El transcurso de la mañana no fue de mi agrado. Me di cuenta de que tenía puesta una especie de delgada bata del mismo color que el uniforme de las enfermeras: verde agua. Además mi cuerpo aún no se salvaba de las consecuencias del accidente por completo.
Tenía un desagradable raspón en mi pierna derecha que me provocaba ansias. Otro muy parecido, aunque considerablemente más pequeño, se encontraba en mi antebrazo derecho. Un sin fin de moretones por todo el cuerpo que me dolían por el simple hecho de moverme. Me parecía un auténtico milagro el que no me hubiera roto ni un hueso.
Con una silla de ruedas me transportaron por todo el hospital, haciendo estudios, radiografías, análisis... y perdí la cuenta de que otras cosas más. Aún no lograba asimilar del todo que me había perdido de dieciocho días de mi vida sin darme cuenta, en los cuales, según me dijeron, me habían alimentado por medio de sondas... la verdad es que tenía otras dudas sobre mis necesidades físicas que ni siquiera me atreví a preguntar.
Fue un alivio volver a la habitación cuando me dieron el permiso de hacerlo. Mamá, quién había estado a mi lado toda la mañana, me ayudó a enderezarme de nuevo cuando la misma enfermera de las veces anteriores, Carlie, me trajo algo de comer en una bandeja.
Al principio me rehusé a comer, pero me lo acabé todo cuando el doctor prometió que si me cuidaba me daría de alta pronto...
Abrieron la persiana y el sol entró tan taciturno como siempre, anunciando que la mitad del día había llegado. Mamá me explicó que le dejaban el turno de la mañana libre y trabajaba en las tardes, incluso algo noche. Seguro que no tardaba en tener que irse porque cada tanto miraba su reloj.
No me podía volver a dormir aunque de cierta forma sentía el cuerpo cansado, lo único que podía hacer era mantenerme recostada para descansar. No lo soporté más cuando la vi alzar su muñeca por décima vez y mirar su reloj de mano.
– Si tienes que irte... no me molesta – de acuerdo, mi voz sonó algo molesta
– ¿Eh? – me miró desentendida – ¡Ah! no es eso – sonrió – quería que fuera una sorpresa
La miré con más atención.
– ¿Una sorpresa?
Miró su reloj, de nuevo.
– Joe no tarda en llegar
La respiración se me cortó
– ¿Joe va a venir? – dije recuperando de a poco la respiración, mi corazón comenzó a latir como nunca
– Viene todos los días al finalizar la escuela – una combinación de sorpresa y ternura me invadió, acaso escuché «todos los días» – pero como es fin de semana, vendrá un poco más temprano – aseguró
Sonreí emocionada.
Pero entonces algunas dudas comenzaron a acecharme, dudas que no pude sacarme de la cabeza por más que lo intenté.
– Mamá – la llamé
– ¿Sí?
– Alguien... bueno, ¿alguien más ha venido... a verme?
– Por supuesto – contestó ella de inmediato
Sentí que el corazón se me detenía de la emoción. Aunque no quería admitirlo, estaba ansiosa por escuchar su nombre entre los mencionados... pensé en él
¿Qué habría sucedido? ¿Estaría muy preocupado? ¿Me extrañaría?
– Tus amigas, Diane y Grace, se pasaron por aquí un par de veces, preocupadas. Casey venía más seguido – sonrió al decir su nombre – me gustaba que viniera a verte... siempre te hablaba. Te contaba todo lo que sucedía en el día para que no te perdieras de nada, incluso yo imaginaba que te veías mejor después de sus visitas, le rogaba que regresará pronto. También vino tu maestra de creatividad, la maestra Verónica – alcé las cejas al escuchar aquello – te deseó mucha suerte, dijo que eras una alumna espontánea – rió suavemente – pero definitivamente el premio mayor se lo llevó Joe – dijo con una sutileza fingida, era una completa indirecta – no faltó ni un solo día desde que se enteró que estabas aquí...
Y a pesar de que mi corazón saltó emocionado ante eso, al mismo tiempo se despedazó. Alex ni siquiera se había molestado en venir a verme, yo no le preocupaba, no me extrañaba, no le hacía falta... contuve las ganas de llorar. «Que eso no me afecte» me dije a mí misma
Mamá sonreía, no se había dado cuenta de mi breve momento de dolor. Le devolví la sonrisa lo más natural que pude.
– Y eso no es todo, también...
– Así es Joe – la interrumpí encogiéndome de hombros
– Es un gran chico – corroboró ella – es atento, educado... y te quiere
– Mamá – reproché
Las palabras de Alex vinieron a mi mente, torturándome «Joe está enamorado de ti, date cuenta»
– Es cierto Sum, la forma en la que te mira... como si fueras su mundo entero. Toma tu mano como si fuera un tesoro y apenas logro que se separé de ti. Te habla suavemente, con delicadeza, te susurra... nunca había visto que alguien te mirara de esa forma...
Mis mejillas subieron como cinco tonos, sonrojándome por completo
– Lo sé – me limité a decir – pero es complicado
– ¿Por qué? – ella no se sorprendió ante mi comentario, incluso me pareció que lo estaba esperando
Respiré hondo para que la voz no se me cortara
– Porque estoy enamorada de alguien más – confesé
Ella meditó para sí misma lo que acababa de decir
– ¿Estás segura? – me preguntó
– Eso creo, pero no importa porque él no lo está de mí
Hubo un breve momento de silencio
– Deberías darte una oportunidad – aconsejó ella
– Jamás me perdonaría si lastimo a Joe
– Escúchame Summer – ella se inclinó para quedar más cerca de mí y mirarme a los ojos – la vida es demasiado corta como para quedar atrapada en un amor imposible
Mi boca se entreabrió, pero no pronunció sonido alguno
– Joe te quiere y tú lo quieres... puedo verlo. Pero tú estás demasiado atormentada con el otro asunto. Mi mejor consejo como madre es que simplemente lo dejes ir, deja ir aquello que te hace daño, que no te hace feliz... no desperdicies más tu tiempo. Eres muy valiente por haberlo intentado pero dime, justo ahora ¿vale la pena?
Negué con la cabeza lentamente al encontrar la respuesta. No, no valía la pena. Todos sufríamos con las cosas así. Yo, Alex, Joe e incluso Casey...
– Tengo miedo – admití – ¿Y si las cosas no funcionan?
– Lo intentaste – dijo ella dulcemente – y eso vale mucho. Si no funcionan, no era tu camino, pero al menos no te quedarás con la eterna duda de que hubiera pasado ¿No crees?
En ese momento no estaba segura de sí odiaba o amaba que tuviera razón, pero la tenía. Toda la razón del mundo estaba en sus palabras.
Y por segunda vez en el día alguien entró sin avisar... inmediatamente supe que no era el doctor, sino alguien más joven.
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Summer
Teen Fiction. - Estoy enamorada de alguien más - confesé Ella meditó para sí misma lo que yo acababa de decir - ¿Estás segura? - me preguntó - Eso creo, pero no importa porque él no lo está de mí Hubo un breve momento de silencio ...