IV

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Jaskier abrió los labios antes de negar.

—¿Quién demonios te dijo eso?— el bardo se veía visiblemente afectado ante la mención de aquel nombre—El brujo no me gusta.

—No mientas, en tus ojos se puede ver el amor, eso no se puede ocultar— Yennefer le miró con comprensión.

—¡Si le digo me va a echar del grupo!— los ojos de Jaskier de llenaron de lágrimas—¡Le gustan las mujeres no las cosas como yo!

—Jaskier tú no eres una cosa...

—¡Claro que lo soy! Mi padre siempre me lo dijo, yo solamente era un idiota que le gustaba hacer cosas de niña y para el colmo de todo, me gustaban los hombres— las lágrimas ya estaban en sus mejillas—Cuando conocí a Geralt creí que todo iba a estar bien, que había encontrado a mi alma gemela pero te eligió a ti Yennefer y aunque al principio me molestó mucho, al ver que eras una buena mujer decidí que era lo mejor— compuso una sonrisa— Eres lo mejor para él, ustedes aún tienen un futuro juntos. Te deseo lo mejor Yennefer a ti y a Geralt— soltó un sollozo— Y cómo favor, tengan la familia que yo nunca tuve y jamás podré tener.

Dió media vuelta antes de alejarse, Geralt se lo encontró a mitad de camino pero el bardo solamente lo empujó para comenzar a correr hasta la posada en donde se había quedado Roach.

—¡Yennefer!— todos temblaron al escuchar aquel fuerte grito—¿Qué le hiciste?— se acercó a ella tomándola fuertemente del brazo para jalarla—¡Habla maldita sea!— la zarandeó.

—Debes de ir por Jaskier y decirle lo que sientes— murmuró— él está enfermo, tiene el hanahaki.

Geralt se puso tenso.

—¿Quién es el culpable?— gruñó antes de apretar más el brazo de Yennefer.

Quién quiera que haya lastimado a Jaskier lo pagaría caro, estaría muerto sin importar el estatus social al que perteneciera quien le había hecho daño.

Yennefer pasó saliva.

—No estamos para que me niegues cosas ¡Jaskier me importa! Y si no me dices ahora, no sabes lo que te voy a hacer sufrir— gruñó a la mujer quien por primera vez sintió miedo ante el brujo. Estaba segura que su voz estaba haciendo que la tierra se moviera.

—¡Geralt! ¡Geralt!— Ciri llegó corriendo a través de las casas para llegar hasta dónde los otros estaban.

—Vete de aquí Cirilla, ya estoy cansado de que me oculten cosas— gruñó también a la adolescente.

Yennefer desvío la mirada antes de apretar los labios—Eres tú Geralt, tú eres quien le causó el hanahaki después de que le dijiste que si pudieras pedir un deseo sería no haberlo conocido, que sus caminos nunca se hubieran cruzado.

Geralt soltó a Yennefer antes de quedarse mirando a la nada.

Una cosa seguía siendo cierta, si algo le pasaba a Jaskier, él estaría muerto, la poca humanidad que había adquirido gracias al bardo se habría ido y al igual que el hombre de la historia que les habían contado en el pueblo, solamente esperaría la muerte.

—¡Geralt de Rivia!—Ciri gritó haciendo que varios árboles y el suelo mismo de movieran violentamente—Jaskier se fue ¡Tomó a Roach y se fue!

—Pero Roach...

—Hablé con él y Roach ahora también le serviría a Jaskier, como si se tratase de mi— habló Geralt parpadeando.

—¡¿Y qué esperas para ir por él?!— Ciri estaba desesperada, corrió hasta el brujo tomándolo del brazo—Vamos, vamos— Geralt movió su cabeza de un lado a otro para salir corriendo detrás de la niña.

Yennefer miró a todos lados antes de tomar un atajo hacia la posada, si Jaskier ya se había ido en Roach, seguramente ya estaría algo lejos del lugar; y si querían localizarlo rápido necesitaba una cosa que fuera de gran valor para el bardo y así rápidamente abrir un portal.

Abrió la puerta de la habitación donde Jaskier y Geralt iban a quedarse, buscó con la mirada y dió con el laúd. Su corazón se oprimió, si el bardo había dejado eso botado era porque sentía que la muerte estaba cerca, demasiado cerca.

Yennefer salió corriendo hasta la entrada del pueblo, donde Geralt y Ciri estaban tratando de seguir el rastro que Roach había dejado. La hechicera tocó una cuerda del laúd y el portar se abrió enfrente de la adolescente y el brujo.

—¿De dónde sacaste eso?— miró a Yennefer.

—No es momento para respuestas ¡Vamos antes de que se mueva!— la hechicera sin pensarlo demasiado caminó hasta el interior de aquel circulo negro.

Ciri le siguió al igual que Geralt después de traer la espada en alto.

—No está— la menor del grupo comenzó a sollozar—Jaskier no está.

Yennefer miró a todos lados, ese lugar no lo conocía pero seguramente Jaskier había llegado hasta ahí por culpa de Roach.

Geralt aventó la espada antes de mirar a todos lados, su aguda visón le ayudó a ver a Roach cerca de un hermoso pero pequeño lago. Sin decir nada caminó hasta el animal, le tocó durante unos segundos para finalmente correr un poco más lejos, llegó hasta unos arbustos en donde vio a Jaskier tirado en el suelo, con varias flores y pétalos enfrente suyo.

—¡Jaskier!— gritó pero este no respondió.

De forma desesperada se acercó a él, le tomó entre sus brazos para poder observarlo mejor; con el cuerpo temblando se acercó a la nariz de Jaskier por la cual ya no salía aliento.

—No, no, no— murmuró—No, aún no es tarde— tomó el rostro de Jaskier, mientras dejaba que el cuerpo del bardo se recargara en sus piernas—Por favor, aún no te puedes ir— la voz del brujo perdió la fuerza que siempre le caracterizaba.

Yennefer y Ciri llegaron corriendo hasta ese lugar, ambas se quedaron quietas al ver al brujo recargado en el cuerpo de Jaskier, murmurando cosas con la boca pegada a la frente del bardo.

—¡Besa a Jaskier!— el corazón de Yennefer estaba agitado.

Geralt pasó saliva, pero sin dudarlo acercó sus labios a los del bardo, le miró unos segundos más antes de unir sus bocas. El brujo no podía creer que los labios de Jaskier estuvieran tan fríos.

Duraron de esa forma unos segundos pero nada ocurrió, Jaskier seguía sin moverse ni un centímetro.

Fue ahí donde el brujo no pudo soportarlo más, dejó que sus lágrimas cayeran en el suelo y en el cuerpo del bardo.

—Por favor Jaskier, yo te amo...no puedes dejarme solo.

Recuerdo no olvidarte | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora