Trueplik

3.4K 145 32
                                    

Habían muchas cosas que admiraba de Manuel, tenía una libertad tan grande que hacía que la suya sea diminuta. Y libertad en pequeñas cosas, en detalles que pasaban desapercibidos para él hasta que lo conoció al mayor.

No se trataba de libertad para salir a cualquier hora de su casa y llegar cuando quisiera, o de fumar marihuana frente a sus viejos sin que le digan nada. Esas libertades las tenían los dos. Pero el nivel de libertad que tenía Manuel no lo tenía él, era una libertad propia y mental que desearía poder alcanzar algún día.

Manuel un día usaba remeras grandes de color gris con un pantalón corto ancho, y al otro día se ponía un pantalón tan apretado que siempre cuestionaba cómo entraba ahí, y una remera lila al cuerpo. Combinaba colores que él jamás se animaría a usarlos, porque nunca tuvo una remera de color de nena.

No tenía cosas de nena porque era un nene, no dejaba crecer su pelo ni un poco y usaba ropa ancha y oscura. Pocas veces usaba bermudas porque se avergonzaba de los pocos pelos en las piernas que tenía. Se tenía que sentir hombre, nada de perfumes suaves como los ajenos o de usar cremas para cuidar su piel como las mujeres, aunque las usara Manuel. No tocaba un maquillaje ni loco y para ponerse el piercing en la nariz había traído una chica a casa, porque sentía que tenía que demostrar que era un hombre varonil, con todas las letras.

Pero no era que tenía a su padre atrás diciéndole todo eso, era él mismo. Claro que todas esas largas charlas sobre no usar ni jugar con cosas de nena habían sido aprendidas de chico, pero ahora era él.

El trabajo en su cabeza había sucedido de chico y ahora él, a sus 19 años, en una relación de 10 meses con un hombre de 22 años, se daba cuenta, recién ahora. Es como si Manuel hubiese derrumbado todas sus fachadas y lo hiciera cuestionar absolutamente todo. Era caótico, pero con la seguridad de que si salía todo mal, lo tenía a él.

Confiaba en el mayor, confiaba en lo que decía, en sus opiniones y consejos. Lo que decía Manuel tenía más peso que las cosas que decía su padre, eso seguro. No era sólo su novio, era uno de sus mejores amigos, podía confiarle todo y era por eso que estaba seguro de hacerlo.

Era una estupidez, lo sabía, pero jamás pensó que iba a llegar el día de no aguantarlo más. Por alguna razón lo venía pensando, trataba de repetir en su cabeza las palabras que siempre le daba el mayor, la culpa al hacer algo que literalmente no lastima a nadie, es a causa de palabras que lo reprimieron de chico.

Y sí, trataba de manejar la culpa de querer cosas que no debería, según lo que le enseñaron, alguna mierda del superyó o algo así. Pero tenía mucho sentido, desde ese momento todo parecía cerrar. Hizo memoria de todas las veces que se le negó algo que quería sólo por ser un nene y al principio tuvo bronca. Todavía quedaba un poco de ese sentimiento, pero de a poco iba controlándolo.

No odiaba a sus padres, estaba todo bien con ellos, pero odiaba lo que habían hecho con él. Tampoco podía ponerse en víctima, pero era como se sentía en momentos así, cuando estaba solo encerrado en el baño y se miraba al espejo esperando juntar el valor de hacer y usar cosas que le gustaban, aunque estaban totalmente prohibidas en su mente.

Pero tenía que tratar de estar tranquilo, porque nada de lo que le gustaba le hacía mal a nadie, ni siquiera se tenían que enterar otros. Claro que salir así a la calle algún día sería lo mejor del mundo, pero no aspiraba a tanto, sólo quería disfrutarlo él.

Y no era para tanto, ya sabía que no, pero los golpes en su mano seguidos por la excusa de que era un nene, las veces en que lo sentaron a la mesa para decirle que no vuelva a comprar esas cosas para él, las veces que en su cumpleaños le regalaban ropa de colores lindos y suaves y su madre iba a cambiar todo por un negro opaco o un azul llamativo. Lo tenía todo en lo profundo de él, pero tenía que irse.

One Shots - Trueplik, Wosani y derivadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora