Siete

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A veces, cuando mi madre ya no podía con el calor de los días de verano solíamos salir a pasear, la brisa del camino era siempre fresca y la calidez del sol golpeaba con fuerza mi frente y mi piel pálida que tendía a irritarse con facilidad por lo cual siempre terminaba quejándome y rehusándome a salir una vez más, sin embargo, mi madre con su carácter dulce y astuto que portaba siempre cuando las cosas miraban a mal me compraba y ofrecía caramelos o bebidas frías que al final no podía declinar, recuerdo bien que siempre al llegar a casa tras una larga jornada bajo el sol corría con a puro por todo el salón y me miraba en alguno de los espejos que se encontraban en mi hogar siendo sólo mi rostro sonrojado y perlado por el sudor el que me respondía de vuelta en el reflejo logrando fastidiarme y colocar en mí una cara agría, en ese momento mi padre me miraba con curiosidad por sólo unos instantes y con alegría se echaba unas buenas carcajadas con el único fin de molestar, la irritación solía llenar mi pecho y me hacía lagrimear de la vergüenza acentuando mi gesto amargo, así y sólo entonces mi madre me tomaba amorosamente entre sus brazos y con sumo cariño alzaba mi castaño pelo despejando mi frente y diciéndome suavemente al oído: "mira, Remus, de tanto pasear bajo el sol haz podido atrapar su esencia en tus bellos ojos". No podía comprender cómo un niño como yo podría siquiera cumplir tal hazaña, sin embargo, era quizá la sensación fresca de su mano o el aroma de su esencia a canela que lograban relajarme que, como si eso pudiese hacerme recordar todo el cansancio que en el día pude haber recolectado, me adormilaba en los brazos de mi madre.

[...]

Aquella silenciosa noche la luna se asomaba con esmero a través de los ventanales del palacio mientras que las fuertes pisadas de la bestia que deambulaba por el castillo se escuchaban en alto volumen y con un gran eco, Remus caminaba con torpeza entre la alfombra del pasillo y con inquietud miraba a la primera planta de vez en cuando, donde al fondo de las habitaciones se encontraba el ala de servicio, se sentó derecho a los pies de la escalera y con torpeza golpeó el suelo con el rabo, alzó las orejas con curiosidad intentando escuchar cualquier mínimo ruido proveniente de ahí pero el sonido de los grillos parecía ser el único acompañante de su vigilia. "Aún no ha despertado" el remordimiento pinchó su pecho y le hizo caminar en dirección a los jardines, abrumado ante sus propios sentimientos se echó encima da la tierra fría y suspiró con desconsuelo acomodando su cabeza.

Miró sus patas alargadas y llenas de suciedad notando las largas garras que las adornaban, solía desgastarlas contra la piedra para evitar que se le pudiesen enterrar y con regularidad solía rompérselas cuando jugaba con la tierra, miró sobre su lomo admirando la belleza del jardín, incluso después de la maldición se había dedicado a cuidarlo con tanto amor y esmero más allá de si a veces se le dificultaba debido a su voluminoso cuerpo, así pues cuando el resultado no lograba complacerlo solía intentarlo siempre más de una vez hasta que todo quedaba perfecto, su madre en sus buenos años de vida adoraba con gran firmeza aquel jardín, ella pensaba vehementemente que las flores con su sola presencia podían ayudarte a calmar hasta la angustia más grande que pudiese ensombrecer tu corazón, solía siempre regalarle flores a su padre y a toda la gente que en su momento amó, incluyéndolo a él por supuesto, a él solía regalarle solamente ramos de margaritas con decoraciones de menta que daban un aroma increíble al arreglo, todavía hasta la fecha con regularidad recolectaba margaritas y menta para adornar el lugar donde iba a descansar en sus momentos de fatiga, incluso si no dormía con regularidad, pues eso sólo traía pesadillas.

"--¡He sido yo quién le ha pedido la rosa, en ese caso, enciérrame a mí! –Incluso si Remus podía ver cómo el cuerpo de ese chico no podía parar de temblar, incluso si el temor no abandonaba sus brillantes ojos grises, incluso si temía por su vida y por la de su padre no dudó ni un momento en cambiar su lugar: Si hay alguien a quien debas castigar, es a mí... Si yo me quedó, ¿Lo liberarás?"

¿Cómo podía negarse a eso?¿cómo podía incluso en primer lugar haber hecho tanta atrocidad? Y si ahora decidía regalarle un ramo de rosas rojas del jardín ¿podría ser eso una disculpa suficiente a todo el daño que le hubiese podido causar? Remus no podía comprender porqué su ira le había nublado tanto la vista como para convertirse en ese pedazo de monstruo sin corazón y ahora mucho menos sabía cómo lo podía enmendar adecuadamente sin permitir que sus emociones le controlaran una vez más, decidido se levantó y avanzó con gran determinación al rosal, incluso si el chico rubio no le perdonaba ahora, procuraría que sus intenciones le pudiesen alcanzar con sinceridad, por ahora debía esperar a que se recuperará de la fiebre que le había mantenido en cama en el transcurso de esos días, Molly había podido aplacar la calentura pero ésta parecía no desistir en atormentar al rubio por lo cual no había podido despertar adecuadamente para alimentarse y poderse limpiar atormentado aún más la frágil consciencia del lobo que se había mantenido cual perro guardián resguardando su lecho. Con el ramo de rosas bien colocado en su hocico avanzó como cuadrúpedo en un paso lento y salteado a través del jardín sintiendo el concreto frío chocar contra las almohadillas de sus patas, caminó lo suficiente para entrar por la parte trasera del palacio y así ingresar al ala de sirvientes de manera directa, una vez estuvo adentro el cálido viento que había en el lugar golpeó su nariz la cual se encontraba fría debido al clima de afuera y que se movió inquieta ante la peculiar sensación, cuidando que no hubiese nadie en la habitación se irguió en dos patas caminando torpemente hacia su lecho, miró con interés el rostro del rubio que yacía en la cama, lucía muchísimo más mejorado que días anteriores en la enfermedad, el color había regresado a sus mejillas de manera natural y su pelo lucía suave y bien cuidado mientras se desvanecía en las almohadas blancas, respiraba con tranquilidad y fruncía levemente el ceño entre sueños sin parecer que tuviese una pesadilla, entreabrió sus labios soltando un suave suspiró y continuó durmiendo sin ninguna molestia, Lupin miró a su alrededor con curiosidad notando que la habitación olía muy suavemente a cítricos, olfateó un poco más percibiendo un aroma a toronja, empero como el aroma estaba impregnado por toda la habitación no lograba distinguir de donde provenía exactamente por lo cual sólo se agachó y con cuidado se acostó en el suelo revolviéndose levemente hasta envolverse en sí mismo sin saber ni pensar demasiado si eso molestaría al omega que descansaba en la cama. Suspiró con cansancio y se dejó mecer por la calidez de la habitación sin dejarse ninguna preocupación, sin saber que el día de mañana Severus y Molly le reñirían gravemente toda la mañana por haber llenado de lodo y tierra todo el suelo de la habitación, posteriormente le obligarían a limpiarse y Molly colocaría las rosas en un recipiente con agua, Entre delirios de sueño en verdad esperó que ese pequeño detalle enmendara un poco las horribles cosas que había provocado.

Esa noche por primera vez en mucho tiempo no tuvo pesadillas.

N/A: Hola de nuevo, lamento muchísimo el retraso, si aún sigues por aquí quiero agradecer de todo corazón, he terminado de editar estos capítulos y de aquí en adelante son nuevos capítulos. este es un capítulo corto pero sirve para saber cómo la lleva Remus después de tanto berrinche que hizo. Espero que nos sigamos leyendo por aquí, saludos. 

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2020 ⏰

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La bestia. [LUMUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora