2.

167 15 0
                                    

Me levanté a duras penas, había dormido muy poco, temblando y tambaleándo me dirigí a la puerta y la abrí, eran las seis y media de la mañana y mi madre aún no llegaba. Fuí a el baño y me miré a el espejo, estaba totalmente pálida pero las marcas de mi tortura ya no eran visibles, podría ocultar las demás con mi cabello.
Tomé una ducha rápida para poder despertar y borrar cualquier indicio de lágrimas de mi cara, el agua estaba helada pero ya me había acostumbrado.
Evité soltar un grito cuando sentí el agua fría caer sobre mi espalda, aún estaba sensible. Aún recuerdo el primer baño que tomé aquí, fue aterrador, Naoko (así se llama esa mujer) me obligó a entrar a la regadera con el agua helada. Sinceramente no quiero recordar ese momento.

Me coloqué el uniforme y me cepille el cabello acomodándolo para ocultar cualquier marca visible. Salí del baño, tomé mi mochila y me dirigí a la salida de la casa donde me coloqué los zapatos para después salir de ahí.

Caminé a la escuela, no estaba lejos pero me gustaba llegar más temprano para tener tiempo para mi.
Hoy me esperaba un día ocupado, era Jueves y hoy teníamos gimnasia, lo que significaba ejercicio o jugar a voleibol en equipo, que fastidio.

7:00.

Entré a el salón de clases y me senté en mi puesto, era la única ahí, ¡Mejor!, así tendría más tiempo a solas antes de que empezara la clase. Apoyé mi cabeza encima de mis brazos posados en el pupitre, bostece cerrando los ojos, podría dormir un momento, las clases empezaban a las ocho de la mañana pero... Era la Fujioka sensei, la maestra de literatura, siempre llegaba unos diez o veinte minutos tarde. Tenía tiempo de sobra, así que me dispuse a dormir.

.....

- Eres una inútil -me gritó al ver que me había caído cargando un cubo de agua con las manos.- No sirves ni para limpiar la casa, vaya desperdicio de tiempo y comida.

Era mi segundo día ahí, Naoko se acercó a mi con un cubo con artículos de limpieza y me lo lanzó.- Si quieres comer y seguir viviendo aquí, te lo tienes que ganar. Vamos.

Me tenía como su sirvienta, tenía que limpiar el piso, los platos (que para solo ser una mujer ensuciaba demasiados), la ropa, tender las camas, etc. Pero limpiar el suelo no era con un trapeador, ¡No!, era con un trapo, y era una casa grande.

Me levanté poco a poco, la altura de la que había caído no era alta pero si considerable, al parecer se harto de esperar a que me levantara pues me tomo de el cabello y tirando hacia atrás me levanto.

- Tu nunca serás amada, nadie va a querer una sabandija tan inservible y miserable como tú -me susurró a el oído con todo el odio en sus palabras, me tiró a el suelo y me dejó ahí.

Me di la vuelta, levantó su mano para golpearme y yo la detuve a escasos centímetros de mi rostro sosteniéndolo con fuerza.

- ¿Pero qué haces? -salió de su boca pero con una voz diferente, era... más grave y asustada.

Era extraño, esa no era su voz.

- ¡Suéltalo maldita! -escuché una voz externa. ¿Qué?.

- ¡Dejalo ya! -chilló de nuevo esa voz.

Observé a la dueña de esa voz era la "líder" de la arrogante de ayer.
Había estado soñando, pero uno de esos sueños que de tan palpables que suelen parecer reales (más bien era un recuerdo), suspiré de alivio. Espera seguía sosteniendo el brazo de alguien, volví mi mirada encontrándome con un chico, sus ojos eran los más hermosos que jamás en mi vida había visto (tal vez de otra clase), estaba asustado y no comprendía lo que estaba pasando, tal vez me había visto sentada en mi puesto y le pareció raro que fuera la única ahí. Lo solté lentamente, bajé la mirada y me fuí de ahí.

Loca De Amor: La Historia De Una Asesina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora