Un chico de 10 años va con sus padres de vacaciones a la playa, escribe una carta en una botella y la arroja al mar, sin saber que 15 años después recibiría una respuesta
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Narra Pablo:
Después de darme un baño salgo de mi habitación rumbo al comedor, la comida del avión no es realmente la mejor y mi estómago se siente completamente vacío, no pierdo ni un solo segundo para apreciar la belleza de la hacienda, con razón Camila estaba tan enamorada de este lugar
—Aquí tiene su comida señor—Me avisa la chica
—Muchas gracias
La chica se sienta en la mesa junto a mí y espera a que termine de comer para luego recogerlo todo
—¿Quiere recorrer un poco la hacienda en lo que llega la señora? —Me pregunta amablemente
—Si claro
Ambos salimos de la casa grande y la chica me comienza a platicar de la historia de la hacienda, al parecer trabaja aquí desde que es una niña pequeña y jamás se fue, y del mismo modo con casi todos los trabajadores de aquí, la chica me guía por los viñedos más cercanos a la casa
—Estos son más como decoración y hacen parte más o menos del paisaje porque no son la misma especie de uvas que utilizamos para el vino más bien sirven para surtir a la casa grande y a los trabajadores.
—¿Qué especie es esta? —Le pregunto realmente interesado
—Uvas de mesa sin semillas
A lo lejos veo como un grupo de personas se acerca, pero mi miopía no me permite identificar ningún rostro hasta que se acercan lo suficiente. De un momento a otro me encuentro cara a cara con Camila todo pasa tan rápido que no me da tiempo de sentirme nervioso
Nuestros rostros se encuentran frente a frente y su olor invade mis fosas nasales de golpe gracias al viento
Huele a vainilla
En su rostro se dibuja una sonrisa cálida y su tierna mirada se posa sobre mis ojos, sus ojos brillan y su cabello también bajo los tenues rayos del sol que empieza a ocultarse, ninguno de los dos se atreve a pronunciar palabra y solo nos conformamos con el juego de miradas que estamos teniendo con miedo de romper el momento
Todos los que nos rodean se van dejándonos solos, me acerco lentamente a Camila hasta estar lo suficientemente juntos como para que nuestros aromas se mezclen
—Hola Pablo—Pronuncia con su dulce voz
Que voz, jamás había oído una voz que se le asemeje, una linda sonrisa se dibuja sobre sus labios que acelera los latidos de mi corazón al instante
—Hola Camila, ¿Cómo estás?—Le pregunto nervioso
—Bien—Responde—¿Quieres que te muestre los viñedos?
Asiento lentamente con la cabeza y Camila me regala una pequeña sonrisa
—Tenía muchas ganas de conocerte en persona—Me dice después de una caminata envueltos en un lindo silencio