cuatro.

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La luz limpia y purificante de la mañana entraba por cada una de las ventanas de su hogar, Lucius se movía lleno de energía de aquí a allá limpiando todo y acomodando en su lugar cada cosa con gran agilidad, suspiró con cansancio y recargó su cuerpo sobre la mesa con pereza destensando su cuello y brazos, miró el suelo lleno de pereza maldiciendo levemente que no tuvieran a su disposición un servicio de limpieza puesto que después de mudarse al reducido pueblo, su padre había creído conveniente reducir al mínimo sus gastos para no tener problemas de movilidad de ese día en adelante, fue sacado de sus pensamientos y alzó su rostro con rapidez al escuchar el chillante sonido de la tetera a lo lejos indicaba que el agua caliente estaba lista, con gran gusto corrió entré los muebles de la cocina y agarró algunas yerbas de cada recipiente donde se hallaban sus diferentes de té, dispuesto a preparase uno saltó levemente cuando en la puerta principal sonaron repetidos golpes con gran fuerza señalando que tenía a un visitante inesperado el cual, no mentiría, en realidad le resultaba completamente desagradable. Con resignación dejó su lugar sin estar completamente a gusto con abrir la puerta de una vez por todas, sin embargo, el disgusto le nubló levemente el juicio por lo cual abrió la puerta sin mirar antes quién esperaba del otro lado importunando su tranquilidad, pues bien, grave error. Lo único que le recibió al otro lado del portón fue el rostro arrogante e impertinente de Greyback, una sonrisa llena y orgullosa que no podía estar más grande de tanta emoción, una sonrisa que lograba hacer temblar a Lucius de sólo pensar que lograría hacer tan feliz a un hombre tan horripilante como él, Greyback, sin esperar un segundo y absolutamente dispuesto a invadir su privacidad empujó con su gran y corpulento cuerpo la puerta hasta obligarlo a dejarle entrar en un sólo movimiento, Lucius se encogió como un reflejo y cual gato molesto le observó desde la esquina junto a la puerta estando en modo de alerta para atacarlo en caso de ser necesario y con cualquier movimiento en falso.

--Qué... alegría me da verte, Greyback. --con una sonrisa más que forzada y llena de odio arrastró cada palabra viendo el cuerpo del macho caminar a través de su casa, observó como la bestia hecha hombre caminaba con sus botas completamente enlodadas ensuciando el suelo a cada paso que daba llenándolo más de repudio a su presencia.- Qué grata sorpresa es tenerte aquí.

--Claro que sí, Lucius, soy un hombre lleno de sorpresas. –Se regocijó ante sus palabras y de manera presumida palmeó levemente su pecho.

Lucius lleno de cólera pensó en echarle incluso a fuerza bruta, el hilo de pensamientos tejió su voluntad hasta que fue abruptamente cortado por la sensación del aire frío del exterior, el cual rozando su cuello desnudo le hizo recordar al rubio que desafortunadamente era mucho más vulnerable de lo que le costaba admitir además que en esos momentos no llevaba su collar de protección, maldijo interior y brevemente su descuido mientras sentía como todas las alarmas de alerta saltaban en su cuerpo llevándole a seguir con sigilo el rastro de pasos de Greyback quien continuaba mirando indiscretamente su hogar con más valentía de la que de por sí ya exageradamente poseía día a día lo cual resultaba alarmantemente sospechoso.

--Oh, Lucius, he de admitirlo, últimamente estaba pensando demasiado en ti. –Sonrió galante en un intento absurdo de ser coqueto, Lucius se tragó su asco y sonrió perezosamente sin ánimos ni fuerza en cuestión.-- Pensaba en lo hermoso que sería nuestra vida juntos, me lleno de regocijo con tan sólo imaginarlo.

--¿Ah, sí? --Su voz era completamente plana y desinteresada, se talló el ojo con molestia y retorció las manos después en su regazo.

--Por supuesto, sólo piénsalo, ya sabes; yo llegando de cazar, mis hermosos hijos me reciben mientras juegan con los perros... Tendríamos 7 o 10.

Lucius con el suficiente desagrado de pensar siquiera tocar un cabello de Greyback susurró con fingida esperanza: "¿Perros?".

--¡No, Lucius, hijos! Tú pondrías la cena a calentar y yo... –con cada palabra su robusto cuerpo se acercó hacia la mesa donde reposaba el té recién hecho, de manera burda se sentó en la mesa dejando caer todo su peso y con una patada voló la taza de té crispando en su totalidad los nervios de Malfoy.-- Así que, Lucius, vengo aquí para hacerte el enorme honor de ser mi esposa.

La bestia. [LUMUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora