A las faldas de un oscuro bosque donde no tocaba el sol, se hallaba un pequeño poblado, sin características resaltantes el reducido pueblo vivía en su propia armonía y con su propia rutina, era un lugar reservado sin duda y muchas veces acogedor, era un sitio lo bastante alejado de las grandes ciudades como para huir de tus propios pensamientos y lamentos, entre las familias adineradas de la pequeña zona (las cuales se podían contar con los dedos) se habían mudado recientemente los Malfoy; una familia con un porte aristocrático imponente, llena de secretos e intenciones ocultas, para los pueblerinos de la zona era una novedad observar entre los días normales rostros nuevos, elegantes y con suma belleza, por lo cual el pueblo se regocijaba enormemente de poder apreciarlos y tener un tema más con el cual tratar en la mesa, las mujeres cuchicheaban con interés pues la familia constaba sólo de dos integrantes: el cabecera de la casa, Abraxas Malfoy, y su único hijo varón, Lucius Malfoy, ambos con gestos que podían pasar como gotas de agua y un carácter helado e imponente. La mujer del Galante padre se suponía muerta y el pueblo asumía que su presencia en la zona era únicamente con la necesidad de ahogar las penas en aguas menos turbias, pues no era desconocido que en la capital había azotado con tremenda brutalidad la enfermedad negra.
La gente del pueblo a veces no se equivocaba.
En un día más de aquel lugar que se sentía tan ajeno, Lucius despertó con gran calma moviéndose lentamente entre la suavidad de su cobijo, restregando su rostro contra la fría tela de sus cobijas y con sus largos cabellos platinados paseándose impertinentemente sobre su pálido rostro, el cual conservaba marcas de sueño en la inmaculada piel, mientras que la luz le pegaba directamente en sus ojos obligándolo a levantarse.
Era un nuevo día, una nueva aventura.
Manifestó su cansancio a través de sus suspiros y leves estiramientos mientras caminaba por los pasillos de la vieja casa donde habitaba tras dejar la habitación con gran pereza, su pies descalzos se paseaban por el corredor en dirección al baño de manera apurada y algo torpe debido al sueño, se perdió entre sus pensamientos matutinos reparando en que incluso si el lugar era grande y espacioso no se asemejaba ni un poco a la magnífica mansión que tenían en la capital de Francia donde antes vivían, antes de que su madre muriese de aquella manera tan repentina y sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. Lavó su rostro buscando despejar los crueles pensamiento que le atormentaban sin demasiado afán y miró a través del reflejo su blanco rostro encontrándose con la mirada gris plateada que le había heredado su madre, siguió con su rutina de mañana vistiéndose pulcramente como siempre lo había hecho desde su tierna niñez, caminó con suavidad a su habitación mirándose fijamente en el espejo de su tocador mientras se acercaba a él, acarició con lentitud su cuello desnudo con un aspecto lechoso y ruborizado, con rapidez lo cubrió con recelo con un collarín de plata que poseía pequeñas incrustaciones de diamantes azules, cuando tomó el collarín no tubo ni siquiera la necesidad de mirarlo puesto que posaba con regularidad en el viejo mueble para evitar que le marcarán sin su consentimiento o aprobación. Miró a la nada un instante que pareció eterno y tomó rumbo fuera de la habitación con dirección a la sala dispuesto a llegar al comedor, al bajar y entrar en su destino notó que su padre aún no se encontraba desayunando, con rapidez a través de la ventana, la luz del día era notoria en su claridad, se cuestionó brevemente si acaso seguiría durmiendo y con un gesto enfadado caminó hacia la puerta que se encontraba en la cocina, la cual daba para fuera de la casa, tomando la canasta de las compras, dispuesto a salir una vez más a recolectar lo necesario para la cas y el comedor. De nuevo en un día más de su rutinaria vida.
--Mi vida ha cambiado tanto desde que te marchaste, mamá... --murmuró con vergüenza mirando al cielo como si rogara a Dios, en su mente se proyectó su imagen; la mujer de sus recuerdos era terriblemente hermosa como su hijo y con gestos dulces que el heredero de los Malfoy no había heredado en lo absoluto. Así con un porte ostentoso y lleno de galantería salió de su hogar para llevar un día más, escuchando el agua correr por el río y los dulces pájaros cantar al amanecer.-- Qué lugar simple y aburrido siempre es como el día anterior, qué lugar, sólo gente simple que despierta así...
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La bestia. [LUMUS]
RandomCon inquietud retumba el viejo murmullo en nuestros corazones del horror, la pena y el profundo silencio que dejó la peste negra en las viejas noches del siglo XIV. --Debemos macharnos, no es seguro estar aquí ya no más. --la voz de se padre resonab...