Capitulo 11

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Naraku se detuvo en una pequeña tienda que estaba en servicio las veinticuatro horas, pues veía que Kagome aun estaba muy nerviosa y no podía llevarla así al colegio.

—¿Quieres un té o café? —pregunto al abrir la puerta.

—Café, por favor —susurró.

Naraku asintió y bajo del auto. Pasaron unos cinco minutos para que volviera.

—Ten —le extendió el café.

—Gracias —lo tomó y le dio un pequeño sorbo.

—¿Quién es Mukotsu? —pregunto  después de varios minutos.

Había escuchado todo y quería respuestas.
Kagome se tensó al escuchar ese nombre, respiró profundo y su mirada se concentró en su vaso de café.

—Era un socio de nuestro padre, se encargaba de traerle las armas —respiró hondo—. Hace tres años, en una de las tantas fiestas, conoció a Kagura, se obsesiono con ella y no se detuvo hasta que logró llegar a un acuerdo con padre.

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—Trato hecho —dijo Mukotsu al extender la mano.

Onigumo solo asintió y extendió su mano para estrecharla con su socio.

Kagura, sabiendo que no podía oponerse a los deseos de su padre no tuvo otra opción más que aceptar el trato de irse con Mukotsu por un año. Pero, pudo pedir una condición, llevarse a Kagome con ella, pues así la cuidaría para evitar que le hicieran lo mismo.

Mukotsu y Onigumo no estaban muy de acuerdo en ello pero terminaron aceptando cuando Kagura les prometió que no intentaría huir y que obedecerla en todo a Mukotsu.
Al llegar a la casa de Mukotsu, la cual era tradicional de dos niveles, las llevo al segundo piso donde les mostró sus habitaciones. Kagura dormiría con él en la habitación principal y Kagome en frente.

—Te encargaras de la limpieza —le dijo a Kagome—. Tu comida no será gratis —aclaro—. Pero no tendrás un sueldo. ¿Quedo claro?

—Sí señor —respondió Kagome al hacer una reverencia.

—Tú —se acercó a Kagura y la tomó por la cintura para acercarla a él—. Te harás cargo de cocinar, de verte bonita para mi y claramente atenderme como me merezco. Al paso de los días te iré diciendo y si lo haces bien tú y tu hermana tendrán sus beneficios.

—Esta bien —dijo Kagura fingiendo una sonrisa.

—Las dejare para que se instalen, iré a atender unos asuntos a mi oficina.

Le dio un beso en la mejilla y se fue de ahí. Kagura acompaño a Kagome a su habitación y le ayudo a acomodar sus cosas. Ambas guardaban silencio, no sabían que decir, Kagome estaba demasiado asustada era la primera vez que salía de aquella mansión y no sabia como sentirse al respecto, mientras Kagura no sabia como haría para atender a Mukotsu y cuidar de Kagome. Por suerte adentro de la casa no había ningún guardaespaldas, así que no tendría que preocuparse porque alguno de ellos quisiera pasarse de listo con Kagome.
Suspiró y de su bolso saco un par de cosas que tenía que entregarle a Kagome.

—Después de la cena —comenzó a hablar—. Quiero que te encierres bien y que uses esto —le dio un antifaz de seda y unos tapones para los oídos.

—Esta bien —respondió al sonreír levemente—. ¿Cuanto tiempo estaremos aquí? —pregunto en voz baja.

—Un año —suspiró, un año le parecía demasiado largo—. Te dejo para que descanses.

Le dio un beso en la frente y salio de ahí para ir a acomodar sus cosas en su nueva habitación.

Los días pasaron, las primeras semanas Mukotsu no salia de la casa para nada. Se dedicaba a vigilarles para que no intentaran escaparse. Tras ver que eso no pasaba comenzaba a dejarlas solas por algunas horas, hasta que solo estaba por las noches. Las dejaba salir pero con guardaespaldas.

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