nueve

664 31 8
                                    

Eva

Llegó la noche y se apagaron las luces, y con ello las cámaras. Estaba con Sam y Gèrard en la sala del piano, este último nos estaba enseñado una canción que había estado componiendo, era preciosa.

—Chicos, me voy a la terraza, a que me dé el aire— me levanté y salí de la sala.

Había sido un día muy largo, me estaba agobiando un poco pero me sentía cómoda con esta canción. Era miércoles, por lo que hoy hubo pase de micros y esa fue la principal razón de mi agobio. Sentía que tal vez mi voz no era lo suficientemente buena para esto.

—Aquí estás— entró el cordobés a la terraza.

—Hola— saludé sin mirarle.

—¿Qué pasa?— se sentó junto a mi.

—¿Qué ha pasado hoy?— pregunté.

—Vale, es hora de que hablemos— se tapó con la manta que yo tenía.

—Sí, ¿primero tú?

—No, dime lo que me ibas a decir anoche— cogió mi mano.

—Vale— suspiré y miré nuestras manos —¿estás jugando conmigo? Cuando se acabe esto, ¿pasarás de mi y te irás con tu novia? ¿Me vas a hacer daño?

—Relájate— pasó mi pelo por detrás de mi oreja delicadamente —. No estoy jugando contigo, todo lo que te he dicho es lo que siento— me miró a los ojos —. No sé que pasará con Aurora, pero nunca había sentido algo tan fuerte por alguien, y si tú estás dispuesta a arriesgarte por nosotros, yo también— y sentí que todo lo que me estaba diciendo era verdad, que iba a estar dispuesto a dejar a su novia por mí, o eso quería creer. 

—No me hagas daño, por favor— apoyé mi cara en mis rodillas.

—Eh— susurró —mírame Eva— levanté la mirada —te quiero— buscó mi mirada.

—Te quiero.






•••

demonios; hugo coboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora