Te escupo

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Flavio nunca había tenido una buena imagen de Carlos Right y la de ahora era incluso peor. Ya podía citar interminables razones por las que el ahora ex novio de Samantha era un completo gilipollas. Un cretino. Un miserable.

Lo que le había hecho a Samantha era vil y cruel. ¿Romper con ella? Comprensible. Una relación puede acabar. ¿Romper con ella por mensaje y luego bloquearla sin que ella pudiera responder? Eso ya era pasarse de rastrero.

Además, todo había pasado muy rápido. Samantha había llegado a la academia y estaba hablando con Ariadna tranquilamente. Había más gente por la zona de descanso. Algunos con las guitarras, otros revisando apuntes y, la gran mayoría restante, hablando tranquilamente. El móvil de Sam recibió entonces una notificación. Al ver que era de Carlos, desbloqueó el teléfono sin pensar y leyó el mensaje.

Ahí es cuando empezó todo el jaleo. Samantha bloqueó el móvil y se quedó paralizada. Pasó un rato hasta que al fin reaccionó de la única manera en la que podía: llorando. Las lágrimas salieron a borbotones de sus ojos de manera descontrolada y todo el mundo, poco a poco, se fue alarmando. Entre esos llantos de angustia, Sam pudo explicar lo que había pasado.

Para cuando Gèrard y compañía llegaron a la academia, ya lo peor había pasado. Sam seguía mal, seguía llorando, pero el espectáculo sensacionalista había pasado a ser gente curiosa.

— Será una broma. —Eva estaba sin creérselo, le estaba costando asimilar esa información.

— Ojalá lo fuera —respondió Flavio—, pero no.

Se empezó en ese momento a hacer un pasillo entre la gente, dejando pasar a la directora de la academia, Noemí, que parecía no estar de buen humor al ver todo el jaleo que se había montado en un momento. Chasqueó los dedos y empezó a mandar a todo el mundo a clase, dirigiéndose hacia Samantha cuando se dispersó todo y diciéndole algo en voz baja. Por el camino que ésta tomó, estaba claro que Noemí quería hablar con ella en privado.

— Noe, una pregunta —irrumpió Maialen—, ¿por casualidad no sabrás si me he dejado las gafas por aquí, no? Es que no las encuentro, me estoy estresando y creo que las última vez que me las quité fue aquí.

— Pero bueno, ¿piensas que yo aquí lo sé todo, cariño? Yo no he visto tus gafas, pero me lo apunto para preguntar después, igual en limpieza las han recogido.

— ¡Gracias!

— No hay de qué —luego de eso, se quedó mirando a todo el grupito—. Venga, a clase. ¿O es que pensáis llegar tarde? Vamos.

Emprendieron, pues, el camino a clase. Aunque... no todos.

— ¿Fla, no vienes a clase? —preguntó Maialen al ver a Flavio caminar en dirección contraria.

— Creo que voy a esperar por Sam, se la veía realmente afectada —le contestó un poco ruborizado.

— Ohhh Flaviti, eres un sol. Ojalá ella se dé cuenta también, que ya va siendo hora —le dijo guiñándole un ojo.

El rubor de Flavio incrementó notablemente, pero eso no evitó que rodara los ojos y suspirase.

— Mai, déjalo, si lo he superado yo, tú también puedes —le contestó resignado.

— Tienes tan superada a Samantha, como yo el final de Anne with an E —o lo que era lo mismo, pero no lo dijo con palabras: que no lo había superado.

Se despidió con un beso en la mejilla y dio la vuelta dirigiéndose a clase, mientras que Flavio ordenaba sus pensamientos de camino a dirección.

— ¿Sam? ¿Cómo estás? —le preguntó, acercándose cautelosamente.

— Fatal, Flavio, fatal, ¿de un día para otro me hace esto? No me lo puedo creer —le contestó Samantha, al borde de las lágrimas por quincuagésima vez.

Sabor de amor | OT 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora