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El sonido de la puerta ser tocada llamó su atención, pues estaba tan concentrada dibujando que se había asustado por la sorpresa, esta se extrañó un poco pues Alastor llevaba tiempo sin tocar su puerta, tan sólo seguía dejando las comidas.
La pelirrubia se sentó en la cama y se puso las pantuflas las cuales estaban bien acomodadas para colocárselas después de despertarse o alguna otra cosa, y caminó hacia la puerta, pero al abrirla no vio a nadie, esta asomó su cabeza y miró a todos lados, nada, ni una señal.
Bajó su mirada y se encontró con un ramo de flores, específicamente narcisos, sus flores favoritas, junto a una nota pegada en el hermoso y delicado papel dónde estaban envueltas con un listón color mostaza.
"Espero que te gusten, nunca pude evitar notar la gran cantidad de veces que te quedaste mirando este tipo de flores, te veías adorable cuándo tus ojos brillaban al verlas, como una niña pequeña mirando un dulce"
Sintió un fuerte calor en sus mejillas y sin más salió un momento de su habitación, no tardaría, esta fue a la cocina a llenar un jarrón con agua y regresó a su habitación colocando los narcisos en aquel recipiente, dejándolo encima de una mesa de noche, realmente lucía muy bien como decoración en su cuarto.
Charlie no pudo evitar reír un poco al leer esa nota, pues al parecer para ser una adulta al demostrar sus emociones parecía un infante.
Alastor: Veo que le gustaron.
Aunque Charlie no notó su presencia, el sonido de pasos lo había atraído y tan sólo se asomó, escondiéndose un poco en la columna, vio como su querida esposa había entrado en la cocina y minutos después salió con un jarrón lleno de agua, le encantaba el gusto que su pequeña Charlie tenía por las cosas pequeñas, realmente ella era especial.
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Al principio, no quería aceptarlo, pero cada vez que la veía sonreír sentía más razones para protegerla de los malditos pecadores.
