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¿Te sientes afortunado?
er bueno en algo y que te apasione es imprescindible para encontrar el Elemento. Pero no es
suficiente. Llegar hasta allí depende fundamentalmente de la opinión que tengamos de nosotros
mismos y de nuestra vida. El Elemento también es una cuestión de actitud.
Cuando a los doce años John Wilson entró en la clase de química en el instituto para chicos de
Scarborough en un lluvioso día de finales de octubre de 1931, no tenía forma de saber que su vida
estaba a punto de cambiar por completo. El experimento que ese día se hizo en clase consistía en
demostrar que al calentar un recipiente con agua el oxígeno burbujea hasta la superficie, algo que los
estudiantes de ese colegio, y de escuelas de todo el mundo, llevan haciendo desde hace mucho tiempo.
Sin embargo, el recipiente que el profesor le dio a John para que lo calentara no era como los que
habían utilizado los estudiantes de otras partes: contenía por equivocación algo más volátil que el
agua. Resultó que en el recipiente había una solución líquida errónea porque un ayudante del
laboratorio se había distraído y había colocado una etiqueta equivocada en la botella. Cuando John lo
calentó con un mechero Bunsen, el recipiente explotó: hizo añicos todas las botellas de cristal
cercanas, destruyó una parte de la clase y arrojó sobre los estudiantes fragmentos de vidrio afilados
como hojas de afeitar.
John Wilson salió de allí ciego.
Wilson pasó los siguientes dos meses en el hospital. Cuando regresó a casa, sus padres trataron de
encontrar una forma de enfrentarse a la catástrofe que había acontecido en sus vidas. Pero Wilson no
consideró catastrófico el accidente. «Ni siquiera entonces me pareció una tragedia», dijo una vez en
una entrevista para el Times de Londres. Sabía que le quedaba el resto de la vida por delante y no
pensaba vivirla de forma moderada y comedida. Aprendió braille deprisa y siguió su educación en el
reputado Worcester College para ciegos. Allí, no solo destacó como estudiante sino que además fue
remero, nadador, actor, músico y orador.
Después de Worcester, Wilson pasó a estudiar derecho en Oxford. Lejos del entorno protegido por
los mecanismos de un colegio para estudiantes ciegos, tuvo que hacer frente a un campus concurrido y
a la actividad que reinaba en las calles de la vecindad. Sin embargo, en vez de depender de un bastón,
confió en un agudo sentido del oído y en lo que llamaba su «sentido de los obstáculos» para evitar los
peligros del camino. Se licenció en derecho en Oxford y se dispuso a trabajar para el National Institute
for the Blind. No obstante, su verdadera vocación todavía le estaba esperando.
En 1946, Wilson fue de viaje en una expedición a los territorios británicos en África y Oriente
Próximo. Lo que encontró allí fue una ceguera galopante. A diferencia del accidente que le costó la