en los míos, curiosos – gracias – el efecto de la sinceridad fue instantáneo en mis mejillas, puesto que se sonrojaron inevitablemente.
Él sonrió con ternura.
– De nada, te veo mañana
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Summer
Teen Fiction. - Estoy enamorada de alguien más - confesé Ella meditó para sí misma lo que yo acababa de decir - ¿Estás segura? - me preguntó - Eso creo, pero no importa porque él no lo está de mí Hubo un breve momento de silencio ...