Amor esclavizado [editando]

Cap 40

Pov Meliodas

Desperté.

Parpadeé un poco para acostumbrarme a la intensa luz que entraba por la ventana, alumbrando todo a mi alrededor.

Recorrí con mis ojos cada rincón de la habitación, y me detuve en la hermosa chica recostada sobre mi pecho, completamente desnuda y vulnerable.

Mi mano viajó desde su cintura hasta su largo cabello, acariciando uno de esos preciosos y exóticos mechones platinados.

El color era sumamente raro, pero de la misma forma, jodidamente hermoso.

Al ver la posición de su cuello, moví ligeramente su rostro, de forma que cuando despertara, no sufriera dolor en esa zona.

Dolor...

Eso es lo que ella había sentido en las últimas semanas, y me mataba pensar eso. No pude evitar su sufrimiento, ni tampoco su miedo. No pude protegerla.

Había estado completamente sola y aterrada en la boca del lobo. Y yo no pude hacer nada.

Pero ahora estaba entre mis brazos, dormida, tranquila, y lo más importante, protegida.

Para siempre.

Casi.

Aún faltaba enfrentar un desafío para llegar a ese punto de la historia.

Baje la mirada al sentir como se removía, soltando pequeñas quejas y tapándose los ojos ante la luz del sol.

— apaguen la puta luz... — me reí ligeramente.

— lo siento cariño, pero no puedo apagar la luz del sol y no quiero pararme a cerrar las cortinas — soltó un pequeño gruñido, pero mi corazón se calento al verla sonreír con ternura y besar mi clavícula.

— buenos días máquina — se sentó sobre mi, extendiéndome el puño con una sonrisa ahora juguetona. Le correspondí a su gesto.

— buenos días interruptor — me miró confundida.

— ¿interruptor?

— tu eres lo que me enciende en la cama — le guiñé un ojo, y ella soltó una adorable y sonora risa mientras rodaba los ojos.

— te llaman Romeo — me encogí de hombros.

— bueno, normalmente me llaman pervertido, pero romeo está bien — golpeó mi hombro suavemente, para luego volver a recostarse sobre mi pecho, abrazándome.

Acaricié suavemente su espalda al notar su repentino cambio de actitud. Ahora se veía preocupada, e incluso algo asustada.

— ¿estaremos bien? — me tensé — vamos a salir de esta ¿verdad? — tragué fuerte.

No lo sabía.

No sabía si todo esto iba a terminar bien. No sabía si iba a terminar mal.

Era la primera vez que estaba genuinamente perdido, la primera vez que no sabía la respuesta a algo así. Y eso me aterraba hasta los huesos.

No iba a mentirle diciendo "estaremos bien" o "todo va a salir bien", porque esto es una guerra, gente va a morir aunque no queramos, porque así es esta mierda.

Muerte, hasta que un solo hombre quede en pie.

No le respondí, y eso fue suficiente para que ella se de cuenta de todo.

Aferró su agarre en mi cuerpo.

— no quiero que nada nos pase — acaricié su cintura con una mano, y con la otra entrelacé mis dedos con los suyos.