Capitulo 7

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Caminaban en silencio por el parque, habían decidido salir a hablar afuera ya que en la cafetería había muchas personas y no podían arriesgarse a que alguien los escuchara. Naraku caminaba a la derecha de Sesshomaru, mientras que Rin a la izquierda.
Se detuvieron frente a unos columpios que no estaban ocupados y además no había muchas personas.

—Hablemos aquí —dijo Naraku con calma.

Se alejó de ellos y tomó asiento en una de las sillas del columpio.
Sesshomaru giro a su izquierda, Rin suspiró e hizo un puchero cosa que sabía que él no vería.

—Me asusta estar con él —confesó en voz baja.

—Lo sé —coloco su mano derecha sobre el hombro de la castaña—. Pero, te aseguro que no te hará daño. Además estaré cerca —hablo con seriedad.

—Confias mucho en él, ¿no?

—Sí —respondió secamente.

Rin resopló, acaricio la cabeza de Yako y después le dio un beso en la mejilla a Sesshomaru.

—No te alejes demasiado —le pidió en un susurró.

Sesshomaru asintió y se alejó de ella. Camino un poco más hacia adelante hasta llegar a una banca donde tomó asiento. Rin al ver donde estaba se sintió un poco más tranquila y segura.

Suspiró de nuevo y con los brazos cruzados se acercó a Naraku.

—Rin... —comenzó a hablar él después de varios segundos en silencio—. Quiero pedirte perdón por lo de anoche —fue sincero—. No creí que realmente fueras tú.

—¿Sospechabas de mi? —pregunto ella al tomar asiento y comenzar a mecerse.

—Un poco... —suspiró—. Veras, mientras estábamos conduciendo me di cuenta que lo hacíamos similar...

—¿Cómo te has dado cuenta? —pregunto dudosa.

—En las veces que estábamos a la par, te miraba de reojo. Vi como movías la palanca, la forma de estar sentada e incluso la manera de tomar el volante —ella frunció el ceño, parecían cosas muy simples.

—Pero eso no dice nada —intento defenderse.

—Quizás para ti no, pero puedes ver la manera en la que conduce Jaken o Hakudoshi y veras que son muy diferentes a pesar de que hacen lo mismo.

Rin se quedo en silencio por varios minutos, Naraku tenía razón.

—Es cierto —susurró.

—Así que... —continuo con el tema —. Recordé que solo a una persona yo le enseñe a conducir y esa era...

—Ayame —completo ella. Si hermana mayor, que a pesar de que en aquel entonces tenía catorce años, le había enseñado a conducir a escondidas de sus padres, claro estaba.

—Así es —suspiró—. Creí que eras el chico por el que me cambio —su voz sonaba un poco molesta—. Pero supongo que ella debe de estar en otro lugar feliz —su mirada estaba en el suelo.

—¿No lo sabes? —pregunto confundida.

—¿Saber qué? —alzó la mirada para verla, pudo notar que sus ojos se habían vuelto cristalinos.

—Ella murió, hace dos meses fue su aniversario luctuoso.

—¿Qué? ¿Cómo? —estaba sorprendido, no podía creer lo que escuchaba.

—No sé los detalles —un par de lágrimas salieron de sus ojos—. Lo único que sé es que fue en un accidente automovilístico.

—¿Puedo saber la fecha?

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