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Era mi tercer cigarrillo, de nuevo me sentía cansado y molesto por las sesiones con la doctora Helen. Ella decía que había mejorado bastante, y aún así no me dejaba en paz. Estaba harto de las consultas.

Era tarde, las consultas siempre tardaban demasiado. Comencé a caminar, solo quería alejarme de ese maldito lugar y no pensar de nuevo en esa doctora, no tendría que verla en una semana. Mientras caminaba, observaba a la gente, y lo odiaba. No me gustaba

Hasta que de pronto lo vi, pálido, pequeño, mirando con los ojos perdidos al hombre frente a el. Mordía sus labios, tratando de contener las lágrimas. Limpio una que escapó, entonces sonrío, sus pequeños labios pidiendo disculpas. Algo se apretó en mi pecho en ese momento pero no pude hacer nada. Solo los observé alejarse, el otro dejando en claro a quien le pertenecía el chico

Por alguna razón, el rostro de ese chico se quedó en mi mente.

Regrese a mi apartamento, vacío y sin vida. No tenía muebles, solo un cama que pocas veces use par dormir. La mayoría del tiempo, dormía en el suelo.

Días después, salí rumbo a mi estudio, tenía pendientes algunos trabajos y quería terminarlos rápido. Ya no quería lidiar con esas estúpidas bandas de jóvenes idiotas, quería quedarme en mi habitación, simplemente escuchando a Mozart. Una y otra vez, sin parar.

Mire una cafetería, entre sin pensarlo mucho para comprar un café. Un americano que me mantuviera despierto algunas horas, hasta que terminará con todo

Fue entonces que lo vi, sentado en una mesa del fondo con una chica y un rubio. No había rastro del otro hombre. Estaba sonriendo, diferente de como lo vi la primera vez. Su sonrisa era hermosa y entonces mi pecho se hincho, una enorme felicidad me invadió, un sentimiento que nunca había sentido. Tomé mi orden y camine hacia el, dispuesto a hablarle, a saber quién era, pero el sonido de su celular me detuvo.

Contestó la llamada, y cerro los ojos, sus labios de nuevo pidiendo disculpas y levantándose. Se iba a ir, alguien lo estaba buscando.

Paso junto a mi, escuché su pequeña voz, era hermosa, musica para mí. Tan hermosa que me estremecí. Mire a sus amigos, estaban preocupados pero no hicieron nada. Indiferencia.

Sin pensarlo demasiado, me di la vuelta y salí de ahí, siguiendo sus pasos, tratando de escuchar de nuevo su voz, ver sus ojos de cerca, tocarlo...

Me detuve de golpe, lo había perdido.

Me enoje, por ser tan idiota. Camine de regreso, en dirección al estudio, todavía tenía trabajo.

Paso un mes y no lo había vuelto a ver, estaba irritado por está situación. Había caminado varias veces cerca de la estúpida cafetería, hasta estar casi una hora diario, caminado por la zona donde lo vi la primera vez, esperando en la misma calle por 30 minutos, dos veces al día y aún así no lo veía. No tenía ningún rastro de el, lo peor era que la doctora Helen se había dado cuenta de mi ansiedad por verlo, y me había pedido que me detuviera. Eso me tenía aún más molesto

Me estaba desesperando, quería verlo, necesitaba verlo, solo una vez más. Quería ver su sonrisa, escuchar su voz... Había perdido la cuenta de cuántas veces me masturbe solo imaginando sus gemidos, o su rostro lloroso en mi cama, sus labios alrededor de mi... De nuevo estaba duro.

Enojado, camine de nuevo a la cafetería, entre y pedí el típico café negro y me senté. Espere y espere de nuevo. Mire mi reloj, habían pasado 40 minutos. El café ya estaba frío, como siempre. Nunca lo tomaba. Me levanté para irme, no iba a esperar más tiempo.

Fue entonces que la puerta se abrió, y el entro. Riendo de manera hermosa, siendo empujado con suavidad por uno de sus amigos. Me quedé quieto, solo escuchando su voz mientras se quejaba. Por un momento, solo un breve instante, me miro y su sonrisa se hizo más grande. Sus ojos brillaron y casi morí. Me dedico un simple "Disculpe", al pasar junto a mi, y su risa se siguió escuchando.

Me voltee para verlo de nuevo, estaba de espaldas a mi. Salí de la cafetería, camine unos pasos y entonces me detuve. Por qué está vez, no iba a perderlo de nuevo. Por eso, espere durante casi 3 horas, hasta que salieron de ahí, y tomaron caminos diferentes. Sus amigos se alejaron de el, mientras se despedía con la mano. Paso de nuevo junto a mi, ignorando mi presencia por completo.

Espere hasta que se alejo un poco de mi, y comencé a caminar con el, a su ritmo. Hasta que llegamos a un edificio viejo, donde entró. Entre detrás de él, dando un poco de espacio y disimulando entrar a otra habitación. Me fijé en el número donde el entro. Ya sabía dónde encontrarlo

ObsesivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora