siete

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Eva

Dejé besos en el cuello del rubio haciendo que tire su cabeza hacia atrás dejando más espacio para que siga con lo mío.

—Hueles bien— paré haciendo que gruña.

Dejé un beso en su mandíbula y cuando iba a dejar otro en su mejilla giró la cara estampando sus labios con los míos haciendo que yo abriera los ojos como platos y tensara mi cuerpo.

El rubio frunció el ceño y al ver que no reaccionaba salió enfadado del lugar.

—Hugo— lo llamé arrepintiéndome de no haber seguido el beso —Hugo— repetí alargando la o.

Sonó el timbre por lo que fui rápidamente a la sala de ensayos para el reparto de temas.

Todos estaban ya allí, él estaba sentado junto a Anaju, cuando me vio entrar pasó su brazo por sus hombros y dejó un beso en su frente. Me senté al lado de Anne y Nia intentando ignorar lo que hacía Hugo para centrarme en lo importante, la música.

(...)

Sonó el timbre indicando que la cena ya estaba pero no tenía hambre y quería seguir ensayando.

Después de unos diez minutos mientras estaba cantando la canción que había compuesto, la puerta de la sala de Capde se abrió haciéndome sobresaltar.

—¿No piensas cenar?— preguntó Hugo abriendo la puerta.

—No— contesté sin mirarle.

—Te he guardado cena— dijo y salió de la sala.

Cuando las luces se apagaron decidí salir para comer algo y luego dormir, o intentarlo.

Pude ver a Hugo manteniendo una conversación con mi mejor amiga.

—No va a salir, es cabezota— se levantó Anne de la mesa.

—La esperaré un rato más— habló cansado apoyando los codos sobre la mesa.

—Buenas noches— abrazó al rubio.

—Buenas noches.

Llegué a donde él estaba en silencio ganándome su mirada.

—En la nevera— informó.

Calenté la comida y me senté enfrente de él.

—Gracias— dije comiendo.

—¿Te has enfadado?— preguntó después de un rato.

—¿Y tú?— hablé levantando la mirada.

—Yo he preguntado primero— dijo como un niño pequeño.

—Es que no sé por qué te has enfadado, Hugo— hablé molesta —. No sé por qué razón has salido así de la ducha.

—Me ha molestado tu reacción.

—Y a mi la tuya, yo iba a seguirte el beso, nada más no me lo esperaba— resoplé.

—Perdón— se levantó de su sitio para sentarse junto a mi.

Me levanté para dejar mi plato en el lavavajillas.

—Vamos a la terraza— abrí la puerta.

Me siguió hasta ahí y el rubio se sentó en un silloncito con una manta.

—Ven— abrió sus brazos.

Me acosté en el sillón junto a él casi encima y me giré para mirarle.

—Eres preciosa— besó mi mejilla.

—Tenemos algo pendiente— besé su cuello.

—Los besos en el cuello me ponen mucho— murmuró.

—Lo sé— dejé otro beso en ese lugar.





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demonios; hugo coboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora