Capitulo 9

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Rin suspiró, trataba de mantenerse tranquila, pero realmente estaba muy nerviosa. Frunció el ceño al darse cuenta de que no estaban saliendo de la cuidad, si no todo lo contrario. Estaban entrando a un complejo departamental de personas muy adineradas.

—¿Ocurre algo? —pregunto Naraku al mirarla de reojo.

—Nada... —apretó los labios y después soltó un suspiró—. Voy a ver al criminal más buscado de los últimos años. Estoy nerviosa —confesó.

—Ya te lo dije, no dejare que te haga daño.

—Lo sé. Además, ¿no se suponia que deberia de estar escondido fuera de la cuidad?

—Se supone —le dio la razón—. Pero es alguien con muchos contactos así que puede estar donde quiera.

Rin no dijo más, pero sus nervios aumentaron más al ver que entraban al estacionamiento del edificio. Bajaron del auto y se dirigieron al ascensor que estaba del lado izquierdo que tenía un letrero que decía "fuera de servicio". 
Naraku presiono el ultimo piso, el cual era la suite. Ambos se encontraban en silencio, luego de un par de minutos llegaron. Fueron recibidos por un par de hombres altos y fornidos. 

—Su celular —le pidió uno de ellos a Rin, esta miro de reojo a Naraku y este asintió al entregarle su celular al otro guardia—. Levante los brazos.

Rin obedeció  y el guardia procedió a revisarla. Una vez que terminaron les permitieron pasar al lugar. Caminaron por el lugar sin prestar atención a los lujosos detalles del lugar. Al llegar frente a una puerta de madera que era custodiada por otro par de hombres, estos solo abrieron la puerta para permitirles el pase, haciendo una leve reverencia para Naraku. 

—¡Bienvenida! —hablo efusivo el hombre que se estaba levantando de su lugar detrás de un escritorio. 

Rin como respuesta hizo una pronunciada reverencia, el mayor sonrió y se coloco frente a ella.

—¿Deseaba verme? —preguntó ella con calma.

—Así es, pero creo que somos muchos en esta habitación —miró a Naraku—. Dejanos solos —ordeno con frialdad.

Naraku hizo una reverencia y salió de la habitación. Rin trago saliva, estaba completamente sola con aquel hombre no mayor de cincuenta años, piel grisácea, ojos carmesí muy parecidos a los de Naraku. Alto, no podía saber si estaba en forma ya que usaba traje tradicional el cual le quedaba un poco grande. 

—Tranquila —le sonrió mostrando un par de colmillos de oro—. Toma asiento —señalo la silla—. ¿Deseas algo de beber?

—Así estoy bien, gracias —hizo una leve reverencia al tomar asiento. 

—¿Sabes? —se sentó en su lugar frente a ella—. Eso de hacerse pasar por hombre para participar en las carreras no está bien.

—Lo sé —le dio la razón.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? ¿Te envío tu padre? —se inclinó hacia adelante y la miró con molestia.

—No, mi padre no me envío —respondió con la mayor calma que pudo.

—Bien —le creyó, pues si el padre de ella supiera todo ya lo hubieran atrapado—. Entonces, ¿por qué lo hiciste? —no aparto la mirada de ella.

Rin se removió en su asiento incómoda, ante la mirada insistente del mayor le contó al menos lo necesario. Como que necesitaba dinero pero que nadie le daba trabajo por ser hija del primer ministro. Para su alivio eso pareció ser respuesta suficiente para Onigumo, pues se sentó en su sillón y cruzó los brazos.

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