tres

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Eva

—Te ha llamado gilipollas— se rió Anaju cuando entré donde todos desayunaban acompañada de Eva.

Pepelerdo— dijo Hugo con un acento pésimo cuando pasé por su lado haciendo que me ría.

(...)

2 semanas después

Entramos a la academia después de la gala, Nick y Mai estaban nominados y para colmo expulsaron a Eli, lo cual me dio pena porque fue una persona con la que congenié mucho y podía contarle mis cosas. Lo único bueno, supongo, fue que Hugo salió favorito.

Estaba demasiado cansada como para ir al chat pero había que hacerlo, así que me senté en una de las sillas de fondo y dejé las horas pasar sin participar ni hablar.

—¿Pasa algo?— preguntó Hugo una vez de acabó el chat. Sé que pensaba que estaría molesta porque no me salvo con el privilegio pero todo lo contrario, lo entiendo.

Negué con la cabeza y fui a por mi pijama.

—Eva— insistió siguiéndome hasta los armarios.

—¿Qué?— lo miré —Perfecto no tengo sudaderas— me quejé —. Me pasa por no lavarlas antes, si es que soy idiota— me puteé.

—¿Te dejo una?— preguntó Nick, quien tenía su armario al lado del mío. Se hizo un silencio y antes de que pudiese responder Nick salió de la habitación.

—¿Quieres una mía?— se acercó el andaluz.

—No hace falta— fui al baño para cambiarme y después de eso entré de una vez por todas a la habitación, estaba vacía, cosa que me dio paz.

Dormía en la parte de abajo de la litera que compartía con Sam, me metí en la cama y cerré los ojos para intentar dormir. Pero en vez de dormir solo podía pensar, en que echaba de menos a mis padres, a mi perrita, sentía cierta ansiedad por lo que podrían estar pensando fuera de mi. Y por primera vez desde que entré en la academia me puse a llorar, intentando hacerlo en silencio pero el intento fue en vano porque Hugo entró a la habitación y me escuchó.

—¿Ere' tú Eva?— preguntó acercándose al ruido, porque la oscuridad le impedía ver.

Me escondí bajo el edredón y me giré hacia la pared.

—Se que ere' tú mi niña, cuéntame que te pasa— dijo arrodillándose al lado de mi cama —. Toma, estás tiritando cabezota —me dio su sudadera.

—Gracias— me giré hacia él con la voz rota.

—¿Me cuentas qué pasa?— me acarició la mejilla.

—Nada importante— dije rompiendo nuestro contacto visual.

—¿Vamos a la terraza?— preguntó.

—Mañana te lo cuento, ¿vale? Estoy cansada— susurré y él asintió.

Su cama estaba a la altura de la mía, esta no era una litera y estaba junto a la ventana. Él salió de nuevo de la habitación suspirando.

(...)

Me puse unos vaqueros y un suéter escarlata de lana de cuello alto y salí a desayunar, la sudadera de Hugo la dejé sobre mi cama para acordarme de devolvérsela.

—Mmm nuestra mirada es la fuerza más linda de todas, quiero esconderme en tu pecho que nada me joda— canté entrando a la cocina.

—Que bonito, ¿lo has escrito tú?— preguntó Anne, quien ya estaba desayunando junto a Gèrard.

—No, es una canción, es muy bonita deberías escucharla— dije mientras me servía el desayuno —. ¿Qué tal habéis dormido?— me senté junto a ellos.

—Bien— sonrió Gèrard.

Después de desayunar salí a la terraza.

—Aquí estás, buenos días— abrió Hugo la puerta.




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demonios; hugo coboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora