Sincera y nada presuntuosa

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Enero empezó con mil ensayos por hacer. El día siete, después de que las fiestas navideñas terminasen, la Academia les mandó a todos los horarios de ensayos y clases, con la nueva incorporación de otro profesor de interpretación que ya conocerían, debido que los que ya tenían estaban con los otros cursos y sus respectivos musicales.

Las cosas, en realidad, estaban relajadas. De vez en cuando se ponían más tensas. Otras veces, simplemente eran raras. Como la situación en la que ahora se encontraba Gèrard. Se había dado cuenta que estaba enamorado de su mejor amiga, que, a su vez, se había liado con unos de sus mejores amigos, mientras que Hugo le había puesto los cuernos a Eva, que se había enfadado con Rafa, quien la había defendido en su momento.

Por no hablar de que Samantha, mientras estaba en su modo más dramático, no se había ni siquiera alegrado de que a Carlos Right lo hubieran dejado. Y es que todos fueron a decirle la noticia, esperando que se animara algo al ver que lo del cantante con Dave no había salido bien, después de lo que le habían hecho.

Andaba como un alma en pena. Pena que tenía nombre: Flavio. En parte, Gèrard podía entenderla. Aunque él no era de dramar en voz alta, de llorar por las esquinas y subir stories con canciones tristes. Él se expresaba mejor con palabras.

Había empezado con el tercer libro poco después del segundo, pero después de darse cuenta de sus sentimientos por Anne, había hecho ligeros cambios en la historia. Llevaba alrededor de quince mil palabras y estaba tecleando a toda velocidad. Era de noche, pero sus padres aún no habían vuelto del trabajo. Él estaba en el salón, con el ordenador sobre un cojín, mientras Anaju seguía unos entrenamientos online al otro lado.

Dejó los sobre el teclado y revisó el último párrafo, sin estar del todo convencido de lo que acababa de escribir.

Nunca antes Pierre había sentido nada así por nadie. De repente toda una oleada de sentimientos lo habían atacado sin dejarlo siquiera reaccionar. Ella era la persona que le daba el aliento cada día. Por la que se levantaba. Por la que vivía. Y, aunque sus sentimientos no fuesen correspondidos, quería lo mejor. Porque Eider no se había convertido en su mundo. Siempre lo había sido, por más que le había costado descubrirlo.

Gèrard pensó que era demasiado cursi. Ñoño, como diría Javy. Pero no borró absolutamente nada. El cursor siguió parpadeando y él, mirando el párrafo. No quería borrar nada, porque era como se sentía, pero al mismo tiempo, sentía que la cursilería se le había ido de las manos.

Sintió el peso de Anaju sentarse a su lado, cansada, mientras bebía agua. Se le acabó apoyando sobre el hombro, leyendo lo que había escrito. Puso una sonrisa apretada cuando llegó al último párrafo, mirando a su hermano. La forma en la que estaba enamorado la dejaba muy blanda. Aunque ella ya sabía de los sentimientos de él, el que se lo hubiera confirmado y que al fin se diera cuenta, la tenía en una nube constante.

En el fondo, sentía mucho que no fuese correspondido (pese a tener sus sospechas, claro estaba). Dejó la botella sobre la mesa y lo miró a los ojos, preparada a preguntar por el escrito.

— ¿Es por Anne?

— Es obvio, ¿verdad?

Ella asintió. Al final, Gèrard guardó el documento, cerrando el procesador de textos y apagando el ordenador. Echó la cabeza sobre el reposa cabezas del sofá y soltó un suspiro con fuerzas.

— A ver, que el amor es un sentimiento muy bonito —dijo Anaju, intentando animarlo. Él la miró de soslayo, cerrando los ojos inmediatamente después.

— Lo sé, Anaju, lo sé... se me llena el pecho solo de pensar en todo lo que la quiero, pero...

— Te gustaría que fuese correspondido.

Sabor de amor | OT 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora