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¿Sabes lo que es vivir sin ningún tipo de amor en toda tu vida?, ¿Qué hasta tu propia madre te maltrate por ser su desgracia?. Estas de acuerdo que a la mínima que alguien te extienda la mano la tomarás sin dudar para salir de ese infierno en el que has estado viviendo... ¿Verdad?, pensando que todo será diferente pero... Simplemente sales de un hoyo para entrar a otro.

Nací un viernes 13 de octubre del 2000, con varios intentos de aborto por parte de mi madre, mi madre no estaba precisamente forrada de dinero, y mucho menos en esa época, por lo que no pudo pagar un aborto formal y eso significaba otra boca que alimentar. Su novio (mi padre) al enterarse que ella estaba embarazada como el buen hombre que era... Huyó sin dejar ningún tipo de rastro tras él, se esfumó de la faz de la tierra, así que era de esperarse que mi madre me guardara un rencor increíble. Y gracias a este rencor es el porque inicia mi historia.

Años después.

- Akiko... ¡Akiko! -una voz femenina me llamó asustandome un poco.- ¿Estas poniendo atención? -cuestionó mi profesora, la señorita Yoshida de una forma preocupada.

Asentí con la cabeza para volver la vista a mi cuaderno cosa que a varias compañeras les causo gracia. ¿Qué había sucedido?, tal vez me quede mirando a un punto fijo de la habitación como es mi costumbre, muchos profesores se quejaban de mi comportamiento tan extraño y distraído, decían que no ponía atención y que a menudo me la pasaba haciendo otras cosas que no tenían nada que ver con sus clases, sin embargo no podían hacerme nada ya que yo tenía el mejor promedio en la escuela.
Antes yo no era así, sino lo contrario: Era atenta, amigable, participativa, etcétera. Lo normal en una niña cualquiera, tal vez pensaban que la muerte de mi abuela de hace unos años me afectó lo suficiente como para cambiar de la noche a la mañana.

Seguí en el trabajo la maestra había puesto. Matemáticas. Materia que jamás se me había dificultado, terminé el trabajo y lo llevé a la maestra para que lo revisara, siempre era la primera en acabar.

Timbraron para el receso, siempre era lo mismo, las niñas se juntaban en un rincón del salón para hablar de la ropa nueva que se habían comprado o de algún chisme o rumor reciente, la mayoría de los niños salían a el patio a jugar fútbol mientras que los otros pocos se quedaban en sus lugares dibujando o haciendo otras cosas. Y yo... Yo me quedaba en mi asiento comiendo en silencio mi almuerzo.

- Oye -una de las chicas se puso en frente de mi asiento tratando de llamar mi atención.

Levante la vista despreocupada, siempre pasaba algo así.- ¿Se te perdió algo?

- No, pero vengo a que hagas mi tarea de matemáticas -exigió como si esa fuera mi única responsabilidad.

Mástique el último bocado de mi almuerzo.- ¿Y qué gano yo con eso?, no tienes nada que mi interese -le respondí llamando la atención de los que estaban a nuestro al rededor.

- Pues ganas el fabuloso placer de hacer mi tarea, ¿Qué más puedes pedir? -ella era la arrogancia en persona, era la menor de una familia "a dinerada" la cual le cumplía todos sus caprichos, cosa que yo no haría.

- ¿Enserio? -fingí emoción.- Me importa un comino, ve con alguien más a que te haga tu tarea porque yo no lo haré

- ¿Segura que no lo harás?... No me sorprende que tu madre te haya abandonado con tu abuela, seguro se cansó de ti al igual que tu abuela -se burló de mi, le permití que esa perra se hundiera en su arrogancia.

- A mi tampoco me sorprende que tu padre haya engañado a tu madre con la madre de tu mejor amiga y que se hayan ido juntos, de seguro se hartó de ti y de tu madre, ¿Verdad, Tomoko? -sus ojos se abrieron por la sorpresa, favor con favor se paga.

Loca De Amor: La Historia De Una Asesina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora